Dentro del antiguo orfanato, en la habitación donde los bebés estaban alineados en cunas, un profundo silencio sorprendió al científico estadounidense Nathan Fox: era algo muy inusual en un lugar con tantos niños pequeños.
Por BBC
Simplemente no lloraban.
Esto, como Fox descubriría más tarde, fue el resultado de años de negligencia y ausencia absoluta de estímulos.
“No escuchábamos el llanto que generalmente escuchas en una guardería”, cuenta el científico, que es profesor en el Departamento de Desarrollo Humano de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, a la periodista Paula Adamo Idoeta, del servicio brasileño de la BBC.
“Llegamos a la conclusión de que esto se debía a que nadie respondió a estos gritos. No hubo una interacción típica entre un cuidador y un niño, entre una madre y un niño. Nadie los atendió cuando lloraban”, recuerda.
Esta escena tuvo lugar hace 20 años en un orfanato en Bucarest, la capital de Rumania, y la tragedia resultante conduciría a estudios innovadores sobre cómo la negligencia hacia los bebés impacta sus cerebros con secuelas que pueden persistir en la edad adulta.
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