Abundan los chistes sobre políticos en la cultura popular venezolana, casi todos, por cierto, hacen alusión a personajes ladinos, mentirosos, mediocres, de moral dudosa, inútiles e incapaces de ganarse la vida por sí mismos. Fea opinión, injusta para algunos, pero bastante cercana a la realidad para otros.
La política es una ciencia, pero también un arte, y al igual que un título académico solo habilita para ejercer, pero en modo alguno erige al profesional (siendo necesario el estudio constante, la práctica, la mística, la ética y la experiencia), ser activista o militante político no confiere la cualidad para gobernar y decidir sobre los asuntos de la polis.
En este sentido, aunque suene chocante, no basta con hablar bonito, asistir a todas las reuniones, tomarse fotos y hablar paja de los demás; o mejor dicho, no debería bastar. En teoría, que no en la práctica la mayor parte de las veces, los políticos deberían ser personajes adelantados a sus conciudadanos, sublimados por el fino arte de la estrategia, fríos para las decisiones, pero compasivos y empáticos con la población, sobre todo con los más vulnerables; idealmente se espera que estén preparados académicamente y que tengan un oficio conocido, del mismo modo, deberían estar en política por vocación, no por negocio. Pero además de todo lo anterior, lo más importante es que tengan plena y probada solvencia moral conforme a los preceptos de nuestro occidente judeo cristiano; al fin y al cabo, el currículum no lo es todo, y el ejemplo más sobresaliente lo encontramos en el médico psiquiatra y candidato presidencial por el Partido Comunista en 1989, Edmundo Chirinos, quien resultó ser un aberrado sexual.
¿La mayoría de nuestros “políticos” cumplen con las características esperadas? Respóndaselo Usted mismo, pero no juzgue con tanta dureza, muchos son hijos de las circunstancias actuales y han tenido que adaptarse por necesidad y no por gusto, a un sistema político que, visto desde cualquier ángulo estructural, favorece el progresivo abandono de los valores éticos y morales.
Nuestra lucha no es solamente contra Nicolás Maduro y su banda, sino contra el sistema político, es decir, la vieja forma de concebir y practicar la política, tanto entre los acólitos de la dictadura como entre los miembros de la opción democrática. Muchas son las cosas que tenemos que cambiar puertas adentro para que no sigan apareciendo los José Brito, los Luis Parra, los Conrado Pérez, los Guillermo Luces, los José Gregorio Noriega o los Richard Arteaga. Para empezar, y a modo de ejemplo, entender que si convocamos a las reuniones ordinarias a las 2:00 pm de un día de semana (aplicable a cualquier tipo de actividad), y les damos carácter de obligatorias, dejamos por fuera a la mayoría de los ciudadanos productivos que motorizan la economía de un país, y que a esa hora están trabajando.
¿Qué tipo de gente puede acudir a una reunión política en pleno horario laboral? Salvo que se trate de ciudadanos con profesiones libres, empleados con jefes muy flexibles, o emprendedores independientes, probablemente las reuniones se nos llenarán de personas muy bien intencionadas, pero sin fuente de recursos… o peor aún, de empleados públicos que ocupan cargos de dirección por obra y gracia del nepotismo y pasan la mayor parte del tiempo echando carro ¿Y cuál es el problema con eso? Muchísimos al decir verdad:
1- Los honrados, que los hay, se ven forzados a aceptar un esquema que les resulta lesivo, porque les obliga a cargar con el inmenso cúmulo de privaciones que acarrea el renunciar a la posibilidad de tener un empleo estable a cambio de pasar el día entero de reunión en reunión. El sistema los hace padecer, y les cobra insanamente con sufrimiento sus legítimas luchas y aspiraciones; por cierto, vaya mi admiración y respeto a todos ellos.
2- Luego, el sistema favorece la presencia de personajes oscuros que hacen de la política su fuente de ingresos. Se trata de gentes que, cuando menos, inspiran profunda compasión. Son de mirada estrecha y capacidades más estrechas aún, que viven a la caza de “asignaciones”, “ayudas” y cargos. Siempre atentos a recibir “logísticas” electorales o de cualquier otra naturaleza. Justamente, esa dependencia los convierte por definición en los típicos clientelistas, mercenarios a la venta del mejor postor, enemigos de la virtud y amigos del dinero, aunque esté embarrado de oprobio.
3- Lo más siniestro es que, así planteado, el sistema le facilita el acceso al poder a quienes manejan cuantiosos recursos económicos, que hacen uso y abuso de su capital para torcer y comprar las voluntades de los se acostumbraron a venderla al mejor postor.
Claro, el sistema fue creado así para favorecer a quienes detentan cierto poder económico, que solo están interesados en rodearse de figuras sombrías que no objeten ni cuestionen sus planteamientos. El sistema, así planteado, aleja a quienes tienen un enfoque diferente de las cosas, a los que sí trabajan, a los que producen, a quienes se ven forzados a elegir entre trabajar o hacer política. Desde luego, las consecuencias son más que obvias, al fin y al cabo, el que vende su criterio a quien le pague 30 USD y le regale una botellita de whisky, en el futuro estará más que dispuesto a ofrecer su dignidad a cambio de 1.000.000 USD. ¿Qué nos hace pensar que las “lealtades” compradas son realmente lealtades? Seguimos avanzando.
Dios Bendiga a Venezuela.
@VJimenezUres