Durante más de dos años, la prensa y la oposición en Estados Unidos ha estado comparando la actitud de Donald Trump contra la investigación sobre la trama rusa con la de Richard Nixon durante los meses del escándalo Watergate. Este domingo, lo hizo él mismo. En una larga entrevista con la cadena ABC, Trump dijo que no despidió al fiscal especial que investigó la trama rusa, Robert Mueller, porque “a Nixon no le fue bien” cuando lo hizo.
Las palabras del propio Trump suman a la polémica por la interpretación de las conclusiones del informe del fiscal especial Robert Mueller, en el que se detallan una decena de ocasiones en las que el presidente intentó la obstrucción de la investigación, lo cual es un delito. El actual fiscal general de Estados Unidos, William Barr, informó al Congreso de que Mueller había exonerado al presidente en este asunto. Después de dos años sin decir una palabra, Mueller salió en televisión a aclarar que si pensara que el presidente es inocente lo habría dicho, y que si no presentó cargos contra él es porque se lo impide la actual política del Departamento de Justicia.
En la entrevista, Trump parece ser consciente de las similitudes entre lo descrito por Mueller y el episodio de obstrucción a la justicia que desencadenó el impeachment de Richard Nixon. “No iba a despedir a Mueller, ¿sabes por qué? Porque vi cuando Nixon iba por ahí despidiendo a todo el mundo y eso no le salió bien”.
Ante la presión por el escándalo Watergate, el intento de robo en la sede de campaña del Partido Demócrata en Washington DC durante la campaña presidencial de 1972, el fiscal general de Estados Unidos nombró al abogado Archibald Cox como fiscal especial para investigar los hechos. En octubre de 1973, el fiscal pidió a la Casa Blanca que entregara una serie de grabaciones realizadas en el Despacho Oval.
El 20 de octubre de 1973, el presidente Richard Nixon ordenó al fiscal general, Elliot Richardson, que despidiera a Cox. Richardson se negó y dimitió inmediatamente. Entonces Nixon trasladó la orden al fiscal general adjunto, William Ruckelshaus. Este dimitió también. La orden pasó al tercer cargo más alto del Departamento de Justicia, el procurador general Robert Bork, que finalmente despidió a Cox. La increíble situación fue bautizada como la matanza del sábado noche, porque todo sucedió un sábado por la noche.
Los historiadores coinciden en que el despido de Cox fue el momento en el que comenzó a crearse en Washington el consenso de que Nixon había ido demasiado lejos y había que poner freno al abuso de poder. El Congreso presentó los cargos del impeachment en mayo. La investigación obligó a hacer públicas las grabaciones clave del Despacho Oval en las que Nixon hablaba sobre el Watergate. En agosto de 1974, el presidente ya no tenía el apoyo de suficientes republicanos en el Senado para defenderse de un proceso de destitución. La masacre del sábado noche, diez meses antes, fue el principio de la caída de Nixon. La grabación que terminó de hundirle fue, precisamente, una en la que se demostraba que había intentado frenar la investigación del FBI contra él. Las comparaciones con Trump se hicieron evidentes tras el despido del director del FBI, James Comey, en mayo de 2017.
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