En vez de la ley, nos dolarizan los bandidos, por @ArmandoMartini

En vez de la ley, nos dolarizan los bandidos, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

¿Cuánto es en dólares? Pregunta diaria, cada vez más obligada para adquirir bienes y servicios, tanto cobrarlos como pagarlos. Un indigente limosnero agradeció con gruñido, a punto de rechazar, un billete de 500 bolívares; diferente si recibe 1 dólar, lanzaría una enorme sonrisa de gratitud. Benditos dólares malditos.

¿Flexibilización obligada o régimen resignado? Con la soga al cuello tras las sanciones, no miran su propia destrucción de la moneda, sino la invasión de dólares/euros que le está aliviando la catástrofe. Son ellos, la dictadura y sus cómplices, quienes los inyectan en la economía apaleada, prescrita. Apuestan a la estabilidad sostenida sobre una economía delictiva. Y por ello, no debe extrañar la reapertura de casinos, sucursales bancarias extranjeras y privatizaciones, mediante las cuales los potentados de la política, cohabitantes interesados, bolichicos, cómplices cooperantes del sector “empresarial” se repartirán despojos y remanentes. Cimentarán e institucionalizarán la boliburguesía, como sucediera obscena e impúdica con los recién vestidos y nuevos ricos del gomecismo, pérezjimenismo, y el adecopeyanaje.

No existe dolarización. Es una invención embaucadora. Un espejismo para la ilusión, sensación de estabilidad y normalización. Una estafa económica, inflación en dólares, especulación, raterismo, blanqueo de riqueza, en fin, una trampajaula dolarizada que generará en los tiempos por venir, mayor caos. Lo que viene luce mucho peor. Recursos inmundos, malolientes, provenientes del narcotráfico, robo al tesoro público, actividades delincuenciales, se distribuyen en los canales de producción y distribución. El dinero mal habido producto de ilegalidades, tiene un país para legalizar fortunas. Venezuela. Lo higienizan para que continúe su rumbo a los circuitos financieros legalmente establecidos, haciendo en extremo dificultoso el control del origen de los fondos. Pero no imposible, los expertos investigadores son pacientes.





Aseguran que la mitad -y creciendo-, de las transacciones compra-venta de inmuebles, importaciones con sobreprecio y construcciones, hasta chocolates, empanadas, café, cigarrillos en quioscos, se realizan en moneda estadounidense en efectivo, con mínimos insignificantes de transferencias. Cuando el salario mínimo en bolívares y equivalente, no supera 5 dólares mensuales, las remesas son ayudas, pero no el corazón dolarizador. Los venezolanos comercializan con divisas, es ya habitual que se tasen con ellas consultas médicas privadas, odontólogos, cirujanos, seguros de automóviles y hospitalización, servicios turísticos, hoteles, abogados, electrodomésticos, inmuebles, cuentas de restaurantes, educación privada, e incluso actividades comerciales como las compras en los mercados populares y cadenas de supermercados. La pregunta obligatoria ¿de dónde proviene ese creciente chorro de dinero?

El método económico criminal tiene años creándose, montándose, perfeccionándose, sólo necesitan la conexión final con el aparato tradicional instituido para cerrar el círculo a la maquinaria de purificación patrimonial. Hay que frenarlos, detenerlos, o se convertirán en un peligro para el sistema financiero mundial que estará expuesto y en riesgo, habrá millones de moneda sucia circulando, lavada en poco tiempo; y como nunca antes. Con la economía intervenida, es imposible separar el dinero ¿qué es de quién? narcotráfico, Estado, empresa privada, remesas particulares y/o ahorros. En la mezcla la corrupción busca solaparse.

La economía castrista socialista sólo logra sobrevivir con divisas, por eso nos han convertido en un aparato lavador de capitales. El bolívar, que en una época fuera signo monetario sólido y confiable, hoy no vale ni el papel en el cual está impreso, se requieren enormes cantidades para comprar lo que con un par de dólares cualquiera adquiere.

Lo más grave, es que ni siquiera es política o estrategia, es sumisión, un “¡qué hacemos, no queda más remedio!”. Sin estar sincronizados con las ventajas, habilidades y decisiones de los emisores legítimos, somos víctimas del bandidaje y sus providencias, poseedor del pestífero e indecente billete de pálido verde.

El problema no reside en el valor monetario, está en la economía deshilachada, agónica. El ciudadano se defiende de la hiperinflación de una moneda que nada o muy poco compra.  El usurpador ha tenido el descaro irresponsable de dar gracias a Dios porque la economía ciudadana de importación, producción y comercialización se está dolarizando, pero no da gratitudes por el oro ilegalmente extraído en complicidad militar, cobrado en divisas que se distribuyen entre bolsillos explotadores y traficantes. Tampoco da reconocimiento por operaciones similares, incluso más grandes, con el paso, transferencia y contrabando de substancias ilícitas, que a su vez introducen en Venezuela para comprar propiedades, montar negocios reales o pantallas, lujos deslumbrantes e imposibles de disimular, vehículos, joyas, deleites eróticos, chucherías para sus hijos, nietos y amigos, -porque muchos ya, otros pronto, están sancionados e incapacitados para usarlos en otras latitudes.

No es transparente, sana y calculada política financiera de un Estado formal, responsable y juicioso, es un respiro agónico de emergencia recargando la vida hasta niveles excesivos y peligrosos; una cosa es que se pueda pagar con dólares, y otra que millones de venezolanos ganen bolívares suficientes para cancelar a precios dolarizados.

La dolarización es resoplido efímero de corto plazo, seducción inmoral de normalidad y abundancia, alucinación deshonesta de mejoría, una arruga que se corre mientras se va abultando un globo que terminará por estallar. Y no será pasajero, se quedará por un tiempo.

@ArmandoMartini