A mediados de la década de los sesenta del XX, la expandida subversión cubana intentó sendos mecanismos de coordinación trans-oceánica, por llamarlo de alguna manera. Pocos dudan que el mayor interés estuvo en América Latina, aunque no adivinaron por entonces que el lejano conflicto en el sudeste asiático terminaría dirimiéndolo la opinión pública estadounidense.
La Conferencia Tricontinental de La Habana, derivó en la creación de OLAS, lejano y también distinto antecedente del Foro de Sao Paulo que chocó, más acá, con el pleito del PCV con Fidel Castro, y, más allá, con las imposibilidades africanas de Ernesto Guevara, por cierto, muy bien retratadas por Abel Posse en “Los cuadernos de Praga”. Quizá por el armamento atómico que servía de potencial y peligroso escenario, los soviéticos podían estimular alguna iniciativa semejante, como la agremiación del Tercer Mundo, pero jamás admitir entidades que les compitieran en los términos que la geopolítica de la época permitía.
Los viejos proyectos pueden fungir como antecedentes, pero en realidad lucen harto diferentes al Foro de Sao Paulo, toda una empresa transnacional de la muerte, con extraordinarias ganancias, profundamente chavista. Pasada la Guerra Fría, en vías de reorganización un mundo que se resiste todavía a las bondades de la globalización, la emplean los comunistas de este lado del.planeta por el camino maldito del tráfico de armas, drogas, etc., comprobada hasta el hartazgo la quiebra literal de lo que fue una potencia petrolera, objeto de una indecible parasitaje de la dirigencia continental de la molicie.
Quién lo hubiese imaginado, cuenta hasta una cadena televisiva. Y, aunque todavía requiere del presupuesto venezolano, como del boliviano y el nicaragüense, contribuyendo sólo con su experiencia los cubanos, tiene por ventaja la más completa opacidad de las inmensas cantidades de dinero que maneja, las armas que acumula, por no citar los servicios satelitales de los que dispone.
El paso que está pendiente es el de evitar, ante todo, que Maduro Moros abandone el poder, pues, una derrota de Evo o de Cristina, afectará pero no hará mella en el proyecto que va caminando. De largarse el miraflorino, las aspiraciones sobre la vital Colombia desaparecerán, como no tardarán en desaparecer las dictaduras de Cuba y la complementaria de Nicaragua que, materialmente empobrecidas, sólo contribuyen con su miserable experiencia.