El ánimo del país de cara al futuro inmediato es un dato relevante que todo actor político, económico u observador de la realidad debe manejar.
Los ciudadanos, las empresas y los gobernantes hacemos planes de acuerdo con ese ánimo que podemos percibir. Por ejemplo, invertir o no nuestros ahorros en alguna actividad se vuelve un dilema importante. Emigrar o quedarse en el país, para muchos venezolanos hoy, es una decisión también crucial.
Obviamente, en nuestro caso particular, la dimensión política cobra mayor significación, toda vez que la solución de la ya larga crisis que padecemos, pasa, fundamentalmente, por caminos que se definan en ese ámbito, de por sí, muy complicado.
Uno de los instrumentos técnicos que nos permite hacernos una idea de cómo el ánimo de la población marcha, más allá de lo que por la experiencia directa se pueda advertir en nuestra vida cotidiana, es la encuesta.
Las hay serias, bien realizadas, pero hay también las piratas o sesgadas.
En cualquier caso, es una herramienta que dibuja un momento que vive una sociedad, sin que eso signifique su infalibilidad. Sirve como soporte pero no necesariamente como una verdad absoluta y precisa. En estos asuntos, siempre recuerdo lo que decía Churchill sobre las estadísticas: “Statistics are like a drunk with a lampost: used more for support than illumination” (“Las estadísticas son como un borracho con un farol: se usan más para apoyo que para la iluminación”).
Volviendo la cara hacia nuestro atribulado país, que en los días que corren muestra su peor cara en los horrores que registran los organismos internacionales que velan por los derechos humanos, hemos visto algunos sondeos que nos reconfortan y nos hacen ser más optimistas.
Vemos en los resultados correspondientes al mes de Mayo de la empresa Delphos, cómo los “esperanzados” y “molestos” con la situación que se vive en nuestro país, desde finales del pasado a esta parte, han aumentado de manera importante, aunque los desilusionados se mantienen. Un 34% dice tener esperanzas, cuando a finales del año pasado era 25%. Los “tristes” bajan de 12% a 7% en ese mismo lapso, aunque los “desilusionados” y “deprimidos” se mantienen casi en el mismo nivel, bajando un poco.
La encuestadora señala que alrededor del 55% se mantiene como un contingente de “activadores”.
El apoyo a la oposición se mantiene en un 42% y el chavismo solo tendría un apoyo duro a Maduro de 14%. Un 32% no se identifica con una opción política.
El 59% piensa que el culpable de los problemas el país es el gobierno usurpador.
El 50% piensa en que se producirá un cambio en el país este año. Y el 65% dice que votaría en unas elecciones. El 70% de los que se dicen contrarios al régimen iría a votar.
El 55% piensa que el conflicto entre Guaidó y Maduro lo ganará el primero.
Esos son algunos resultados que nos reporta la encuestadora de marras.
Como ciudadano de a pie observador que es uno, esos datos nos dan ciertas razones para el optimismo y la esperanza.
Sabemos que es difícil hablar de éstos últimos en tiempos de incertidumbre, desasosiego extremo y penuria. Lo que aún tenemos por delante como sociedad, es una tarea compleja llena de obstáculos, dificultades, marchas, contramarchas y desencuentros.
Las encuestas, sin embargo, afirman que hay ánimo para superar la crisis. Reservas morales y ganas de reconstruir el país hay. No todo se ha perdido.
Nuestro mayor deseo es que la salida de la calamidad que nos agobia sea pacífica y consensuada. Cualquier vía cruenta debemos evitarla en lo posible.
Buenas noticias hemos recibido en los últimos días y grandes expectativas tenemos que apuntan a una transición política en pocos meses.
Por el bien de todos, ojalá aquellas se cumplan.