Las tenebrosas “casas seguras” de Maduro, el limbo de los presos políticos y el incierto futuro de Vladimir Padrino

Las tenebrosas “casas seguras” de Maduro, el limbo de los presos políticos y el incierto futuro de Vladimir Padrino

La dictadura comandada por Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López y Diosdado Cabello sigue adelante. Los presos políticos como Gilber Caro, Edgar Zambrano o Roberto Marrero siguen desaparecidos

 

Es tarde. Hora de una breve comida en familia. Todos se sientan alrededor de la mesa y comentan su día. Quieren purificar un poco sus cabezas de las malas noticias que entristecen Venezuela. Pero apenas lo consiguen. A los pocos minutos un estruendo los estremece. Un violento golpe contra la puerta principal asusta a cada uno de ellos. Los niños lloran. El padre se precipita a la entrada y aturdido asoma la cabeza. Pero no ve a nadie a simple vista. Presta más atención y… sí: distingue a un automóvil recostado contra la acera a unos 30 metros. Dos hombres están en su interior y lo observan con descaro. Ponen en marcha el vehículo y pasan delante suyo. La víctima siente un cosquilleo descender por sus piernas, que se aflojan más y más. Cierra la maltrecha puerta y queda inmóvil unos instantes. Ya escuchó hablar de algo similar pero jamás imaginó que atravesaría aquella amarga experiencia. Sabe que su casa fue señalada y que se inició el brutal proceso de asedio y acoso para arrebatársela. La noche siguiente, al regresar de su trabajo su vivienda está vandalizada. Reunidos nuevamente alrededor de la mesa, abrumados, con miedo, sin hambre y con pocas ganas de conversar, la escena del estrépito se repite. El teléfono suena. Una amenaza con datos precisos de cada uno de sus miembros es pronunciada del otro lado de la línea. Cortan. Espía por la ventana y otra vez el vehículo detenido frente a su propiedad. Durante un puñado de días los hechos se reiteran. Y la violencia aumenta. Será difícil resistir en soledad y al desamparo de la protección estatal. La casa es abandonada.

Por: Laureano Pérez Izquierdo | Infobae

Esta situación es atravesada por cientos de venezolanos. Sus bienes e inmuebles son tomados por asalto por diversos grupos que responden al régimen: desde el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), pasando por la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) y hasta los irregulares colectivos chavistas.

Nicolás Maduro está obsesionado con el tiempo. Es consciente de que es algo sacrosanto para sus planes. Lo necesita de su lado. Para intentar cubanizar la nación pero sobre todo para momentos de urgencias, como el ocurrido el pasado 30 de abril cuando un alzamiento en la Base Militar La Carlota de Caracas permitió la liberación de Leopoldo López y el inicio de la Operación Libertad. Lanzó su plan para conseguirlo.

Esa jornada los resortes que debían repeler la amenaza respondieron tarde. A pesar de que Manuel Christopher Figuera -ex director del Sebin- formaba parte del inconcluso plan del presidente interino Juan Guaidó, los demás organismos de espionaje presentaron fisuras que encendieron varias alarmas en el Palacio de Miraflores.

De acuerdo a los cálculos hechos por la dictadura y sus omnipresentes cubanos las células operativas desparramadas por todo el país tardaron 45 minutos en atender la amenaza. Tampoco resultaron eficientes en número. Una vez disperso el peligro y hechas las purgas, el general Gustavo González López -el hombre que Diosdado Cabello situó en el comando de la entidad de espionaje estatal- consiguió cumplir con una de las primeras misiones que se le habían ordenado. Desde esas entidades aseguran haber reducido el tiempo de respuesta a tan solo 15 minutos y multiplicaron las “casas seguras” donde se refugian los agentes irregulares. Consiguió ganar tiempo para su patrón.

La denominación “casas seguras” responde a un cínico eufemismo y a una tradición de las agencias de espionaje en la región. Es el nombre que las FAES, el Sebin y la DGCIM le dan a los centros clandestinos de detención y operaciones. Están por todo el país y forman parte de la red represiva del estado contra los opositores y la población que intente movilizarse.

En la mayoría de los casos, las FAES las consiguen a la fuerza por medio del terror. Luego, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (con asistencia cubana) tendrá a su cargo el entrenamiento y puesta a punto. En un principio, estos sitios de secuestro eran las viviendas que en alguna oportunidad habían pertenecido a las familias de las empresas que fueron expropiadas por el gobierno. Sobre todo las de capitales extranjeros. Una vez deshabitadas, la inteligencia chavista las ocupó. Son, en su mayoría, mansiones en los barrios más resguardados de las grandes ciudades.

Pero también, se detienen en otras casas. Menos llamativas y más terrenales. La persecución que pesa sobre sus dueños puede durar semanas hasta que estos dejan atrás todo con tal de no ser asesinados. Con las pertenencias aún en sus roperos y estantes, los espías ingresan, apropiándoselas. Si se resistieran, el precio a pagar podría ser la muerte. “Si no abandonan el lugar, los matan y llevan a los pozos de la muerte, en los cementerios de cada ciudad”, denuncia el sacerdote José Palmar, refugiado en Estados Unidos y una de las voces que primero advirtió sobre el derrotero del chavismo. Las familias deberán buscar nuevos destinos, con sus bolsillos vacíos. El exilio es la salida más frecuente e inmediata.

Los presos políticos del régimen pueden permanecer varios días en estos lugares de cautiverio. Se sospecha que el diputado Gilber Alexander Caro pasó por alguna de estas “casas seguras” y que hoy estaría en el Helicoide, sede del Sebin. Sin embargo, no hay información oficial sobre su paradero. El jefe de los fiscales de Venezuela, el poeta Tarek William Saab reconoció que está bajo investigación aunque se negó a decir dónde se encuentra encerrado. Fue secuestrado el pasado 26 de abril. Desde entonces nada se conoce de él.

Es tal el limbo en el que flota Caro que hasta el juez militar coronel Jaime Montoya Señorellys -quien acusa al legislador de “traición a la patria” e instruye su causa- dice ignorar dónde está. Tampoco da curso a las peticiones que se hacen en su nombre. Es que como tantos otros el dirigente de Voluntad Popular está arrestado bajo el extraño concepto de “política de estado” por la cual puede ser detenido por las fuerzas represivas con o sin una orden. “Este tipo de desaparición es común a todas las fuerzas”, explica a Infobae un abogado de perfil alto que entiende como pocos los secretos del desmembrado Poder Judicial chavista.

Similar experiencia padece el vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano, quien está incomunicado desde el pasado 8 de mayo, cuando fue encarcelado de forma clandestina. Se cree que está en el Complejo Militar de Fuerte Tiuna, en la capital venezolana, aunque sus abogados exigen entrevistarlo sin suerte. Roberto Marrero, asesor de Guaidó, es otro blanco de la indigencia judicial que se vive a diario. Su defensor, Joel García, denunció que no tiene acceso a la documentación oficial desde hace dos meses. “Estamos a ciegas”, dijo. El consejero fue capturado el 21 de marzo pasado.

“Pasan semanas detenidos y los presentan ante un juez que se declara incompetente para no tener que pronunciarse… y así continúan detenidos. Les asignan defensores públicos que no pueden hacer nada y que intentan convencer a los presos políticos que reconozcan los delitos que se les imputan. Los jueces hacen la vista gorda ante las denuncias de torturas, no dan acceso a los expedientes, niegan las diligencias…”, describe la situación otro letrado. Ninguno quiere que su nombre sea publicado por temor propio, de sus familias y de sus defendidos.

La connivencia entre los servicios de inteligencia y los magistrados es absoluta. “Allí manda el Sebin. No hay juez que se enfrente al Sebin. Hay obediencia absoluta”, confían desde una sede judicial en total reserva. Muchas veces los responsables de impartir justicia expiden una “cuarentena” sobre un reo por expreso pedido de los agentes de espionaje. Ese término es devastador para familiares y abogados. Implica que no podrán ver a la víctima durante un largo tiempo, privándolo de todos sus derechos. “Pregúntele a la mamá”, es la respuesta que los guardias del Helicoide ofrendan cada vez que alguien consulta por un defendido allí.

El día incómodo de Maduro

En tanto, el ocupante de Miraflores sabe que enfrentará por delante días claves. Esta semana podría ser vital. Pero intenta mirar más hacia el futuro. Por ejemplo, el próximo 5 de julio cuando deba componer una nueva estructura en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Esa mañana, Maduro tendrá la difícil tarea de definir las nuevas responsabilidades de Vladimir Padrino López, el militar todopoderoso al que observa de reojo.

Es probable que termine removiéndolo del Ministerio del Poder Popular para la Defensa. ¿Cuál será su destino? Muchos especulan sobre un posible aterrizaje en la Vicepresidencia, bien cerca del dictador. ¿Será? Cualquiera sea su porvenir, podría quedar en evidencia el rol que cumplió durante la madrugada del 30 de abril. En Washington están atentos: la jugada podría descubrir si Zamuro fue leal a Guaidó o al presidente que charla con aves. Figuera, desde la clandestinidad, azuzó los fantasmas que merodean al generalísimo caraqueño en una carta: “¿Usted realmente se siente leal a la patria?”.

También, mientras se preparan nuevas sanciones, se alzan las voces contra la financiación que se consigue para continuar ampliando su base y sostenerse en el poder. El tiempo tiene también un costo. El almirante Craig S. Faller, jefe del Comando Sur de la Marina de los Estados Unidos, fue claro en su última aparición pública: “El régimen y los secuaces de Maduro, estas mafias, están enriqueciéndose no sólo con la compañía petrolera estatal, sino también de la minería ilegal y ahora del narcotráfico”.

En las fronteras, el comercio ilegal de drogas está en alza y varios de los jerarcas, como Diosdado Cabello, están en la mira por esos vínculos. Es justamente el renovado hombre fuerte de la dictadura quien ejerce el poder sobre los resortes represivos. El Sebin, los colectivos chavistas (la descontrolada fuerza parapolicial) y a partir del 5 de julio, probablemente, el Ejército.

La ascendencia de Cabello sobre el generalato no responde a lealtades que confluyen en Simón Bolívar sino a negociados que deberán mantenerse aún más controlados en los próximos meses para que subsista Miraflores. Los colectivos, en tanto, están cada vez más penetrados por la guerrilla y bandas narcos propias y vecinas. Maduro les regala a sus milicias irregulares una libertad de acción que le será imposible de dominar. Será tarde para él y para su sucesor democrático, cuando éste llegue a Caracas.

En tanto, a 8300 kilómetros de la capital, en una ordenada Oslo, enviados de ambas partes ponen sobre el escenario sus deseos. De parte de la dictadura lo hacen Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación, y Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda. Guaidó bendijo al vicepresidente de la Asamblea, Stalin González, Fernando Martínez Mottola y Gerardo Blyde. Nacen dudas sobre estas conversaciones. ¿Qué condiciones intentará imponer el régimen? ¿Pretenderá negociar impunidad? Por el momento, ni siquiera se perciben muestras de buena voluntad: centenares de presos políticos siguen detenidos, torturados y bajo un limbo judicial al tiempo que en Noruega abren interminables jornadas de debate. El presidente interino avisó que sólo está dispuesto a un abandono por parte del usurpador y de elecciones libres. Habrá que ver si el hombre que conversa con pájaros sólo intenta distraer para ganar un poco más de oxígeno y tiempo.

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