Era el 18 de enero de 2010, el hallazgo en el cementerio Jardines del Humaya fue aún más macabro que las historias de las docenas de narcotraficantes que se encuentran enterrados en este campo santo.
A la entrada del mausoleo que guardan los restos de Arturo Beltrán Leyva “El Barbas”, del cártel de los Beltrán Leyva, apareció una cabeza humana y unos metros adelante, en el sepulcro del también narcotraficante Gonzalo El Chalo Araujo, del Cártel de Sinaloa, fue localizado el cuerpo del propietario de la cabeza, que presentaba huellas de tortura.
Las autoridades locales hallaron la oreja de la cabeza adornada con una flor roja, mientras el cuerpo estaba envuelto con una bolsa negra, amarrada con cinta naranja.
Beltrán Leyva había sido abatido el 16 de diciembre de 2009 en Cuernavaca, Morelos, durante un enfrentamiento con elementos de la Marina, su cuerpo fue desnudado y exhibido con dólares ensangrentados a su alrededor lo que despertó la indignación se sus hermanos, integrantes de la organización criminal y sus aliados, Los Zetas y el cártel del Golfo, quienes en venganza acribillaron en una ranchería de Tabasco a cuatro familiares del marino Melquisedet Angulo Córdova, quien falleció durante el enfrentamiento.
Entre las personas que fueron ejecutadas estaban la madre del marino, Irma Córdova Pérez, su tía Josefa Ángulo Flores (de 46 años de edad) y sus hermanos Yolidabeit y Benito Ángulo Córdova (de 22 y 28 años, respectivamente).
Beltrán Leyva había sido enterrado en Jardines el Humaya en 20 de diciembre de 2009, en una ceremonia a la que no asistieron muchos de sus familiares por temor a ser capturados por las autoridades o atacados por sus rivales, entre ellos el cártel de Sinaloa del Chapo Guzmán.
Durante horas corrieron distintas versiones sobre quién era la persona que había sido decapitada y por qué su cuerpo había sido abandonado en dos partes en el cementerio.
La Procuraduría General de Justicia del estado de Sinaloa (PGJE) informó que el hombre decapitado fue identificado como Arnoldo Gurrola Guerrero.
El entonces director de Averiguaciones Previas de la PGJE, Louis Jauss López, señaló que Gurrola no tenía antecedentes penales, era un hombre casado, de 35 años de edad, empleado de una empresa mexicana dedicada a la venta de alimentos procesados.
Confirmó que el cadáver de Gurrola Guerrero presentaba huellas de tortura, así como lesiones de arma punzocortante, sin embargo, no aclaró por qué sus restos fueron colocados en el lugar y de esa forma.
El mismo día que aparecieron los restos en el cementerio, en una funeraria de Navolato, también en Sinaloa, fue abandonado el cuerpo de un hombre con señales de tortura, en el pecho tenía una leyenda que decía “X”, la letra con la que marcaba sus acciones un convoy de más de 50 sicarios que se trasladaban por Sinaloa dejando a su paso ejecuciones y ataques a negocios.
En ese tiempo se relacionó el hecho en el cementerio con el cuerpo que aparecio en Navolato, aunque no se explicó a qué organización criminal pertenecía el llamado “comando X” pueden, sólo se mencionó que podría ser brazo armado del cártel de Juárez, de los Guzmán Loera, del “Mayo” Zambada o de Nacho Coronel, también aliado de la organización del Chapo Guzmán.