Es tarea ingrata advertir sobre las cosas que algunos no quieren oír ni ver porque prefieren quedarse anclados en la impostura bajo cualquier excusa, llamarse a engaño siempre es más cómodo que confrontarse con la realidad.
La verdad es que, mientras continúa el desguace en el movimiento democrático con acusaciones de todo tipo y con la disputa absurda para hacer predominar intereses personales por encima del interés nacional, el régimen avanza en su estrategia de “normalización” del país.
Un cínico plan cocinado a fuego lento por los cubanos, una estrategia que progresivamente comienza a reportarle beneficios a Maduro y su pandilla, aunque algunos se empeñen en negar que el tirano ha ganado terreno con su implementación.
En el ámbito económico, la liberalización de la economía, centrada en la dolarización asumida con desfachatez recientemente en entrevista con Jose Vicente Rangel por el propio Nicolás Maduro, la supresión del control de precios instrumentado sin aspavientos aunque con mucha efectividad y la progresiva estabilización de la producción petrolera apoyada en la evasión parcial de las sanciones, han sido claves en le referida “normalización”.
Podemos decir que todo esas medidas son forzadas por la realidad de los mercados, que son signos del más estruendoso fracaso del modelo socialista del siglo XXI, que todo ello concede la razón a veinte años de lucha contra un régimen nefasto, pero el hecho es que están andando y el régimen beneficiándose de ellas.
El resultado de esa implantación salvaje de la liberalización económica ha creado una especie de burbuja fundada en un lento mejoramiento de la situación económica que junto a los pleitos internos de la oposición le ha permitido a Maduro ganar estabilidad política.
Los resultados económicos están a la vista: eliminación de la escasez, que era el problema que más desespero producía en la población, simbolizada en los ya famosos “bodegones” repletos de mercaderías importadas; considerable reducción de la hiperinflación y un leve crecimiento económico expresado en una atenuación del PIB. Indicadores con mejores cifras en 2019 que en 2018 y con proyecciones de mejoría para el 2020.
En términos sociales, una de las claves ha sido estimular la diáspora de más de cinco millones de venezolanos que significa unos cuatro mil millones de dólares en forma de remesas y “cajitas” de ingreso al país para atenuar el impacto de la crisis económica; la otra, sostener el más férreo control social sobre la base de la humillación de los ciudadanos a través de las “Cajas Clap” para los más vulnerables y los “Combos de Proteínas” distribuidos en algunos sectores claves de la administración pública que al régimen le interesa mantener en funcionamiento.
También los resultados políticos son evidentes: la oposición fracturada hasta más no poder, ataques insólitos para destruir el liderazgo de Guaidó, compra-venta de diputados y dirigentes políticos, y cierta ambivalencia del apoyo norteamericano.
Claro está, la crisis económica no se ha resuelto y su solución definitiva anda muy lejos de alcanzarse porque el país no dispone de los recursos financieros ni el Fondo Monetario Internacional se los va a suministrar.
Pero a Nicolás Maduro le basta con la anestesiante propaganda de su régimen difundiendo la “normalización”, la estúpida división de la oposición y la represión desmedida para mantenerse a flote ganando tiempo a la espera de algún viento favorable.
Por supuesto, no todo es color de rosas para Maduro y su pandilla. Las contradicciones internas siguen viento en popa, la gente sigue deseando su salida del poder y el riesgo de un colapso del régimen pende como una espada.
Pero ha jugado con habilidad política y la “mesita de noche” le ha sido particularmente útil en la consecución de sus objetivos políticos.
De un lado, le ha permitido construir una oposición a su medida que la pasea por el mundo presentándola como un ejemplo del supuesto carácter democrático de su régimen, de su disposición a respetar los derechos humanos y de encontrarle una salida democrática a la crisis.
Del otro, le sirvió para debilitar al propio Diosdado Cabello, su principal contrincante interno, al poner directamente en entredicho el poder de la ilegítima e ilegal Asamblea Nacional Constituyente, dirigida por el teniente y evidenciar su negativa a negociar con la oposición al no reincorporarse en la Asamblea Nacional tal y como fuera acordado por Maduro con la “mesita de noche”.
Gran utilidad también le ha reportado a Maduro el reciente escándalo de la rueda de prensa de Humberto Calderón Berti, ex embajador en Colombia, tras su crispación por haber sido despedido de un modo indebido que lo llevó a formular un conjunto de denuncias que impactaron en doble sentido a la opinión pública.
Por una parte, las denuncias de Calderón, las cuales eran conocidas, fueron objeto de mucho ruido, atizado por los boots del régimen, secundado por el radicalismo delirante, en las redes sociales en contra de Guaidó.
Por la otra, las conjeturas a la que dieron lugar la tardanza de Calderón en hacerlas públicas solamente cuando fuera echado de la embajada de Colombia. A lo que se ha añadido las recientes denuncias hechas por el diario español ABC sobre su presunta participación en una conspiración para un golpe de Estado en complicidad con Diosdado Cabello, Padrino López y Maikel Moreno.
De igual modo, se ha sumado la denuncia del portal Panampost que involucra a doce parlamentarios con la llamada “carta de buena conducta” expedida al empresario colombiano Alex Saab acusado de todo tipo de tropelías contra el tesoro público en nombre de las “Cajas Clap”. Un bochornoso suceso que los adversarios de Guaidó han empleado con desparpajo para endosarle la culpa del mismo.
Sin embargo, no todo es tétrico, siempre hay la posibilidad de superar el atasco. En especial, frente a un régimen cuya “normalización” tiene los pies de barro, cosa que explicaremos en otra oportunidad.
Queda claro que en tanto las fuerzas opositoras no se integren en una verdadera unidad, sin ambages ni extravagancias, asuman que el mantra requiere una revisión y en consecuencia se perfile una nueva estrategia, no será posible avanzar en una salida del régimen.