El racionamiento eléctrico que se vive en el Zulia es una forma continuada de tortura física y psicológica. Sí, como lo lee, tortura. Y no exagero. Someter a los zulianos, de manera deliberada y con una indiferencia descarada a pasar 10, 12, 14 y hasta más horas al día sin luz vulnera la dignidad inherente a la persona, además de provocar severos trastornos de salud y emocionales entre la población.
La convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes del Alto Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas señala que “se entiende por el término de ‘tortura’ todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de terceros información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público…”.
Dígame usted si el castigo que se le aplica al Zulia no es intencional, con premeditación, alevosía y saña desmedida por parte de quienes nos gobiernan cuando de las 46 plantas generadoras que hay en el estado sólo funciona una y a medias, produciendo 50 megavatios diarios de los 2.462 que estamos en capacidad de generar para autoabastecernos y dejar la dependencia con el Guri que hoy se ubica en 95 por ciento.
Dígame usted si no es una tortura estratégica y bien pensada desde los distintos niveles de gobierno la que se adelanta en contra del Zulia cuando al estado se le quitan 31 millones de kilovatios al día para dárselos a la Gran Caracas. La discriminación llega a niveles de tal magnitud que el consumo requerido por los 4.950.000 habitantes de la capital es de 36,5 gigavatios diarios y se les dan 36,48, es decir, el consumo racionado que se les aplica es apenas de 0.02 GV, mientras que a los 6.000.000 de zulianos que requieren 49 gigavatios diarios, sólo se les suministran 18. Cada caraqueño tiene a su disposición 7,37 kilovatios hora, mientras que cada zuliano cuenta, en el mejor de los casos, con 3 kilovatios hora.
Dígame usted si no hay una intención clara de infligir daños psicológicos en la población cuando además de mantenerla agotada por el desgaste físico y mental que significa someterla a apagones prolongados con temperaturas de 40 grados, las autoridades prometen el cese del racionamiento eléctrico pero a la semana se desdicen con su cara muy lavada. Le venden a la gente migajas de esperanzas que luego le quitan para demostrar que tienen el poder de someterla una y otra vez.
Dígame usted si el racionamiento eléctrico criminal que se aplica en el Zulia desde hace dos años no es una violación desmedida a la dignidad humana cuando su único origen radica en los 45 millardos de dólares que funcionarios públicos se han robado bajo la mirada complaciente del Gobierno. Quienes tienen la obligación de garantizar el buen funcionamiento de los servicios básicos llenaron sus bolsillos sacrificando los trabajos de mantenimiento y reparaciones del sistema eléctrico nacional y regional, y ahora somos nosotros quienes pagamos las consecuencias.
Dígame usted si este racionamiento inhumano no puede catalogarse como una tortura continuada cuando los pacientes se mueren porque dependen de una máquina de diálisis que se apaga por falta de electricidad, o porque en las Unidades de Cuidados Intensivos son los enfermeros quienes sustituyen manualmente las funciones de los aparatos. Es imperdonable ver que los abuelos caen en depresión luego de meses presos en sus apartamentos porque los ascensores no funcionan y no pueden subir y bajar escaleras; que personas hipertensas mueran de infartos por la descompensación que le provocan la deshidratación y angustia con tanto calor; que los niños sufran ataques de ansiedad por la espesa oscuridad que los acompaña todos los días. En fin, es imperdonable que los zulianos no podamos dormir completo ni una bendita noche desde hace dos años.
No hay excusas que justifiquen la emergencia que se vive en el estado que en otrora sirvió de despensa para todo el país, fue principal productor de petróleo y pionero en la llegada de la electricidad a Venezuela. Ni siquiera el tan manoseado golpe económico y las sanciones yanquis sirven de mampara para explicar esta tragedia porque los 45 millardos de dólares que se han robado y que estaban destinados al sistema eléctrico datan desde el mandato de Hugo Chávez, y las sanciones norteamericanas comenzaron a aplicarse, a título personal sobre algunos funcionarios de alto nivel, desde agosto de 2017.
Pero por si queda alguna duda, la ONU lo establece claramente: “en ningún caso podrán invocarse circunstancias excepcionales tales como estado de guerra o amenaza de guerra, inestabilidad política interna, o cualquier otra emergencia pública como justificación de la tortura”. Los racionamientos eléctricos en el Zulia son una forma continuada de tortura física y psicológica. No lo digo yo, lo dice la ONU.
Gladys Socorro
Periodista
Twitter: @gladyssocorro