El próximo 2 de septiembre más de 1,7 millones de estudiantes cubanos llegarán a las aulas después de pasar dos meses de vacaciones de verano. Antes de ese día, las familias viven una carrera contra reloj para comprar mochilas, uniformes y útiles escolares, pero son los zapatos los que demandan los pagos más altos al ser un “símbolo de estatus”.
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Con un estricto uniforme escolar impuesto en nombre de la igualdad social, el calzado ha sido por décadas un elemento de diferenciación económica entre los estudiantes de la Isla. Los años en que se entregaban de forma subsidiada zapatos “colegiales”, que era de obligatorio uso, han quedado atrás y ahora corresponde a cada familia adquirirlos.
Los niños y adolescentes son cada vez más exigentes y quieren llevar en sus pies las marcas que conocen a través de la publicidad, las películas o el comentario de algún amigo. Por eso, días antes de que arranque el curso escolar crecen las colas en las tiendas que venden productos de marcas como Nike, Adidas, Puma o Converse, cuyos precios equivalen al salario mensual de un médico.
En las tiendas estatales en moneda nacional venden unos tenis de la marca Pioneros que son una opción más modesta y barata. A 150 CUP, estos zapatos no gozan de buena reputación entre los estudiantes que los consideran feos y pasados de moda. Este año, además, solo unas pocas tiendas de la capital cubana tienen calzado de este tipo.
“Desde que se acabó el curso mi hijo me dijo que quería unos tenis Vans que vio en Facebook”, cuenta a 14ymedio Marina Pons, madre de un joven que entra ahora al preuniversitario de La Habana Vieja. “Pero cuando averiguamos, esos zapatos cuestan casi 100 CUC y no tengo ese dinero, mucho menos para algo que va a llevar a la escuela”.
En las cercanías de la cola para entrar a la tienda de la marca Puma en los bajos del hotel Habana Libre, un vendedor informal pregonaba este lunes su mercancía. “Tengo para todos los gustos y tamaños, no dejes que tu hijo vaya con unos zapatos viejos ni rotos a la escuela”, repetía. La mayoría de sus ofertas provienen de las importaciones personales de mulas que las traen desde Panamá, Estados Unidos, México o cualquier otro país de la zona.
A pesar de los estrictos controles aduaneros, cada día entra por los aeropuertos de la Isla infinidad de productos que terminan en el mercado informal. Los electrodomésticos, la ropa y los zapatos son los más comunes. Después, en las redes clandestinas se venden a un precio más bajo que en las tiendas estatales, donde la mercancía también está muchas veces pasada de moda y envejecida.
“En mi época se iba a la escuela con lo que había, incluso con botas cañeras bastante feas y toscas”, recuerda Lisandro, un matancero de 45 años que ha tenido que desembolsar 65 CUC por los zapatos de su hija que entra en octavo grado en unos días. “Pero los muchachos de ahora quieren lucir y no se conforman con que no hay o con que no alcanza el dinero, para ellos esto es importante”.
Durante casi tres décadas, entre los años 60 y finales de los 80, vestir bien y a la moda era considerado como una desviación ideológica. Todo revolucionario debía mostrarse como una persona humilde y las carencias materiales contribuían a esa imagen pues fueron también años en que la ropa y el calzado solo se podía adquirir a través del mercado racionado o por méritos laborales y políticos.
Lisandro cree que “tantos años de carencias que vivimos los padres hacen que estos niños de ahora tengan muchos deseos de consumir, de vestir bien, de lucir a la moda”. Sin embargo, “los deseos y las cosas que quieren no se parecen en nada a los salarios, porque todas sus referencias vienen de internet y de las películas, en fin, de otros países”.
“No es que sean peores ni que les guste gastar por gastar, es que quieren sentirse que son parte del mundo y que se visten como cualquier otro muchacho en otro país, pero aquí es muy difícil y muchas veces los padres tenemos que endeudarnos por un par de zapatos”, lamenta. “Yo tuve que pedir a un amigo el dinero para completar el precio que me pedían”.
En el último cuarto de siglo han ido surgiendo en las ciudades cubanas tiendas exclusivas y boutiques que ofrecen productos de marcas famosas. La mayoría de estas firmas están presentes en la Isla ya sea en locales oficiales o a través del mercado negro y sus símbolos y modelos son ampliamente conocidos a pesar de que en los medios nacionales no se difunde publicidad alguna.
La fascinación por los productos de marca parece recorrer a toda la sociedad cubana y hasta en los barrios más pobres es posible encontrar casas donde no hay una sola pila de agua que funcione pero sus residentes muestran camisetas, gorras y pantalones que exhiben los símbolos de los grandes consorcios de la moda mundial.
“Le doy todos los gustos y si quieren tener un buen par de zapatos me sacrifico y se los compro porque son cosas que yo no pude disfrutar a esa edad”, reflexiona Lisandro. “Cuando los veo salir para la escuela con unos tenis de calidad, es como si los llevara yo”.
Con información de 14 y medio