Las redes sociales son uno de los mejores ejemplos de la hiperpolarización política y verbal que vive Venezuela, pero no el reflejo más fidedigno de la realidad de un país en el que mucha gente se informa y vive su día a día.
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El rostro de un mono es la tarjeta de presentación de Don Corneliano II, un usuario de Twitter con 68.000 seguidores y una línea política muy marcada.
La Divina Diva, una “rubia desinfluenciadora“, como se presenta, tiene más de 56.000 seguidores, entre ellos el canciller de Maduro, Jorge Arreaza, y el presidente encargado de la República, Juan Guaidó.
Son algunos de los referentes que marcan tendencia en Venezuela, donde las redes sociales sirven para saber el estado del tráfico, encontrar una oportunidad de compra, desahogarse y hasta informarse.
Para algunos, no es más que otra de las consecuencias de la crisis que sacude el periodismo en Venezuela, donde medios que servían de fuente informativa se han diluido o simplemente desaparecido en los últimos años.
Otros ven en las redes sociales una forma de encontrar lo que no se dice en otras partes, pero casi todos coinciden en que estos clubes virtuales son uno de los factores de la polarización del país.
“El ecosistema informativo en Venezuela durante estos 20 años prácticamente ha ido transformándose, se ha ido deteriorando, un proceso que ha ido en paralelo al deterioro del ejercicio de la profesión del periodista”, indicó la coordinadora de comunicación digital del Real Instituto Elcano, la venezolana Ivanosca López Valerio.
En este tiempo en Venezuela, se ha pasado de una prensa que estaba en su práctica totalidad en manos del antichavismo a un panorama informativo en el que la inmensa mayoría de medios orbitan alrededor del Gobierno.
López Valerio recuerda que la “depauperización de la conexión a internet” en los últimos años ha hecho más relevante el soporte de telefonía móvil, particularmente propicio para el uso de las redes sociales.
¿Por qué usuarios sin ningún tipo de referencia se convierten en gente con influencia e informantes para miles de personas?
“La gente me sigue por lo que escribo, mas allá de quien sea quien lo escriba y eso es bueno. Es la idea, el contenido, lo que está en el centro, la cuenta podría llamarse ‘El jorobado tuerto’ y tendría básicamente el mismo numero de lectores”, explica La Divina Diva en una entrevista (¿cómo si no?) por Twitter.
“Se le da importancia a lo que la gente me escribe, se contesta, no es un bot de noticias o frases de opinión (…) la interactividad es importante humaniza la cosa”, dice.
Pero, ¿y el anonimato?
Lo cierto es que, salvo en el caso de figuras públicas, profesionales o instituciones identificadas que usan las redes sociales para enviar sus mensajes, un nombre y un apellido en una red social no garantiza que un usuario es real.
“El asunto del anonimato es irresoluble, dado la naturaleza del medio, y me parece que tiene como lado positivo que impide la censura previa. El lado negativo son, obviamente, las ofensas, agresiones, etc. que algunos locos hacen (…) y de los cuales todos hemos sido objeto en el Twitter”, reconoce.
La Divina Diva afirma “que la polarización vende más” y destaca que “Twitter se configura como un archipiélago, con la gente en islas en donde se leen y se refuerzan entre ellos”.
Frente a eso, afirma, su cuenta “es un esfuerzo deliberado y consciente de no tratar de estar en una isla sino constituir un puente entre islas”.
López Valerio cree que “las redes han contribuido a polarizar las posiciones de la gente“.
“En realidad es una forma de reafirmarte en lo que puedes estar pensando o reafirmarte en lo que tu crees que puede ser una salida política porque eso también se está notando mucho”, agrega.
Andrés Cañizález, especialista en comunicación e investigador de la Universidad Católica Andrés Bello, tiene claro que “el Twitter venezolano no representa a Venezuela”.
“Hay una cantidad de cosas que ocurren en Venezuela que no están allí, luego las cosas que están allí probablemente están escritas desde un sector social”, dice.
Se trata, en su opinión, de “teorías” con repercusión en las que se entremezclan los mensajes tóxicos, los insultos, las especulaciones y los deseos.
“No responden a una visión mayoritaria sino a la capacidad de imponer”, resume.
Con información de EFE