Ana tiene 51 años y es una abogada de una ciudad de la provincia de Santa Fe. “Lo estudié, no hay dolo, así que no hay estafa, te lo aseguro porque lo analicé“, dice Ana, convencida de que en todo esto no hay mala fe, de que nadie quiere dañar a nadie y de que está todo bien. Entró al Telar de la Abundancia hace un año y le funcionó, llegó a través del Fractal, su versión reducida, inicial: dos entradas de 200 dólares le reportaron 3200 dólares, recibió ocho veces lo que puso en cada caso, la promesa que había oído al entrar. Le cumplieron.
Por: Federico Fahsbender || Infobae
Creó un vínculo de confianza con otras mujeres antes de poner su dinero, gracias a la otra mujer que la reclutó, una amiga del trabajo. “Nos reuníamos una vez por mes para conocer a las integrantes del Fractal. El secreto para que funcione es conocerse entre las integrantes”, cuenta Ana. No se juntan en bares, en cafés, sino en sus casas. “No voy a invitar a alguien a mi casa para engañarla”, dice, poniendo cara de que es obvio que no va a estafar a nadie solo porque le abre la puerta. “Todo es personal, yo la llamo a una amiga/conocida y le digo que ‘estoy en un sistema y me gustaría contarte de que se trata’. Luego viene a mi casa o yo a la suya, tomamos unos mates y le cuento”.
Ahora, Ana espera para subir de nivel, entrar finalmente al Telar, la versión final. Ya tiene 1440 dólares para entregarle al esquema. Le pasaron un video para reclutarla que la convenció. Ana le envió el video a Infobae, que ilustra esta nota. Habla de “energías” como “fuego”, “viento”, “agua”, “tierra”, que en realidad son personas: “fuego” las que se aproximan, “tierra” las que aportan, “viento” las que reclutan nuevas aportantes, y “agua” hay una sola, la que cobra. No se habla de pagar, de aportar, de poner, sino de “regalos”.
“No es una inversión“, dice la abogada: “Es un sistema solidario. Yo y siete mujeres más. Las ‘fuego’ regalamos dólares a la mujer que está en el centro, que es ‘agua’“.
Cuando Ana sea “agua”, dice ella, se irá a Europa con su marido, su “sueño”, el sueño que le contó a las otras mujeres del grupo. Cuando cobre, recibirá la plata en la forma en que el Telar de su ciudad acostumbra pagar: en un sobre con una cartita un poco infantil que le deseará que “se cumplan todos tus sueños”.
Todas tienen que contar su sueño al entrar, expresan su deseo, un poquito de pensamiento mágico. Nadie firma nada, ni un recibo, ni un pagaré, ni un remito, no hay una sociedad anónima, un contador. No hay absolutamente nada que se parezca a una estructura legal.
Hoy, en la ciudad santafesina, en su Telar, son más de 50, asegura Ana. Tienen un grupo de WhatsApp donde se hablan a diario. Hay otras abogadas, una trabaja en una inmobiliaria, casi todas tienen entre 40 y 55 años, son madres, casadas. Hablan de “un movimiento femenino”, de “apoyarse entre ellas”, aunque no usan la palabra “patriarcado”. “No es tan así”, dice Ana, asegura que lo suyo es más “suave”, un “grupo de amigas”. Todas aman al Telar porque todas quieren ser, eventualmente, “agua”.
Quizás no todas lo sean: puede fallar.
-La plata que se recibe…
Ana: Es de otras mujeres. No se genera nada.
-Pero es desvestir un santo para vestir a otro. Uno cobra el dinero que aportan otros. Y al final, alguien pierde.
Ana: Por eso, como te decía, la base es la confianza. Yo le dí 200 dólares a alguien y sabía que iba a cobrar siempre y cuando la cadena no se corte.
Ese es el problema. La cadena, eventualmente, se corta. Y el Telar, el Fractal, el Mandala o como quieran llamarlo, entra en una zona muy oscura. En 2016, la PROCELAC emitió una alerta a nivel nacional para que se evite entrar en la trampa: el ala de la Procuración dedicada a delitos financieros y narcotráfico advertía la chance de caer en estafas y de violar artículos del Código Penal como el 310, que prohíbe la captación de ahorros sin autorización de organismos como la Comisión Nacional de Valores y se pena con cárcel y multas de hasta ocho veces el monto de la operación.
En ese entonces, en 2016, el Telar no se llamaba Telar, sino la Flor de la Abundancia. Por la Flor, una mujer terminó detenida. En Chamical, La Rioja, Julieta Ruiz fue arrestada y luego liberada tras pagar una fianza, acusada de engañar a cientos de personas con el mecanismo, una maniobra que, según medios provinciales, llegó a más de 7 millones.
El Telar, el Mandala, son exactamente lo mismo. Es la Flor con otro nombre, envuelto en discurso feminista, de que es la alternativa al capitalismo patriarcal, de que genera sororidad, con un extraño sentido de pertenencia. El grupo de las 50 de la abogada Ana en Santa Fe es algo casi liviano en su coqueteo con romper la ley para pagarse unas vacaciones en París o un coche nuevo. En El Bolsón, Río Negro, la capital hippie de la Argentina, un grupo de mujeres se congrega en otro grupo de WhatsApp.
“El Telar acá es furor”, dice una joven artesana a la que se lo ofrecieron cuatro veces, “siempre gente conocida, te hablan como si te hicieran un favor, te dicen que te ofrecen una oportunidad bárbara, que no se lo digas a nadie, son estas chicas”, asegura, entre ellas una docente, otra diseñadora, “muy de las terapias alternativas y de la astrología”. Le pidieron la totalmente terrenal suma de mil dólares, para recibir ocho mil. “No es solo poner la plata. Tenés que conseguir a más mujeres y ser su guía”, asegura. “Se ofenden si les preguntás de dónde sale la guita, te dicen que las críticas son fake news, que al sistema le asusta que las mujeres se organicen por fuera de él. Hablan de regalo, de cumplir tus sueños.”
Una de las mujeres del grupo se compró un auto. Otra remodeló la casa. La artesana no tiene un buen presentimiento. Cree que esto solo puede terminar mal. Mientras tanto, las mujeres en el chat grupal siguen sus conversaciones. “Dicen que es vibra positiva, que se apoyan entre ellas, que el grupo es un soporte”, dice la artesana que esquivó el reclutamiento.
Infobae habló con una decena de personas que pasaron por el Telar, personas que ganaron, que perdieron, que pusieron unos dólares y no los vieron volver, que están probando a ver qué pasa en Neuquén, Santa Fe, Río Negro, Córdoba, Rosario, Capital y el Conurbano. Y todos los relatos coinciden en la mentalidad colectiva de los grupos del Telar, en la frecuencia que genera, en la extrañeza de los vínculos, hablan de amigas que se ofenden y les cortan el rostro cuando las confrontan con la verdad, de fanatismo militante. Thomas, en Rosario, joven oficinista, afirma: “Es una secta. La secta de los militantes del Mandala”.
Thomas -un nombre de fantasía para proteger su identidad, como el de Ana y todos los demás en esta nota- es una novedad en la nueva era del esquema de la Abundancia: no es una mujer, sino un varón. Hace un tiempo que la lógica del Telar comenzó a admitir a hombres de la comunidad LGBTQ, dicen habitués de los círculos.
Thomas también es parte de una nueva modalidad, radicalmente distinta dentro del Telar. También le hablaron de “regalos”, de “energías”, de “economía colaborativa”, de ser “fuego” para convertirse en “agua”. Le enviaron un video y un instructivo que también ilustran esta nota, que asegura: “Cuantos más invitados traigamos más rápido será la completitud de todos. Este programa se retroalimenta de la gente comprometida con esta economía y su energía”. Es algo obvio. Sin plata de otros, el truco no funciona. Pero para entrar, al contrario del resto, a Thomas no le pidieron dólares.
Puso 200 pesos, lo que cuesta un combo de oferta en una cadena de hamburguesas, dos cervezas en un happy hour. Le prometieron ganar mucho, mucho más, le aseguraron que si jugaba el juego completo se llevaría 82600 pesos en mano, ir de papas y gaseosa medianas a un auto usado decente.
-Es mucha plata para muy poco.
Thomas: Son tres fases. Ponés 200 y salís de la primera fase con 1600, que los invertís en la segunda, en donde salís con 12800, de los cuales te quedas con 2800, 200 recuperas de la inversión y 2600 ya te quedan de ganancia. Y acá invertís los 10 mil en la tercera fase de la cual te vas con 80 mil, más los 2800 de la segunda fase. Sumando eso te da 82800 y si le restas los 200 de la inversión son 82600 de ganancia.
-Pero ese es el encanto de seguir apostando.
Thomas: 200 pesos no me cambia nada.
Dice que en su grupo ya son 15 y hay otros grupos paralelos en la atmósfera de oficinas de Rosario nucleados en chats de WhatsApp. Todo es en privado. No hay grupos públicos de Facebook, no hay talleres. Se ofrece entre amigos y conocidos de confianza, una constante en todos los relatos recolectados sobre el Telar. A Thomas, una amiga de su oficina le ofreció entrar. Esta es una constante histórica en los esquemas Ponzi de la historia reciente. Los “contratos de mutuo” de Hope Funds, la empresa encabezada por Enrique Blaksley, hoy preso en Ezeiza acusado de estafa y lavado de activos, se ofrecían también entre amigos y conocidos, entre figuras de confianza, prometían hasta 10 o 12 por ciento de interés, muchísimo menos que el 800 por ciento del Telar.
Las víctimas de Hope Funds, al ver que cobraban sus primeras cuotas, se entusiasmaban y ponían más dinero. Lo mismo pasa en el Telar: si no paga desde el comienzo, entonces nadie confía. Pero el discurso de la Abundancia implica un giro completamente distinto al esquema Ponzi tradicional. Blaksley, cuyo expediente fue elevado a juicio por la fiscal Alejandra Mangano en Comodoro Py, está acusado de usar una estructura legal con con más de 40 sociedades para un daño que asciende a 318 denunciantes y 1500 millones de pesos y que incluyó propiedades y firmas offshore que llegaron hasta los Panama Papers.
Blaksley se mostraba en público como sponsor de La Dolfina de Adolfito Cambiaso, se sacó fotos con dos Papas consecutivos, Benedicto XVI y Jorge Mario Bergoglio, su marca se asociaba a eventos del Gobierno de la Ciudad como la venida de Usain Bolt. Tenía una oficina en la calle Sarmiento, los 318 damnificados que lo denunciaron podían ir a tocarle el timbre allí. Tuvo más de 25 pedidos de quiebra, porque había alguien a quien pedirle la quiebra.
El Telar de la Abundancia no tiene nada. Enrique Blaksley y Hope Funds ofrecían como sustento para pagar negocios en marcas como el Hard Rock Café: el Telar ofrece, directamente, la plata de otras personas, no lo envuelve el glamour capitalista de un Bernie Madoff, sino una suerte de crochet hippie.
Es eso: una cáscara, una expresión de deseo. Y supongamos que un juez o un fiscal intenta combatir todo esto. La Justicia no se encontrará con un domicilio para allanar, una sociedad anónima o una SRL, sino con un montón de grupos de WhatsApp, células clandestinas a lo largo de la clase media ilustrada.
Además, hacen falta denuncias. Fuentes en el sistema penal consultadas no pueden precisar ninguna causa reciente que involucre al Telar. Marcela es abogada, tiene poco menos de 40 años, es de Neuquén capital, puso 1440 dólares el año pasado, la cifra inicial para entrar a muchos esquemas, y nunca los recuperó. Se reconoce como una estafada.
-¿Por qué no hiciste la denuncia?
Marcela: Por vergüenza. Trabajo en el Poder Judicial. No quiero que se enteren. La persona que me invitó a entrar es abogada también.
Se siente defraudada en su propia inteligencia y educación, mientras habla de sus dos títulos universitarios, su marido contador. “Con el diario del lunes todos lo saben”, se lamenta: “Ahora yo no le puedo imputar mi estafa a nadie. Jamás firmé un papel, no tengo ninguna constancia. Me prometió el 200 por ciento de interés. Cuando me tocó ser ‘agua’, no cobré. Llegué a esa instancia. Mi amiga que me hizo entrar me explicó cuando reclamé que no tenía responsabilidad, que yo sabía las reglas del juego y era mi problema que a las que yo invité no invitaran a nadie, que me joda por no cobrar porque era culpa mía”.
Su amiga tardó cuatro meses en convencerla de que entregara su plata. Le envió un video de una actriz argentina, famosa, que hablaba en una video selfie desde un escritorio. “Contaba que se había metido en un Telar, que le había ido bárbaro, que las otras mujeres teníamos que arriesgarnos y meternos”, recuerda Marcela: “Imaginate, si esta mina que es famosa pone la cara y te lo recomienda, ¿cómo no me iba a animar yo?”
El nombre de la actriz, de 50 años, muy conocida, se repite en otras historias. Marcela no es la única que la menciona, hay quienes dicen que hasta hace reuniones en su propia casa. Infobae la contactó para conocer su versión el viernes por la tarde. La actriz se negó a responder tras leer los mensajes, con siete tildes color celeste.