El régimen bicéfalo que manda en Venezuela ha anunciado el adelanto de las elecciones parlamentarias que deben realizarse, según la ley, en diciembre de 2020. Y es que en Venezuela no hay calendario electoral sino que todo depende del cálculo que haga el dúo Cabello-Maduro, según su conveniencia de corto plazo. Adelantar las elecciones parlamentarias luce como una jugada para dividir y desarticular a la oposición democrática, actualmente nucleada en torno al liderazgo de Juan Guaidó y los partidos que lo respalden, que representan al menos 95% de la fuerza electoral opositora al régimen. En la contabilidad de Cabello-Maduro gira la idea de que siempre habrá quien se encandile con la idea de ser diputado y que algunos candidatos profesionales sucumbirán a la tentación. Para mejorar la seducción, harán probablemente algunos cambios en el CNE y pudiesen desplazar a una de las figuras más detestable del séquito en el poder, Tibisay Lucena. También podría el dúo dar algunas facilidades de financiamientos para cautivar a los interesados en la comparsa.
Seguramente estarán pensando en Eduardo Fernández, Claudio Fermín y posiblemente en Henri Falcón, aunque este último ya fue objeto de la trampa electoral y ante el TSJ impugnó las elecciones de mayo de 2018, como correspondía. Ojalá que Fernández y Claudio no caigan ante la oferta de Maduro-Cabello porque desaparecerán definitivamente de la escena política como figuras de relevancia, porque se puede estar en política vegetando toda la vida, sin representar nada ni a nadie. Planteado el asunto en estos términos ello encarna un reto para las fuerzas democráticas que tenemos a las elecciones como norte de nuestra actuación. No somos de aquellos que ponen su futuro y al país en manos de otros, propiciando golpes de Estado o supuestas intervenciones militares que no se materializan.
Lo nuestro es la vía de la consulta al pueblo venezolano mediante una clara estrategia de lucha popular donde lo electoral debe decidir el rumbo de la nación. Si, elecciones competitivas, trasparentes, con supervisión internacional, que voten todos los venezolanos facultados para sufragar y con un CNE imparcial, que se limite a hacer respetar la ley electoral y por tanto, a contar los votos. Definida la política en estos términos, nos toca a unir a todos los factores y sectores que se pongan al binomio Cabello-Maduro en una alianza táctica y estratégica para desalojarlos del poder a fuerza de votos del pueblo y a la vez perfilar unas ideas comunes acerca de cómo sacar a Venezuela de esta catástrofe en que la corruptocracia roja la ha sumido. Debemos deponer nuestras diferencias teniendo al país como principio y guía de la política. Atrás deben quedar las diferencias menores que algunos transforman en mayores. Si el dúo da el paso en falso de adelantar las elecciones parlamentarias debemos responder unidos con una acción contundente que debe prepararse de una vez.