Federica es una maestra vocacional de una escuela rural de Uruguay. Lleva casi dos décadas frente al pizarrón, pero este año está atravesando el momento más difícil desde que comenzó a batallar contras las injusticias con una tiza en la mano como su única arma.
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Por: BBC Mundo
Su sueño es que esos niños de batas blancas y rodillas sucias que nacieron en una zona rural tengan las mismas oportunidades que quienes lo hicieron en los barrios más acomodados de Montevideo.
Esta también es una historia muy triste, de esas que provocan calambres.
Alejo es uno de sus alumnos. Hace tres años, los médicos le diagnosticaron un cáncer muy agresivo. Perdió un año escolar debido al tratamiento oncológico, pero pudo regresar a la escuela.
En 2018, las maestras observaban emocionadas cómo ese niño parecía haber ganado la pulseada. Corría y sonreía a la par de sus compañeros durante los recreos.
Pero a comienzos de este año, Alejo recurrió a la Fundación Pérez Scremini —que trabaja por la cura del cáncer infantil en Uruguay— a realizarse un control y los estudios trajeron malas noticias. La enfermedad había regresado con más fuerza.
Hace pocas semanas, Federica escuchó la peor frase. Ya no había nada para hacer.
Alejo va a morir a causa de ese cáncer. Está en su casa, junto a su mamá. No va a la escuela desde mayo. Recibe a diario una visita de un médico y un psicólogo.
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