La nueva tragedia ecológica causada por los devastadores incendios que han arrasado una importante porción del bosque tropical de la Amazonía, se agrega al ya preocupante escenario medioambiental que será el tema fundamental de la próxima Conferencia del Cambio Climático COP 25, a celebrarse en diciembre en Santiago de Chile. Un escenario de acelerado deterioro del medio ambiente, derivado fundamentalmente de los factores generadores del calentamiento global y como consecuencia del irracional manejo y explotación de los recursos naturales de nuestro planeta que está poniendo no solo en peligro de extinción un grán porcentaje de formas de vida, sino igualmente la destrucción de recursos fundamentales que sustentan nuestra raza, lo cual marcaría el final de los tiempos para los seres humanos.
Por ello adquiere grán relevancia la decisión del Papa Francisco de convocar al Sínodo sobre nuevos caminos para una ecología integral, previsto para realizarse en el Vaticano del 6 al 27 de octubre, para el cual el Papa ha comisionado al Cardenal venezolano Baltazar Porras, para que, conjuntamente con otros dos Cardenales de países amazónicos, asuman la relevante responsabilidad de actuar como Presidentes Delegados en esa magna convocatoria de prelados de la Iglesia Católica, que incluye -entre muchos otros- a obispos de los nueve países que conforman la región Panamasónica: 4 de Antillas, 12 de Bolivia, 58 de Brasil, 15 de Colombia, 7 de Ecuador, 11 de Perú y 7 de Venezuela.
Este será un muy importante encuentro de autoridaes de la Iglesia Católica en el que, además de asuntos eclesiásticos vinculados a las comunidades y clérigos que viven en la Amazonía, el Sínodo con el papel conductor del Cardenal venezolano y los otros Presidentes Delegados, seguramente producirá valiosos aportes para el combate del calentamiento global y la preservación del medio ambiente. Pero igualmente para impulsar las bases de un desarrollo sustentable que le asegure un futuro vivible a las nuevas generaciones. Con ese magno encuentro la Iglesia Católica asume un papel protagónico en defensa de la vida humana en el planeta y, obviamente al márgen de las presiones e interéses crematísticos que han venido actuando como rémoras para evitar o demorar las acciones globales que se requiere aplicar -con urgencia- para evitar el colapso de la especie humana en el planeta.
El Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, ha propuesto la tésis de enfrentar el problema medioambiental con una visión ecológica integral y con sentido humano -conceptos plenamente desarrollados en sus segunda Encíclica Laudato Sí– , lo cual supone entender, como lo ha expresado Francisco que …”No hay dos crisis separadas, una ambiental y una social, sino una sola y compleja crisis socioambiental”. Este enfoque integral del tema ecológico necesariamente obliga a pensar en un cambio del patrón global de desarrollo en el que se sustenta la civilización contemporánea. Un cambio que, como el Papa lo señala, debe impulsarse poniendo la ecología por encima de la economía, lo que implica reemplazar el modelo economicista por una economía con rostro humano, es decir por un modelo de desarrollo en donde la dignidad humana y el interés planetario estén por encima de intereses crematísticos y ambiciones de poder. Lo que supone un cambio de la actual sociedad de producción e hiperconsumo que está agrediendo al planeta y generando inmorales niveles de desigualdad social.
Sería muy deseable que las conclusiones del Consilio de la Amazonía contribuyan a motivar a un accionar ético y de elevada responsabilidad política a los participantes de la conferencia que, como hemos señalado, se reunirá entre el 2 y el 13 de diciembre en Santiago de Chile, promovida por Naciones Unidas, con la asistencia de más de 25 mil participantes de 196 países, incluyendo reconocidos ambientalistas y un estimado de 30 Jefes de Estado. Y es que como lo señaló el Secretario General de Naciones Unidas en la anterior conferencia sobre el cambio climatico, celebrada en diciembre 2018, en Katowice, Polonia: “Perder esta oportunidad comprometeria nuestra última y mejor manera de frenar el cambio climático. Desperdiciarla no solo sería inmoral, sería suicida”.