Griselda Reyes: Tiempo de reflexión

Griselda Reyes: Tiempo de reflexión

Este miércoles, con la imposición de la ceniza, se inicia para los cristianos católicos un período de reflexión: la cuaresma. Es un ciclo que debería estar signado por la tolerancia, el amor al prójimo y el perdón.

No pretendo abordar el tema religioso porque, si bien soy católica practicante, entiendo y respeto profundamente que muchos hermanos venezolanos profesan otros credos.

Pero sí quiero rescatar del cristianismo algunas de sus enseñanzas, especialmente porque creo que su práctica haría de la Tierra un planeta más humano, más amigable, mejor: la humildad, la misericordia, el amor, la solidaridad, la tolerancia y la compasión.

Venezuela cuenta con una población noble, eso es indiscutible. Lo llevamos en el ADN. Pero esa misma gente ha sido golpeada de manera salvaje y sistemática durante dos décadas, por parte de quienes han intentado imponer el socialismo como modelo de gobierno. Hoy millones de personas son víctimas de la peor inequidad provocada por la iniquidad de sus principales protagonistas: Hugo Chávez – Nicolás Maduro.

La población se encuentra en una situación límite, porque a partir del año 2013 – con el desplome de los precios del petróleo en los mercados internacionales – y las malas prácticas administrativas aunadas a una descontrolada corrupción, Venezuela entró en el círculo vicioso de la pobreza.

No solamente tenemos la mayor hiperinflación del mundo, sino que también ostentamos el deshonroso primer lugar con la mayor caída del Producto Interno Bruto (PIB) y la mayor destrucción de empleos en América Latina.

La semana pasada el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), reveló que en Venezuela 9,3 millones de personas – casi la tercera parte de la población –, padecen inseguridad alimentaria moderada o severa, esto quiere decir que uno de cada tres venezolanos pasa hambre. Díganme si esto no es un drama social. La inseguridad alimentaria es definida por el PMA, como “la incapacidad de una persona para obtener los requerimientos dietéticos básicos”.

El hambre es tal, que los investigadores se encontraron que entre las estrategias de supervivencia adoptadas por los venezolanos están que 33% de los hogares ha aceptado trabajar a cambio de comida – como en tiempos de los esclavos –, y 20% ha vendido bienes familiares para cubrir necesidades básicas.

Sin ahondar más en las cifras ofrecidas por el organismo internacional – porque quienes trabajamos en los sectores vulnerables palpamos a diario la necesidad sentida –, sí quiero dejar manifiesta la indignación que nos produce el hecho de que quienes están en el poder se niegan, por una cuestión de soberbia, arrogancia, insolencia y de abuso de poder, a darle puerta franca a la ayuda humanitaria internacional para paliar – no resolver – los efectos de la crisis por ellos causada.

Miles de venezolanos han muerto en el último sexenio por enfermedades asociadas a la desnutrición y por el colapso del sistema de salud público, entre ellos neonatos, niños y adolescentes, mujeres embarazadas, ancianos, enfermos crónicos, trasplantados, pacientes con Sida, y pacientes con cáncer, entre otros; casi 5 millones de personas se han desplazado a otros países por el hambre y porque no hallan en Venezuela posibilidades de desarrollo y progreso; tenemos una generación con retrasos importantes de crecimiento y de aprendizaje por la malnutrición, que no podrán recuperar sus capacidades cognitivas; y toda nuestra infraestructura eléctrica, vial, hidrológica, energética y de telecomunicaciones no soporta más desidia y negligencia.

Ante una situación como esta aspiramos que en algún momento se imparta justicia contra quienes violaron los derechos humanos más elementales de los venezolanos como la vida, la salud y la alimentación. La impunidad no puede seguir reinando, por eso seguiremos luchando por el restablecimiento de la institucionalidad y del Estado de Derecho en el país.

Sin embargo, queremos hacer un llamado de atención para que quienes hacemos oposición a Nicolás Maduro y su modelo socialista, nos pongamos la mano en el corazón y en un verdadero acto de contrición no solamente reconozcamos los errores cometidos hasta ahora, sino que asumamos con valentía la responsabilidad que, como ciudadanos, tenemos en adelante con el país.

Nos hace falta mucha humildad. Del desgobierno no diré nada más, porque sabemos que en ellos no existe el arrepentimiento, pero que en la oposición existan personajes que hablan a nombre de los venezolanos y sus miserias mientras, por debajo de cuerda, negocian quién sabe qué prebendas, es inaceptable.

La soberbia es mala consejera, especialmente para los políticos que aspiran ganarse el favor del electorado. Chávez fue un fenómeno político y comunicacional que supo conjugar como pocos, su carisma con la arrogancia. Hoy vemos los resultados de esa peligrosa mezcla: un país fracturado, dividido, despedazado, odiándose por cualquier cosa, resintiéndose por lo que unos opinan de otros, con unas heridas tan profundas que habrá que trabajar mucho sobre ellas para intentar sanarlas.

Y volviendo a mis líneas iniciales apelo a las enseñanzas del cristianismo: hagamos una reflexión profunda e intentemos poner en práctica los valores de la humildad, la misericordia, el amor, la solidaridad, la tolerancia y la compasión.

Perdonar al otro – aunque no se lo merezca – hace libre a quien otorga el perdón, pero también lo enseña a ser más tolerante.

Tolerar es aceptar y respetar a quien piensa y obra distinto a nosotros porque, afortunadamente, cada ser humano es perfecto a su manera, único e irrepetible y allí radica nuestra riqueza.

Ser humildes y reconocer que no tenemos la razón absoluta. La visión que tenemos sobre cualquier tema depende de referentes externos, pero también de la formación y de las vivencias que hemos tenido a lo largo de nuestras vidas.

Rectificar. En nuestra condición humana podemos errar, pero también cambiar de parecer porque no somos estáticos. Nuestro campo visual puede ser mucho más amplio cuando escuchamos, debatimos e interactuamos con quienes tienen opiniones contrarias.

No juzguemos ni critiquemos a otros por opinar o pensar de manera distinta. Lamentablemente en nuestro país esto se ha convertido en un deporte nacional y cualquier cosa que una persona diga, es blanco de ataques por parte de otras, sin siquiera conocerse.

Ejerzamos la solidaridad, el amor y la compasión con quienes están en peores condiciones. En Venezuela hay millones de personas que necesitan que les tiendan una mano, y mientras el desgobierno y sectores de la oposición se pelean entre sí, otros podemos hacer la diferencia.

Comencemos a accionar en positivo. Un país entero está a la espera de respuestas. Tendamos la mano para ayudarlos a ser ciudadanos ejemplares, conscientes de sus derechos y deberes, capaces de entender que cada quien es capitán de su destino. Si todos remamos en la misma dirección, la recuperación de Venezuela irá viento en popa.

@Griseldareyesq

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