En estos tiempos de celebraciones independentistas muy al estilo del Estado como factor de poder y donde la Historia se convierte en propaganda, es bueno replantearse todo lo sucedido doscientos años atrás desde una perspectiva desmitificadora.
En el caso de la Independencia nacional hubo unos claros ganadores en los casos de las regiones central, oriental, andina y llanera. Los caudillos y jefes de esas regiones lograron capitalizar el triunfo militar luego de una larga contienda en contra de los partidarios de la Monarquía, en su mayoría, oriundos del país. Los derrotados: Maracaibo, Coro y Guayana, sufrieron el estigma de no “seguir el ejemplo que Caracas dio”, y en consecuencia, sus elites políticas, económicas e intelectuales hicieron redoblados esfuerzos por justificar lo injustificable.
El caso de Maracaibo es emblemático. Sus poetas, artistas e intelectuales, pero sobre todo, sus historiadores, se dieron a la titánica tarea de reinventar un pasado que nos pudiera conectar con la estirpe ilustre de los vencedores de la Independencia. Tal es el caso de Juan Besson y su “Historia del Zulia” donde convierte a Maracaibo, una modesta ciudad a lo largo del siglo XIX, en un emporio comercial relevante donde las luces del espíritu destilaban logros culturales sin parangón. Maracaibo pasaría entonces a convertirse en la Atenas de Venezuela.
Y si alguien osase dudar acerca del “patriotismo” del gentilicio zuliano en esos terribles años que dieron nacimiento a Venezuela, pues bastaría con señalar a un militar de la talla de Rafael Urdaneta, o su imponente Lago donde se hizo claudicar a la escuadra del realista Ángel Laborde en el año 1823. No obstante, algo no encajaba con relación a los antecedentes ilustres, es decir, con la llamada pre-independencia.
Esa necesidad, de lavar un pecado histórico, nos llevó prácticamente a reinventar hechos y personajes sucedidos en el año de 1799. La llamada “Conspiración de Pirela o Maracaibo”, convierte a un oscuro sastre de nombre: Francisco Javier Pirela, miembro de la milicia local, en un adalid a favor de la libertad. El héroe deviene en traidor horas antes de que el complot lograse su cometido ya que delata a sus compañeros de causa. Aun así, buena parte de la historiografía que ha tratado el tema, le confiere significados políticos que la documentación primaria no logra corroborar.
Particularmente no siento ningún tipo de vergüenza histórica por el hecho de que mis antepasados hayan preferido abrazar la causa del Rey en vez de la Republicana. El pasado es lo que pasó y no aquello que deseamos que éste haya sido.
Dr. Angel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro De Estudios Históricos de Luz