Felipe González, en un foro organizado por el diario Clarín de Buenos Aires, afirmó el pasado lunes: “Cuando no esté Nicolas Maduro y se vea su horror, no aceptaré excusas de que no se sabía lo que ocurría”. Frase inequívoca de este respetable estadista, lider en la lucha por la democracia y los derechos humanos, que clama por la atención mundial a la tragedia que abate a toda la sociedad venezolana.
En las dictaduras latinoamericanas la trasgresión de la libertad no habia sido acompañada de la destrucción profunda y sistemática de los recursos de un país entero. No fue esa la huella de los terribles “gorilas”, de los regímenes de fuerza del Cono Sur. Ninguno dejó una huella de devastación social, económica, moral y cultural como la que hoy sufre Venezuela. El castromadurismo es una dictadura de castigo, de arrase que, inmisericorde, procede con la saña de un enemigo externo, de un ejército invasor, no de un poder doméstico.
Horror, como invoca Felipe Gonzalez, es lo que cabe para definir a una sociedad arrasada, prácticamente retrotraída a su era preindustrial, en la que ha desaparecido la estructura productiva que promediaba para sus habitantes el más alto estándar de vida en el continente. Hoy, miles de ciudadanos son atormentados por el hambre, niños y adultos agonizan con enfermedades erradicadas hace casi un siglo, ya se registra un incremento inédito en la tasa de suicidios, emigrantes, en marejadas bíblicas, buscan la tierra prometida en cualquier otro país del mundo…
Felipe González fustiga a conocidos dirigentes de otros países, quienes por gastadas falacias ideológicas o por vulgares razones pecuniarias, han cohonestado este crimen contra Venezuela. Llama a todas las naciones de la región a no permanecer indiferentes y a apoyar activamente a los venezolanos que, más que contra una dictadura, luchan por su liberación, por su nueva independencia.