Todos los días son iguales. El lunes pasado vivió lo mismo. Esta semana, igual. Y la mañana de hoy, también.
Por Gustavo Ocando Alex / voanoticias.com
Gustavo Galué, chofer venezolano de transporte público, vive una especie de bucle temporal a 100 metros de una estación de gasolina en la calle Cecilio Acosta de Maracaibo.
Empuja su pequeño vehículo rojo, destartalado, avanzando poco a poco entre cornetas y ruidos del tráfico matutino: unos metros primero; frena; espera que avance la fila de carros; y, entonces, sudado, reanuda el proceso a los minutos en su camino a llenar el tanque de gasolina.
Padre de cuatro hijos, el hombre pernoctó junto a su esposa en la cola para poder garantizar su turno este viernes. Un militar que ayuda a coordinar el servicio de combustible en la estación marcó hace una hora, con tinta rojiza, el número 72 en el vidrio frontal de su carro.
Gustavo Galué, chofer de transporte público, pernocta cada dos días en alguna #gasolinera para garantizar el llenado del tanque de su vehículo. Así se vive el nuevo plan de racionamiento en #Venezuela ?. La historia completa: https://t.co/Gldo43W1gy ?: @gusocandoalex pic.twitter.com/kgMEVXMvEj
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Son las 8:30 de la mañana del quinto día de vigencia de un nuevo esquema de racionamiento del combustible en los 21 municipios del estado Zulia, fronterizo con Colombia. Bautizado como Pico y Placa, limita los días de surtido de acuerdo con el último dígito de la placa.
Si el terminal es cero o número par, toca lunes, miércoles y viernes. Si es impar, martes, jueves y sábados. El domingo es el turno de todos.
Galué, quien maneja en rutas de transporte del oeste de la ciudad sin permiso oficial de la municipalidad, dice no haber notado mejoras a su larga espera durante esta semana.
“Son las mismas colas de siempre, largas e interminables. Tiene uno que dormir en ellas para echar al otro día temprano”, dice, agotado de tanto empujar, ya a solo 30 vehículos de su turno.
El gobernador Omar Prieto, políticamente cercano al presidente en disputa Nicolás Maduro, activó el plan Pico y Placa el lunes 16 de diciembre con la ayuda de los comandantes militares del estado Zulia, el más poblado de Venezuela y considerado la región petrolera del país.
Se trata del enésimo mecanismo de racionamiento de gasolina en la región en los últimos cinco años para intentar reducir las colas en las estaciones de servicio y atacar el contrabando de gasolina, como explicó en días recientes el secretario regional de gobierno, Lisandro Cabello.
Desde 2014, el gobierno limitó la cantidad diaria de litros de combustible que puede comprar cada chofer en municipios zulianos, como Maracaibo, la capital, y San Francisco, su vecino.
La restricción se realiza mediante un chip asignado a cada vehículo por la empresa estatal Petróleos de Venezuela.
Francisco Arias Cárdenas, quien participó junto a Chávez en el golpe de estado de 1992, actual embajador de Venezuela en México, admitió el año pasado el fracaso de racionamientos como ese, que activó durante su gestión como gobernador de Zulia hace cinco años.
“El chip funcionó en un principio, pero la misma corrupción interna de quienes lo manejaban y lo instalaban confluyó para que no fuera suficiente. Dejó de cumplir su efecto”, dijo, en un evento oficial de 2018, cuando era presidente de la empresa pública Corpozulia.
Más recientemente, el gobierno local redujo el surtido de combustible a todos los usuarios a solo 30 litros por día. En noviembre, elevaron el tope a 50 litros y, aunque sin efecto real, también se prohibió este año la pernocta de vehículos cerca de las gasolineras.
Carlos Ríos Urbano, jefe militar en Zulia, hizo votos porque el nuevo esquema tuviera éxito. “¡Tienen que bajar las colas! Si no bajamos las colas, estamos frente a un fenómeno inexplicable”, dijo en conferencia de prensa antes de la puesta en marcha del mecanismo.
Autoridades de gobierno y de las Fuerzas Armadas han denunciado que en regiones como Zulia, fronterizo con Colombia, el contrabando de gasolina es frecuente y es un negocio millonario.
Incluso, funcionarios de Pdvsa y militares han encarado arrestos y juicios en tribunales por su participación en la extracción de combustible hacia el país vecino.
Cabello, la mano derecha del gobernador Prieto, indicó el día de la puesta en marcha del nuevo sistema de racionamiento que las colas ya se habían reducido en 50 por ciento.
Las kilométricas colas de vehículos a las afueras de las estaciones de servicio en #Venezuela no se han eliminado a pesar del nuevo plan de racionamiento de #gasolina, llamado Pico y Placa. La historia completa: https://t.co/Gldo43W1gy ?: @gusocandoalex pic.twitter.com/5xyA9oHL8W
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Silfredo González, de 57 años, no ve un resultado tan optimista. Es el dueño de una venta de pinturas saqueada en marzo durante el apagón de varios días que afectó a la mayoría de estados en Venezuela. Admite, despreocupado, que ahora revende gasolina para ganar algo de dinero.
“Me dejaron sin nada (en el saqueo). He quedado vendiendo gasolina para sobrevivir”, confiesa, encaramado en su camioneta mientras amanece este viernes, esperando que avance la cola de vehículos en una estación de la avenida 11 de Maracaibo.
Lleva 11 horas de espera. Todavía, debe avanzar cinco cuadras hasta una estación de servicio en la avenida 11 de la ciudad. “El sistema es bueno, pero tardan en marcar el número”, critica.
Policías y militares controlan la asignación de cupos de usuarios para el surtido en cada gasolinera. Enumeran los vehículos con tinta deleble.
El tope de números asignados depende de la cantidad de gasolina que reciba cada estación de parte de Petróleos de Venezuela: asignan, en promedio, entre 250 y 500 cupos diarios, dependiendo de si el camión cisterna de la petrolera surtió de 14.000 a 30.000 litros.
Spencer Vera, profesor universitario jubilado, de 68 años, acompaña a su hijo en una kilométrica cola del norte de Maracaibo. La radiografía de un solo vistazo. La fila se pierde en una esquina y sigue por tres calles más. La nota menos extensa que en días anteriores, dice.
“Sí ha bajado el volumen de carros, pero la espera de horas sigue igual. Este año se puso la cosa difícil”, comenta, con tono compungido.
Venezuela tiene la gasolina más barata del mundo. Un litro de combustible de 91 octanos cuesta un bolívar o fracciones de céntimo de dólar estadounidense, subsidiada por el gobierno desde hace décadas. Pero, en los últimos años, la producción ha mermado.
Iván Freites, secretario del mayor sindicato de trabajadores petroleros de Venezuela, denuncia que el país no está produciendo ni refinando gasolina desde el 3 de noviembre pasado. Ese día, afirma, se paralizó la planta catalítica de Amuay, en el estado Falcón.
Según sus cálculos, Venezuela importa de 100.000 a 150.000 barriles de gasolina de bajo octanaje al día. Dice que la mayoría de esos fletes se diluye en el contrabando y en honrar los compromisos del gobierno nacional de despachos de gasolina hacia Cuba.
“Si dejan, es muy poca, por eso la escasez”, advierte.
Sectores de oposición fustigan el nuevo plan Pico y Placa. Desirée Barboza, diputada de la Asamblea Nacional por el estado Zulia, considera que es un mecanismo fallido.
“Es una medida fracasada. No resuelve la problemática del abastecimiento de gasolina. Podemos evidenciar las largas colas, no solo en Maracaibo, sino en todos los municipios”, opina.
Lamenta que servicios como el agua, la electricidad y la gasolina estén cada vez más limitados en Zulia, que, a su juicio, está sumido “en la decadencia, en la miseria, en el estancamiento”.
Para el estudiante de Medicina, José Villalobos, el nuevo plan de razonamiento no ha mejorado el acceso a la #gasolina en #Venezuela; lo ha empeorado. Ahora no dispone del tiempo para hacer las colas en el horario establecido. Más: https://t.co/9x66Ptvofs ?: @gusocandoalex pic.twitter.com/Lr3KlONdS5
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Alves Balazarte, un mecánico de 26 años y padre de dos hijos, tiene las manos engrasadas frente al capó abierto de su vehículo, de vieja data, con su latonería carcomida.
Desde las 4:00 de la tarde del día anterior, ingresó a la fila de carros a las afueras de una gasolinera del norte de la ciudad. Aún así, logró apenas un cupo entre los primeros cien puestos.
Aprovechó que la cola no se movía para intercambiar una batería vencida por otra en mejor estado. Al joven, hasta le dio tiempo de ir a su casa, bañarse, comer y regresar.
“Ese sistema nuevo no sirve para nada”, comenta, refiriéndose al Pico y Placa. “Estamos en lo mismo que hacíamos. Tenéis que trasnocharte cada vez que vas a echar (gasolina)”, dice, tajante.
La fila, a los 15 minutos, comienza a avanzar. Calcula que entre las 8:30 y 9:00 de la mañana de este viernes podrá llenar el tanque de su carro. Es decir, luego de 16 horas de espera.
Y, enseguida, encarará su rutina: trabajo; familia; comer; esperar hasta la noche siguiente para ir a dormir de nuevo dentro de su vehículo a las afueras de una estación de servicio.
Urgido de gasolina, él también vive su propio bucle temporal.
“Estoy agotado. No veo ninguna diferencia”, opina, obstinado.