I.
A propósito de las dificultades que entraña siempre la construcción de la unidad y los grandes consensos en política, vale la pena referir una consideración sobre el tema y la naturaleza de la 2da Guerra Mundial acuñada por Eric Hobsbawm con su habitual agudeza analítica en su reconocida “Historia del siglo XX”.
“Fue una guerra internacional -escribe el historiador británico- porque suscitó el mismo tipo de respuestas en la mayor parte de los países occidentales, y fue una guerra civil porque en todas las sociedades se registró el enfrentamiento entre las fuerzas pro y antifascistas. No ha habido nunca un período en el que contara menos el patriotismo, en el sentido de lealtad automática al gobierno nacional.”
A guisa de ejemplo, cabe recordar que cuando Charles De Gaulle afirmó que con él la “Francia libre” continuaría luchando contra la Alemania nazi también lo hacía en franca rebeldía contra el gobierno legítimo de Francia que había decidido “constitucionalmente poner fin a la guerra y que, muy probablemente, contaba con el apoyo de la gran mayoría de los franceses cuando tomó esa decisión”. Asegura Hobsbawm que “Churchill habría reaccionado de la misma forma” en caso de que los “apaciguadores” se hubieran impuesto en Inglaterra igual que los “colaboracionistas” en Francia.
Aquellos días “se inventó el término quisling -del nombre de un nazi de nacionalidad Noruega- para describir a las fuerzas políticas de los países atacados por Hitler que, por convicción más que por interés, decidieron unirse al enemigo de su patria
De haber perdido la guerra tanto De Gaulle como Churchill y muchos otros que contrariaron a sus gobiernos en Europa habrían sido tratados como traidores. Pero al final, asumieron su liderazgo, tomaron las decisiones más acertadas y trascendentales, y las circunstancias obraron en su favor. El resultado favorable los convirtió en héroes.
Pero no fue tarea fácil la construcción de la gran alianza y producir la intensa movilización que dio al traste con el proyecto hegemónico de Hitler, tardó al menos ocho años “o diez si se sitúa en 1931 el comienzo del proceso que desembocaría en la guerra mundial. Ello se debió a que la respuesta (…) fue indecisa, tibia o esquivoca”
II.
Salvando las distancias, desde el mismo momento del 5 de enero en que asumió la presidencia de la Asamblea Nacional Juan Gerardo Guaidó Márquez ha asumido el liderazgo que le ofreció la historia y ha venido acertando en sus decisiones. En su andar ha crecido una enormidad como líder y estratega y ha llevado el juego político a pulso, seguro y firme, como alguien que sabe que tiene el juego ganado si se mueve conforme a un plan coherente.
El 19 de abril pasado, fecha muy emblemática de la historia de Venezuela, Guaidó tomó una nueva decisión que puede ser trascendental al convocar a una muy justificada marcha el 1 de mayo que, como era de esperarse, ha generado polémica con otros sectores opositores expresadas en las redes sociales, algunos de ellos empecinados, consciente o inconscientemente, en hacerle más sencillo el trabajo a Maduro.
Hubo quienes se quejaron, comprensiblemente, por la falta de precisiones y soltaron expresiones críticas naturales en todo debate que responden principalmente al desespero ciudadano frente a las circunstancias de colapso económico, caos social y agudización de la crisis política que sufre el país. Eso sí, sin comprender -aunque muchos sin ser políticos no tienen porqué- que el evento previsto es parte de un plan que demanda preparación y a doce días de su realización todavía tenía aspectos sin definir, amén de la evidente dosis de sorpresa que el mismo supone para no ir con todas las cartas descubiertas frente a un régimen delictivo.
Aparte del apoyo internacional, que de suyo es de una enorme importancia, Guaidó dispone de un liderazgo indiscutible afianzado en un agudo olfato político para decidir con gran sentido de la oportunidad y actuar con el coraje necesario según sea la ocasión. Ha hecho un gran uso de la sorpresa como recurso político, ha jugado con habilidad por las bandas confundiendo al régimen, se ha movido en umbrales peligrosos saliendo airoso y ha toreado con éxito la maledicencia de sus competidores.
III.
Preocupa sí la persistencia de especulaciones rebosantes de mala fe y perversidad detrás de la crítica que no logran simular su verdadero propósito de jugar al fracaso del Presidente encargado de la República.
Haber formulado el llamado asegurando que será “la marcha más grande en la historia de Venezuela para exigir el cese definitivo de la usurpación”, destacando que “el sitio de destino de esa marcha, de esa protesta, va a ser el lugar de exigencia
para que cese definitivamente la usurpación”, aclarando que es una marcha “para terminar de traer a los que nos hacen falta para llegar al destino que todos queremos” y además presentándola como el comienzo de la “etapa final” de la lucha por el cese, no fue información suficiente para ciertos sectores que, sin duda, aún recibiendo todos los detalles no iban a dejar de caerle encima a Guaidó.
Los apaciguadores lo acusaron de querer llevar a la multitud en marcha “suicida” hacia Miraflores e insistieron en recordar la matazón del 11 de abril de 2002, con el claro objetivo de desestimular la participación ciudadana en la protesta promovida para el 1 de mayo. Ignorando, deliberadamente, que esa marcha del 11 de abril produjo un pronunciamiento militar, la renuncia de Chávez, su segundo lloriqueo ahora en La Orchila (el primero fue el 4 de febrero de 1992) y que si se perdió el éxito logrado no fue por culpa de los ciudadanos que pusieron el pecho en defensa de la democracia.
La especulación de los dialogantes denota que no prestaron atención a las palabras de Guaidó y que si lo hicieron están jugando para el régimen, pues él no dijo que iba a Miraflores y habló de paz y no de violencia. Pero, por si fuera poco, en un derroche de originalidad también han pasado de plantear el “diálogo” a proponer un “agarrense de las manos” cuando proponen sustituir el “cese a la usurpación” por un “cese a la destrucción” que lleve a Guaidó y a la AN a entenderse con Maduro para levantar algunas sanciones en torno a “problemas estratégicos”, los negociados por detrás se huelen a leguas.
Los delirantes, por su parte, entretenidos en cuestionar la ayuda humanitaria, decidieron agitar su ruñida barajita del 187.11, ahora con la muleta de R2P, luego de que Guaidó se la estrujara diciendo que no la descartaba pero “todo a su tiempo” por aquello se “sin atorarse ni apendejearse”. Sin saldo en la cuenta del apoyo popular ni liderazgo, al radicalismo delirante solo le ha restado vivaquear como aves agoreras en la selva de la antipolítica rumiando contra Guaidó y apostando por su fracaso.
El inconformismo ha puesto a dialogantes y delirantes a pugnar contra lo posible y lo real y ha estimulado la propuesta aventurera no para producir un “quiebre” en el régimen sino en el liderazgo de Guaidó. Se van quedar con los crespos hechos.
IV.
La convocatoria de Guaidó, primero para el 27 de abril a juramentar a los “Comités de Ayuda y Libertad” y la marcha para el 1 de mayo puso a dar carreras y a inventar al Pranato usurpador al perturbar su alicaído ánimo.
El desespero ha hundido a Maduro en un mar de contradicciones y falsas promesas, ha terminado aceptando la ayuda humanitaria que hasta antier negaba y que los colectivos paramilitares recibieron a tiros y en la cual miembros de los cuerpos de seguridad meten la mano. Y pedir una ayuda ayuda a rusos, chinos e iraníes que nada pueden hacer a su favor ni mucho menos resolver el caos eléctrico según dicen los expertos mientras desde el mismo entorno de Igor Gavidia se filtra que estamos próximos a un apagón de mayor extensión geográfica y temporal que el del 7 de marzo.
El cuadro general de caos profundiza el descontento social, presagia la intensificación de la crisis política y anuncia el desmadre definitivo del Pranato usurpador en breve tiempo dando mayor fuerza a la convocatoria hecha por Guaidó y la Asamblea Nacional.
La marcha contribuirá con los conflictos internos, de los que hablan el “sálvese quien pueda rojo” y los rumores de que el candidato del régimen debe ser Héctor Rodríguez y no Diosdado Cabello, que la ofensiva verbal norteamericana, al poner su énfasis en la amenaza militar, le alborotó los enfínteres.
El amedrentamiento paramilitar a punta de balazos de la “caballería de la revolución”, como llama Diosdado a los Colectivos emulando las “turbas divinas” de Tomás Borges en Nicaragua, no pudieron detener la entrada de la ayuda humanitaria ni parar a Guaidó en el Zulia ni en Falcón. Ni podrán tampoco impedir “la más grande marcha en la historia de Venezuela”. Guaidó seguirá jugando con inteligencia, audacia y coraje porque tiene claro que “mano segura no se tranca”. Vienen nuevas sorpresas.
PD: A un un mes del secuestro de nuestro amigo Roberto Marrero seguimos exigiendo su libertad y la de todos nuestros presos políticos. Dios te bendiga Roberto.
Otrosí: El tema del general Hugo Carvajal no está cerrado, el verdadero móvil de la detención por el gobierno español tiene angustiados a Maduro, Diosdado y compañía.