Marie* tenía 14 años y acudía a una escuela cristiana cuando conoció a Miguel, un soldado brasileño destinado en Haití como casco azul de la ONU. Pronto inició una relación con él. Cuando le dijo que estaba embarazada de su hijo, Miguel le aseguró que la ayudaría con el niño, pero volvió a Brasil. Marie trató de comunicarse con él vía Facebook, pero nunca respondió.
Por SABINE LEE / SUSAN BARTELS – ElPaís.com
Al enterarse de que estaba embarazada, el padre de Marie la echó de casa y se fue a vivir con su hermana. Actualmente su hijo tiene cuatro años y Marie continúa a la espera de recibir algún tipo de ayuda por parte del ejército brasileño, alguna ONG, las Naciones Unidas o el Estado haitiano. Marie hace lo que puede para que al pequeño no le falte de nada, pero no se puede permitir escolarizarlo. Trabaja por un salario de 25 gourdes (el equivalente a unos 24 céntimos de euro) a la hora que apenas cubre las necesidades alimentarias de ambos, pero necesita ayuda para pagar su vivienda y las cuotas del colegio.
Desgraciadamente la historia de Marie no es un caso aislado. En el verano de 2017 nuestro equipo de investigación realizó una encuesta a aproximadamente 2.500 haitianos sobre las experiencias de mujeres y niñas de comunidades en las que actuaban las misiones de estabilización. Entre todos los entrevistados, 265 ofrecieron testimonios acerca de embarazos por relaciones con personal militar de la ONU. Ese algo más del 10% mencionó las historias de estos niños, dignas de reseñar, como una realidad cotidiana.
Las narraciones revelan cómo niñas de tan solo 11 años fueron violadas y quedaron embarazadas por los cascos azules para ser “abandonadas en la más absoluta miseria”, como aseveró uno de los encuestados, teniendo que mantener solas a los hijos fruto de esa relación porque los padres eran repatriados en cuanto se conocía el embarazo. Como Marie, multitud de mujeres quedaron desamparadas a cargo de sus hijos en condiciones de extrema pobreza y desigualdad, la mayoría sin recibir ningún tipo de ayuda.
Una misión envuelta en polémica
La Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (MINUSTAH), la operación más extensa desarrollada por la organización en el país caribeño (2004-2017), se inició originalmente con el propósito de colaborar con instituciones locales en un contexto de inestabilidad política dominada por el crimen organizado. El mandato fue prolongado debido a las catástrofes naturales: en 2010, Haití sufrió un terremoto y en 2016 padeció los arrasadores efectos del huracán Matthew, acontecimientos que aumentaron la inestabilidad política del país. Tras 13 años, MINUSTAH llegó a su fin en octubre de 2017, dando paso a la más modesta Misión de las Naciones Unidas de Apoyo a la Justicia en Haití (MINUJUSTH).
MINUSTAH es una de las misiones más polémicas de la ONU. Se trata de un foco de innumerables acusaciones de explotación y abusos sexuales: no es poco el personal militar uniformado y no uniformado que ha sido relacionado con violaciones de los derechos humanos que incluyen explotación sexual, violaciones e incluso homicidios. (A lo largo del artículo emplearemos indistintamente los términos personal, cascos azules y pacificadores para referirnos a miembros extranjeros, tanto uniformados como no uniformados, asociados a MINUSTAH).
En lo que respecta a la salud pública, no existe ninguna duda (de hecho, la ONU lo ha reconocido oficialmente) acerca de la introducción accidental del cólera en Haití por parte de los cascos azules. Más de 800.000 habitantes del país han precisado atención médica y al menos 10.000 han fallecido a causa de la enfermedad.
Numerosos medios han desvelado que miembros del personal de la ONU ofrecían alimentos y pequeñas cantidades de dinero a chicas menores de edad a cambio de mantener relaciones sexuales. Además, se apuntó a la relación entre MINUSTAH y un grupo secreto que llevó a cabo todo tipo de abusos sexuales con aparente impunidad: presuntamente, al menos 134 cascos azules procedentes de Sri Lanka explotaron sexualmente a nueve niñas desde 2004 a 2007. Tras conocerse estos hechos en 2017 gracias a la labor de Associated Press, MINUSTAH se convirtió en el paradigma de la falta de contundencia ante acusaciones de abusos sexuales. Como consecuencia de este reportaje, 114 cascos azules fueron obligados a volver a Sri Lanka, pero ninguno fue acusado ni juzgado tras la repatriación.
Estudios exhaustivos evidencian que los niños concebidos en situaciones de guerra suelen crecer en el seno de familias monoparentales que sufren unas condiciones económicas sumamente precarias provocadas por el conflicto. Las circunstancias de que el padre extranjero esté ausente y que el nacimiento del niño se produzca fuera del matrimonio desembocan normalmente en estigmatización y discriminación.
Todavía no disponemos de demasiados datos de las consecuencias de ser un niño mestizo de padre militar extranjero y menos aún conocemos las experiencias personales de los llamados pequeños MINUSTAH, niños haitianos cuyos padres son cascos azules. Esta es, precisamente, una de las razones por las que decidimos atraer el foco hacia las historias de las personas afectadas por las misiones ejecutadas por las Naciones Unidas.
Nuestro estudio
Las historias que desgranamos parten de las respuestas de los participantes a nuestras preguntas: queríamos que nos contaran cómo es ser una mujer o una niña en una comunidad convertida en el escenario de una misión de estabilización. Grabamos sus testimonios en audio. En ellos, las personas entrevistadas explicaron sus experiencias mediante un cuestionario predefinido, lo cual nos permitió comprender con mayor precisión las circunstancias y consecuencias de sus interacciones con los cascos azules.
Los participantes tenían total libertad para relatar cualquier historia sobre cualquier persona. Cabe destacar que en ningún momento se les instó a hablar sobre abusos sexuales o explotación. Los encargados de registrar las declaraciones en verano de 2017 fueron colaboradores haitianos entrenados para ello y los lugares elegidos fueron comunidades cercanas a 10 bases de la ONU.
Se preguntó aproximadamente a 2.500 haitianos acerca de las experiencias de las mujeres y niñas que viven en comunidades que albergaron misiones de paz. Se recogieron distintos testimonios, tanto positivos como negativos, pero 265 de las historias (un 10%) versaban sobre niños cuya paternidad correspondía a los cascos azules. Esto es especialmente reseñable porque el objetivo primario de las preguntas del estudio no era indagar sobre las relaciones sexuales entre las mujeres locales y el personal militar, ni giraba en torno a los niños concebidos a partir de esas relaciones.
Lo que sugiere la espontaneidad de las respuestas no es solo que los abusos sexuales y la explotación por parte de miembros de las fuerzas de paz de la ONU no son hechos aislados. Un entrevistado de Port-Salut aseguró: “Muchas chicas tienen hijos de los MINUSTAH”. Declaración refrendada por otro hombre de San Marcos, que nos contó que MINUSTAH “dejó muchos niños sin padres”.
Algunas mujeres relataron en primera persona que habían dado a luz a niños nacidos de relaciones con personal de la ONU, mientras que otras revelaciones eran expuestas por miembros de sus familias, amigos o vecinos. Hasta donde alcanza nuestro conocimiento, estas historias constituyen la primera investigación empírica que pretende dar voz a las familias afectadas por la explotación y los abusos sexuales perpetrados por los cascos azules.
Sexo por un plato de comida
Varios de los encuentros entre mujeres y niñas haitianas y personal militar de la ONU fueron descritos como violencia sexual. Un hombre de Cité Soleil recordaba: “Todos los días escuchaba quejarse a mujeres por la violencia sexual que los MINUSTAH ejercían contra ellas. Además, les contagiaron el sida y algunas de ellas quedaron embarazadas”.
No solo escuchamos historias de abusos sexuales a mujeres y niñas, sino también hombres y niños que sufrieron malos tratos similares por parte de los MINUSTAH. No obstante, las agresiones sexuales eran la nota discordante, pues las relaciones escondían un problema muy habitual en estos contextos, aunque con menos repercusión mediática que las violaciones: el intercambio de bienes o dinero por sexo con personal de la ONU.
Un hombre casado de Cité Soleil describió un patrón común por el cual las mujeres recibían pequeñas cantidades económicas a cambio de sexo: “Venían, dormían con ellas, se desfogaban, les dejaban con el niño en brazos y les daban 500 gourdes”.
En otros casos, los miembros de MINUSTAH daban comida a las mujeres, lo que da cuenta de las condiciones de extrema pobreza que propiciaban estos encuentros sexuales. Un hombre de Port-Salut lo atestiguaba así: “Tenían sexo con las chicas ya no por dinero, sino a cambio de alimentos, de un plato de comida”.
La evolución de las relaciones
Otra línea de investigación que ha recibido muy poca atención en informes previos es la evolución de las relaciones sexuales consensuadas entre miembros de MINUSTAH y las mujeres de Haití. En ocasiones, estas no eran más que relaciones esporádicas que derivaron en embarazos, como es el caso que relata un hombre de Port-Salut: “Mi hermana salía con un soldado de MINUSTAH y toda mi familia lo sabía, mi madre y todo el mundo. Pero luego se quedó embarazada y, desde entonces, la vida de mi hermana es un desastre”.
Otras relaciones se caracterizaban por el cariño y el compromiso, como la de esta mujer: “Vivía en Cité Soleil y tenía una relación con un MINUSTAH en la que reinaba el amor. Al final, me quedé embarazada de él”.
A lo largo de la investigación, descubrimos que las relaciones con militares blancos y tener hijos de piel blanca era, a veces, algo deseado. Una mujer de Léogâne reveló que existían “rumores” acerca de chicas que mantenían relaciones con los MINUSTAH y se quedaban embarazadas porque “querían tener unos niños preciosos”.
Independientemente de que la naturaleza de la relación fuera consensuada o transaccional, se pudieron apreciar ciertos patrones particulares en lo que se refiere a los lugares y a la manera en que se produjeron. Por ejemplo, era habitual que los encuentros sucedieran en la playa o en un hotel, tal y como desgrana una mujer de Cité Soleil sobre una amiga: “Solían ir a la playa y después a un hotel, el hombre blanco pagaba y practicaban sexo”.
También causa gran preocupación que muchas de las madres que dieron a luz y crían ahora niños fruto de sus relaciones con los cascos azules eran adolescentes y, por lo tanto, carecían de la edad mínima para dar su consentimiento a las relaciones sexuales. Una mujer de Cité Soleil nos contó: “Por aquí se ve a chicas de 12 y 13 años a las que los MINUSTAH embarazaron y abandonaron en la pobreza con niños a su cargo. Hablamos de personas cuya vida ya era estresante y desgraciada de por sí”.
Desamparo
La mayoría de historias indica que, tras conocerse los embarazos, el personal de MINUSTAH era repatriado por la ONU a sus países de origen. Una mujer de Port-Salut nos explicó: “Una de mis hermanas tuvo un hijo con un MINUSTAH. Lo hizo porque lo conoció y se enamoró de él. El soldado la cuidaba, pero lo repatriaron y dejó de mandarle cosas, ya sabe”.
Un hombre de Hincha relató una experiencia parecida que tuvo una chica a la cual conocía: “Se quedó embarazada de un MINUSTAH. (…) Lo trasladaron, dejó su puesto y nunca lo volvieron a ver”.
Tras la partida de los cascos azules que habían sido o iban a ser padres, muchas mujeres jóvenes se vieron solas con el deber de criar a un hijo en condiciones de pobreza extrema. Algunas tuvieron suerte y conatron con la ayuda de sus familias, pero eran excepciones.
Siga leyendo en El País