La histórica manifestación de este sábado en Moscú para exigir elecciones libres se convirtió en la mayor demostración de fuerza de la oposición rusa desde las masivas marchas antigubernamentales de 2012.
Por Infobae
Este fue el cuarto fin de semana consecutivo de protestas, una jornada que, según el portal especializado OVD-Info, terminó con 178 personas detenidas. Las dos anteriores manifestaciones, prohibidas, se saldaron con 1.400 y 1.000 detenidos respectivamente, un récord en la época post soviética y muestra del endurecimiento de la represión frente a la contestación.
Por qué comenzaron las manifestaciones
El descontento comenzó cuando la Comisión electoral informó que varios candidatos independientes no habían recolectado las 5 mil firmas necesarias para participar en las elecciones locales y regionales. En Moscú se vota el 8 de septiembre para renovar los 45 escaños de la legislatura.
El ente, controlado por el gobierno, adujo que las firmas no eran claras o que las direcciones de los firmantes no estaban completas, en un proceso además cuestionado porque el gobierno, tal como explicó el activista Vladimir Kara-Murza en una nota del Washington Post, archiva en una base de datos los nombres de los firmantes opositores.
Por eso, el principal reclamo de los manifestantes es que los candidatos independientes excluidos —la mayoría de los cuales fueron detenidos tras las protestas— vuelvan a ser admitidos.
Aunque una mayor transparencia del proceso electoral no es la única exigencia. Según Konstantin Remchukov, dueño y editor del influyente periódico Nezavisimaya Gazeta, las manifestaciones también están ligadas al aumentado rechazo de los rusos a toda “limitación a la libertad personal”. Remchukov, quien atribuye este sentimiento a un cambio generacional y al uso de las redes sociales, citó en una entrevista dos encuestas reveladoras de la nueva tendencia: en la primera, el 84% de los encuestados afirmó querer contribuir a la mejora del país; en la segunda, realizada en julio, 2 de cada 5 rusos expresaron su contrariedad a la hipótesis de un nuevo mandato de Putin tras finalizar el actual en 2024.
“La gente ya no tiene miedo”, resumió el activista Maxim Mironov, un economista que colaboró en la redacción del programa económico de Navalny, en diálogo con Infobae.
La preocupación de Putin
Los 45 escaños en juego en la legislatura moscovita no parecerían justificar la magnitud de represión de las últimas semanas. Por eso, varios observadores creen que en realidad Putin está actuando con la mirada puesta en las elecciones nacionales de 2021.
El problema principal de Putin se llama Rusia Unida: mientras que los índices de aprobación del Zar serían el sueño de cualquier líder occidental —su popularidad, según el independiente Levada Center, llega al 68 por ciento—, el consenso de su partido cayó a un decepcionante 33 por ciento. El dato sigue siendo superior al de sus rivales, pero está muy por debajo del 54 por ciento que cosechó en las elecciones de 2016.
Mironov explicó que el desgaste del partido oficialista es tal que varios de sus miembros decidieron postularse como independientes para aumentar sus posibilidades de ser electos en el Concejo Municipal moscovita.
“Las encuestas deslucidas del partido son un problema particular para el Kremlin, ya que Putin necesita un Rusia Unida exitoso para controlar tanto el parlamento como los gobiernos regionales”, dijo el analista Ian Brenner en una nota en la revista Time.
Qué pasa ahora
Según Brenner, Putin y su partido ganarán esas elecciones y hasta es posible que el Kremlin introduzca cambios electorales para asegurarse el triunfo de sus candidatos preferidos. Pero para las autoridades se volverá cada vez más difícil hacerlo a través de las herramientas usadas hasta ahora para mantenerse en el poder.
En el corto plazo, además, el mandatario ruso no puede tomarse el riesgo de una derrota local que podría generar un efecto contagio a nivel nacional.
Según Mironov, a través de la represión desmedida de manifestaciones que se desarrollaron siempre de forma pacifica y la detención de los opositores (acusados de graves cargos), el gobierno quiere enviar una señal clara: “Lo que Putin está diciendo es: ‘Si se oponen, los vamos a meter en la cárcel'”.