Esta semana viendo lo que pasa en la región confirmaba lo difícil que es ser venezolano. Difícil para quienes están dentro, pero también para quienes sufren nuestro gentilicio afuera. Aclaro que no es un tema de sentirse menos o más orgullosos de donde venimos, se trata de la pesada carga que significa haber nacido o crecido Venezuela en plena era socialista. Si, la carga económica es pesada, pero me atrevería a decir que la emocional lo es en mayor medida. Si algo nos ha robado el socialismo es la tranquilidad y es que estés donde estés nunca escapas a la situación país. Si lograste escapar del drama nacional buscando nuevos horizontes fuera, tu cabeza sigue junto a tu familia y si has tenido la suerte de lograr salir con tu familia, tus recuerdos siguen donde naciste.
Es cierto que en épocas de inestabilidad interna el estado de ansiedad aumenta, sobre todo para quienes estamos lejos. Nos preocupamos por los nuestros, por su integridad. Pero en el fondo de todo el caos, nos da esperanza ver a la gente luchando, nos da seguridad ver a la gente de pie porque sabemos en la medida que siga siendo así no lograrán imponerse. Otro sentimiento es el que al menos a mi me producen situaciones como la actual. No hay estado que me desespere más que ese donde una una calma se apodera del país. Digo que no es calma porque tal cosa no existe en Venezuela. Lo que se ha impuesto es la paz de fusiles, la gente no ha normalizado necesariamente la tragedia que vive pero frente al alto costo de protestar y la ausencia de resultados inmediatos, quienes están dentro se refugian en su vida privada, una estrategia de supervivencia frente a un entorno donde ciertamente sobrevivir es la prioridad.
En el exterior vemos la situación con pesar, sobre todo porque muchos aspiramos a volver a Venezuela una vez la libertad y la democracia sean reconquistadas. No se trata de una posición cómoda, muchos no hemos tenido otra opción. Nuestra promesa es ayudar a reconstruir el país y así pagar nuestra deuda con quienes adentro no dejaron de luchar. Desde afuera muchos no hemos dejado de luchar, de trabajar y prepararnos pensando en el momento en el que nos toque regresar. Siempre teniendo en mente que todo lo aprendido y vivido fuera de nuestras fronteras nos va a ayudar a poder servirle más y mejor a Venezuela. Para lograr que se acabe esta pesadilla y todos pronto podamos volver es clave la presión nacional e internacional.
Mientras esta espera se hace interminable, en muchos países de la región nuestros connacionales sufren las consecuencias de las migraciones masivas. Nunca antes fue tan difícil ser venezolano dentro y fuera del país, esto lo han comprobado sobre todo quienes han sido víctimas de discriminación y xenofobia, en países donde se ha instalado un discurso que culpa a nuestro gentilicio de todos los males habidos y por haber.
Como millones más que esperan volver, solo espero que esto termine pronto. Que no haya inocentes que teman decir de dónde vienen y que nacer en un determinado lugar no te condene para siempre a la miseria. Para que esto se acabe, todos tenemos que trabajar, sin descanso, por más agotador que parezca y aunque los resultados no sean evidentes. Es la sola opción que tenemos, la otra es rendirnos.
@BrianFincheltub