Desde hace años la frontera venezolana empezó a ser permeada por grupos irregulares provenientes de Colombia, inicialmente la guerrilla (EPL, FARC, ELN) y después los paramilitares (Águilas Negras, Urabeños, Rastrojos) y bandas criminales (Bacrim), publica Infobae.
La Fuerza Armada los enfrentaba y combatía, hasta que, con la llegada de Hugo Chávez al poder, la situación cambió desde que fue evidente la simpatía del líder de la revolución por los grupos guerrilleros, especialmente con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
La guerrilla, que siempre había usado al territorio venezolano como aliviadero ante la persecución de los militares colombianos, se empezó cada día a sentir más cómoda y así se extendieron rápidamente por los estados Táchira, Apure, Amazonas y Zulia. Los habitantes de la frontera ya conocían a la guerrilla porque grandes hacendados y empresarios habían sido sus víctimas por el secuestro y la extorsión.
Entre Chávez y la guerrilla debió haberse establecido un acuerdo porque la situación en la zona de frontera cambió rápidamente. La Fuerza Armada no las atacaba, las FARC dejaron de secuestrar pero ampliaron su base de extorsión y extendieron las pistas para aeronaves del narcotráfico que aterrizaban y despegaban desde territorio venezolano, con una respuesta muy débil por parte del Estado.
Luego las FARC, que tras los Acuerdos de Paz habían abandonado un poco las regiones venezolanas que controlaban, regresaron con mayor fuerza -por lo menos una fracción de ella- y reclamaron el territorio que ocupaban.
El Ejército de Liberación Nacional (ELN) se expandió a sus anchas y más aún durante el Gobierno de Nicolás Maduro, de manera que ya no solo controla parte de las zonas de frontera, sino que se ha extendido territorio adentro en varios estados del país.
El reducto del Ejército Popular de Liberación (EPL) a quienes llaman Los Pelusos ha llegado a territorio venezolano más recientemente, y en sitios puntuales de Táchira y Zulia.
El papel de los paramilitares
Pero también llegaron los grupos paramilitares. Cuando Chávez le abrió las puertas a las invasiones y eliminaron los tribunales de desalojos que permitían que el dueño de una propiedad pudiera acudir a juzgados específicos, las invasiones arreciaron, convirtiéndose en una epidemia. Los dueños de fincas no tenían a dónde acudir ni había ninguna autoridad que hiciera valer el desalojo de una finca invadida.
Es el momento en el que grupos de paramilitares armados, muchos disidentes de las disueltas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), se presentaron como la solución para sacar a la fuerza a invasores; algunos ganaderos y productores aceptaron contratar a los grupos de vigilancia como se hacían llamar y que al principio resultó una solución, pero con el tiempo terminaron siendo víctimas de esos grupos.
Los paramilitares se percataron de la poca resistencia que contra grupos irregulares había en la frontera y fueron apropiándose de poblados enteros, donde instalaron centros de extorsión y hasta una escuela para sicarios.
De nada sirvieron las denuncias de políticos, periodistas o habitantes de la zona. El estado venezolano no quiso asumir la defensa del territorio y la soberanía, mientras la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), que tiene la obligación por mandato de la Constitución de garantizar esa defensa, fue ocupada en repartir pollo, cuidar colas en los bancos, vender verduras, etcétera.
Y luego a la FANB se le dieron empresas de diverso tipo que abrió la voracidad de muchos oficiales, quienes se ocuparon de las ganancias que producen esas actividades y no de la frontera, que ya resultaba un problema.
Por otra parte, el rechazo interno de la Fuerza Armada contra el gobierno fue creciendo de manera acelerada, hasta llevar a la cárcel a casi 200 oficiales de diverso rango, señalados de Traición a la Patria, Instigación a la Rebelión y Contra el Decoro Militar.
La situación llegó a ser tan crónica que pareciese que el Gobierno de Maduro ha debido recurrir a sumar el apoyo del ELN para acciones como el control de las minas de oro en el estado Bolívar, obviar su presencia en territorio venezolano aunque amenacen y asesinen civiles y militares.
El eje fronterizo
Pero la frontera más caliente, es decir el eje fronterizo San Antonio, Ureña y Norte de Santander, se ha convertido en la joya de la corona de los grupos irregulares, por la millonaria industria del contrabando. Hace más de un año, y tratando de garantizarse lealtades, Maduro envió a Táchira a las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional, un grupo élite al mando del entonces ministro Freddy Bernal, a quien le inventó el cargo de Protector del Táchira.
Bernal, quien perteneció a la Policía Metropolitana de Caracas y ha estado muy relacionado con grupos colectivos, se instaló en Táchira barriendo con el grupo que había dejado allí instalado el ex gobernador José Gregorio Vielma Mora, hombre de Diosdado Cabello. Inició varios operativos que causaron impacto mediático en la opinión pública y lo hicieron ver como un hombre de poder.
Pero Bernal desconocía que la frontera, hace tiempo, se había vuelto un cuero seco, no sencillo de controlar.
Los paramilitares tenían ascendencia en San Antonio y Ureña, hasta que llegaron la guerrilla con el ELN y Los Pelusos, y ayudados por militares venezolanos, los desplazaron. Después del 23 de febrero de 2019, los colectivos que llegaron a la zona se encargaron de quitarles el poco negocio que le quedaba a los paramilitares en las trochas.
Ahora un grupo que se hace llamar Los Urabeños amenazó a la guerrilla, a los militares venezolanos e incluso a FAES. En dos sonidos distribuidos a través de mensajes de voz de alias “El Paisa” le enviaron mensajes a la población, a la guerrilla, a los colectivos, etcétera. Asesinaron a varias personas, la mayoría hombres jóvenes, a quienes descuartizaron. Hace unos días le lanzaron al comando de la Guardia Nacional en Ureña la cabeza de uno de los decapitados, como un signo de advertencia.
Recrudecieron las acciones al nivel que obligaron a que Nicolás Maduro abriera el paso peatonal de la frontera y aunque Freddy Bernal había dicho que los contenedores ubicados sobre los puentes internacionales no serían movidos, los empezaron a vaciar.
Un hombre que era custodiado por las FAES, llamado Germán Plata, fue secuestrado en La Mulata, Ureña. Y en un mensaje escrito, supuestamente suscrito por “El Paisa”, y cuya veracidad nadie corrobora, se hace mención al secuestro de ese empresario y la advertencia a Freddy Bernal.
Pero más allá de lo que pudiera estar sucediendo entre telones, lo inaudito es el nivel de simpatía que el grupo paramilitar ha creado entre sectores de la población, sobretodo de niveles populares.
Los meses de abuso por parte de colectivos, el maltrato de los militares en los puentes internacionales, la humillación a la que ha sido sometida la población, los cobros de vacuna para pasar a Colombia, someter al común de la gente a lanzarse a través de las trochas donde ha sido robada y vejada, la frustración por la no entrada de la ayuda humanitaria, se han convertido en un búmeran.
Aunque cuando los grupos paramilitares han dejado desde hace años una estela de sangre y muerte a lo largo de la frontera, con crímenes atroces y cientos de desplazados, ha ocurrido lo insólito, han captado la simpatía de la gente común, que los perciben como unos justicieros.
Esa es una peligrosa situación, quizá la más peligrosa de todas las que se haya vivido en territorio fronterizo venezolano.