No resulta difícil constatar la preocupación que embarga a los venezolanos cada vez que se vislumbra un aumento del salario mínimo. Antes de su anuncio formal tal inquietud ya se manifiesta en las conversaciones cotidianas. Vamos ya para casi dos años de hiperinflación y la inexistencia de una política destinada a combatirla, anula los efectos que en situaciones normales produciría el aumento salarial.
Los venezolanos hemos aprendido que estos aumentos en la actual coyuntura económica resultan tremendamente insuficiente, no hay salario compensatorio ante el proceso inflacionario de las dimensiones actuales. Ya el gobierno no alardea como antes de los aumentos y mucho menos los compara con los salarios mínimos de la región.
Desde la segunda quincena del mes de abril se difundieron rumores señalando diferentes cifras en las que se fijaría el aumento y se esperaba que sería anunciado en la tradicional alocución con motivo del día del trabajador. A fines de ese mismo mes circuló una gaceta oficial por las redes, sobre la que hubo serias dudas acerca de su autenticidad, ninguna autoridad asumió la vocería y responsabilidad del anuncio. Lo cierto es que desde esa fecha se produjo un significativo aumento de precios y después del primero de mayo otro tan fuerte como el anterior.
En círculos próximos al PSUV se manejaba la versión que el grupo de Maduro, editó la gaceta donde se aumentaba el salario mínimo a 40.000 bolívares, pensando en anunciar un aumento mayor el primero de mayo, para producir un impacto, pero en medio del desconcierto y el desasosiego consecuencia de los sucesos del día anterior, ni siquiera se refirió al tema, de tal manera que se asumió como cierta la cifra publicada en la Gaceta sin anuncio de ningún tipo.
Era natural que en su discurso en la fecha que recuerda a los mártires de Chicago, se refiriera a los acontecimientos del día treinta, pero no hubo en sus palabras referencias a la conmemoración de quien se hace llamar “Presidente obrero”, ni el más mínimo señalamiento al aumento del salario mínimo. Es así como en esta oportunidad lo asumen de manera vergonzante, no sólo por el monto, sino porque se conoció de manera casi semiclandestina.
El salario mínimo es el más bajo de América Latina, menos de ocho dólares mensuales, por debajo del de Cuba y Haití. El Banco Mundial ha establecido que quien recibe menos de 1,9 dólares al día, se sitúa a nivel de pobreza crítica. El modelo económico implantado que nos ha llevado a esta situación catastrófica, ha convertido a este país petrolero, en uno donde la inmensa mayoría de la población está a nivel de subsistencia, soportando la calamidad del proceso hiperinflacionario. Siendo un caso excepcional entre los países productores y además también tenemos la particularidad de ser el único caso que en medio de hiperinflación tiene escasez de efectivo.
El madurismo,como es evidentemente, está incapacitado para resolver esta crisis. La solución pasa necesariamente por alcanzar el cambio político. No se trata de un planteamiento exclusivo de la oposición tradicional. En una interesante entrevista reciente, el economista y ex ministro de Finanzas Rodrigo Cabezas afirma tajantemente la necesidad del cambio para superar el “colapso” económico.
Todos los estudios de opinión señalan que ya más del ochenta por ciento de la población rechaza a Maduro y ha venido tomando conciencia de la necesidad de cambiar el actual estado de cosas. Las fuerzas de la alternativa tendrán que afinar la política en la búsqueda de canalizar esa potencialidad para despejar la ruta diseñada, mantener la iniciativa, la presión social y fortalecer la unidad para enfrentar la escalada represiva contra la institución de mayor representatividad y legitimidad democrática que existe en Venezuela, como lo es la Asamblea Nacional. Desde esta columna expresamos nuestra solidaridad con el parlamento y con los integrantes de esa institución a quienes les están siendo vulnerados sus derechos inconstitucionalmente.