Hoy, 19 de enero, es día de celebración en dos valles venezolanos dispuestos para otear el horizonte: el que lo hace vigilante desde la templada Sartenejas y el que lo hace erguido frente al mar en Camurí Grande. Es así porque se cumplen 50 años del inicio de las actividades académicas en la Universidad Simón Bolívar (USB), momento memorable que representó el comienzo de una travesía maravillosa que, con sumo éxito, ha surcado el pasar del tiempo para llegar triunfante y digna a este presente en que, más allá de la infame oscuridad que literal y simbólicamente cubre a la sociedad venezolana, la USB es motivo de sano orgullo doblemente merecido: el orgullo que siente el país entero por una universidad que con tesón cotidiano se ganó y mantiene indiscutido prestigio nacional e internacional y el orgullo que late en el corazón de los uesebistas al sabernos la savia de un proyecto inteligente que con desapego absoluto se honra al servirle al maravilloso país donde pudo ser realidad.
En sus primeros 50 años de vida, la USB ha demostrado ser muchas cosas, pero, por encima de todas ellas, ha demostrado ser …«ciencia, conciencia y verdad»… La USB es la ciencia nacida como resultado de los desvelos de la inteligencia cuando ésta no se presta a los fines inconfesables del mal y se afana en crear y difundir saberes transformadores que propicien la posibilidad de que hombres y pueblos vivan cada día mejor y cada día en paz. La USB es la ciencia que conduce al futuro representado en la sociedad del conocimiento alcanzada al traspasar las puertas dibujadas en su logo, puertas que sólo pueden cruzarse con la confianza y el placer desprendidos del estudio, la dedicación y la disciplina y que se resisten a abrirse a las dobleces que ensombrecen el alma y pretenden ocultar el sol de la esperanza.
La USB es la conciencia de que sólo en libertad puede escenificarse el debate requerido para generar pensamiento crítico capaz de advertir cuando se asumen sendas equivocadas que impiden el desarrollo y retardan el tránsito a una sociedad donde todos, y no sólo los privilegiados por arrimarse al poder, tengan acceso a los bienes y servicios que produce la modernidad. La USB es la conciencia de que la prosperidad del venezolano no se materializa con gritos destemplados y hueras consignas que hipócritamente hablan de exclusión, sino que ella se logra cuando, como ciertamente ha hecho la Simón a lo largo de su historia, acoge en sus aulas a cualquier hijo de esta patria que viene avalado por el esfuerzo de su familia para que con la preparación recibida se haga un hombre de bien cuya acción se proyecte en el beneficio de sus iguales y en el suyo propio.
La USB es la verdad que nace de la investigación científica cuando ésta no está condicionada por intereses inconfesables que pretenden afianzar bastardas parcialidades, la verdad que no se redunda cuando se aclara que es verdadera porque es generada por la constancia de ir desinteresadamente a laboratorios y bibliotecas para descifrar con honestidad académica los misterios del universo y la sociedad; es decir, la verdad que no es armada con trampas ideológicas dispuestas para servirle al poder que, al estar incapacitado para servir y construir, lleva consigo el vergonzoso sino de maltratar y perseguir. La USB es la verdad de que los países no son ricos por aquello de lo que la naturaleza los dotó sino porque son capaces de incorporar la ciencia y la tecnología a los procesos productivos internos para que estos sean innovadores y generen la única riqueza sostenible: la engendrada por el intelecto humano. En otras palabras, la USB encarna la verdad de que, aquí y en cualquier parte del mundo, sin universidad autónoma no hay país posible.
¡Enhorabuena al medio siglo de vida de la USB! Miles de páginas gloriosas le quedan aún por escribir.
@luisbutto3