Ante la propagación del nuevo coronavirus, el gobierno de Hong Kong decidió cerrar fronteras y evitar así la afluencia masiva de chinos del continente al territorio semiautónomo. Una medida que alivió a muchos habitantes pero que los comerciantes de la frontera acogieron con pesar.
La llegada masiva de migrantes, turistas y comerciantes de China continental es un tema que ha causado polémica en la megalópolis desde hace tiempo, y que cada vez genera más rechazo entre los habitantes, enfadados con el régimen autoritario de Pekín y la subida constante del nivel de vida.
Un sentimiento particularmente vivo en las ciudades fronterizas donde el “comercio paralelo” ha florecido.
Cada día, multitud de personas procedentes de China continental cruzan la frontera para comprar todo tipo de productos libres de impuestos para revenderlos más tarde en sus lugares.
Pero esta actividad ha agravado los problemas de superpoblación de la megalópolis, e hizo que los precios del alquiler de los locales comerciales se disparara.
Pero, ahora, la epidemia de neumonía viral, que obligó a las autoridades hongkonesas a cerrar casi todos los puestos fronterizos y a imponer una cuarentena de dos semanas a cualquier viajero proveniente de China continental, ha supuesto un duro golpe para ese comercio.
Estacionado junto a uno de los puestos fronterizos que fueron cerrados a principios de semana, un conductor de minubús explica que estuvo esperando tres horas sin un solo pasajero.
El septuagenario, apellidado Lai, afirma que lleva ejerciendo la profesión cuatro décadas y que nunca había vivido una bajada de actividad así, ni siquiera durante la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS) que causó 299 muertos en Hong Kong en 2002-2003.
En general, Lai gana unos 1.300 dólares hongkoneses (150 euros) al día cubriendo el trayecto entre las ciudades de Sheung Shui y Yuen Long, dos localidades fronterizas situadas al noroeste de Hong Kong, separadas por unos 20 kilómetros.
– “Menos preocupada” –
“No llevé mascarilla en 2003 pero ahora me la pongo cuando conduzco”, explica a la AFP. “Transportamos a gente que viene de todas partes, después de todo”, señala.
La afluencia empezó a bajar por el Año Nuevo lunar, a finales de enero, cuando se propagó la noticia de la aparición del nuevo coronavirus en el centro de China.
Sheung Shui, la primera ciudad después del puesto fronterizo de Lo Wu, cerrado, fue desde junio escenario habitual de enfrentamientos entre los manifestantes y la policía durante unas protestas prodemocracia.
El movimiento, nacido del rechazo a un proyecto de ley sobre extradiciones a China, mudó en una revuelta más amplia contra la influencia creciente de Pekín en el territorio semiautónomo. El problema del comercio paralelo se convirtió también en uno de los temas de denuncia de la población.
Shing, farmacéutico, registró una bajada del 30% en su facturación durante el Año Nuevo lunar, y del 50% desde que se cerraron las fronteras.
Y aunque las manifestaciones afectaron a su negocio durante los últimos meses, ahora asegura que entiende la necesidad de reducir las llegadas de personas procedentes de China continental. “Quizá el gobierno debería haberlo hecho antes”, subraya, pues “cuanto antes se frene la epidemia, antes podremos reanudar los negocios”.
Algunos habitantes de Sheung Shui, por su parte, aprecian el ambiente tranquilo que se respira desde que se implantaron los límites a la circulación.
Candy Kwan explica que sus tres hijos mayores no lograron encontrar mascarillas, pues hasta los vendedores del comercio paralelo se quedaron sin existencias.
“¿Qué hay más importante que la vida humana?”, pregunta, afirmando sentirse “más segura en las calles y menos preocupada por el riesgo de contagio tras el cierre del puesto fronterizo”.
Otra vecina de Sheung Shui, Chan, de 70 años, critica al gobierno de Hong Kong por haber actuado demasiado tarde, según ella.
“Si hubiera cerrado la frontera antes, no hubiéramos tenido que competir con los compradores de China continental que vinieron a comprar mascarillas”, señala.
AFP
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