Desde hace una semana, el mensaje constante de las autoridades italianas para frenar el contagio del coronavirus ha sido #IoRestoACasa, “Yo me quedo en casa”, una simple directriz que sin embargo unas 51.000 personas sin hogar no pueden cumplir, lo que empeora su ya precaria situación y les hace más vulnerables.
A pocos metros de la Columnata de Bernini en la Plaza de San Pedro, en Roma, se encuentra uno de los únicos centros abiertos en la ciudad para acoger a personas “sin techo” y que se refugien del virus. “No podemos cerrar las puertas a quien no tiene nada”, dice a Efe la doctora Lucia Ercoli.
Ercoli es la máxima responsable del equipo médico del centro, propiedad del Vaticano e inaugurado por el papa el pasado noviembre, una instalación “fundamental” después del decreto de cierre total de todo el país emitido por el Gobierno italiano, que provocó que “todo el sistema asistencial quedara congelado”.
Aquí acuden entre unas 100 o 120 personas a la semana para recibir servicios que en esta situación de emergencia no pueden conseguir: “muchos de ellos no pueden acceder a médicos de base porque está contraindicado acudir a los hospitales”.
El Instituto de Medicina Solidaria, la ONG que dirige Ercoli, se encarga de proporcionar fármacos a todos aquellos con enfermedades crónicas que agravarían la enfermedad en caso de contraer el COVID-19, como diabetes, hipertensión o tabaquismo.
Además, proporcionan comida y un “importantísimo” servicio de baños y duchas, ya que con el cierre de los bares las personas sin hogar no pueden lavarse las manos y mantener la higiene necesaria para prevenir el contagio del virus.
Y es que los “sin techo” son un grupo de riesgo por muchos motivos y representan “una bolsa de población en la que el virus podría asentarse de manera muy fuerte”, advierte la médica, que responde a estas preguntas en uno de sus escasos momentos libres.
“Les explicamos cómo protegerse en condiciones de absoluta precariedad, son personas que muchas veces no pueden acceder a las recomendaciones de higiene”, por lo que desde su equipo médico imprimen, reparten y explican el decálogo sanitario emitido por las autoridades.
En un momento en el que el país se encuentra totalmente paralizado, con cualquier comercio no indispensable cerrado y las personas confinadas en sus casas, mucha gente que vive en la calle pierde el escaso sustento proporcionado por los transeúntes que les daban dinero.
“Ahora es muy difícil encontrar un albergue abierto”, continúa Ercoli, razón de más según ella para mantener abiertas las puertas de este centro, cuyo mantenimiento económico corre a cargo de la Comunità Sant’Egidio y la Limosnería Apostólica.
La cooperativa social Binario 95 también dispone de una instalación cercana a la estación de Termini, donde se concentran para dormir decenas de personas y en el que proporcionan información sanitaria a quien la solicita.
Desde esta ONG alertan de que los centros públicos de acogida no están preparados para garantizar la asistencia a quienes pudieran dar positivo por el virus, ya que las personas sin hogar “son potenciales vehículos de contagio”, afirman en una nota.
Por ello lanzaron la campaña #VorreiRestareACasa (Me gustaría quedarme en casa), una réplica a la promovida por el Gobierno que busca llamar la atención sobre aquellos que no tienen dónde pasar la cuarentena.
Hasta el momento, el Instituto de Medicina Solidaria no ha registrado ningún caso sospechoso de coronavirus entre los que acuden a esta instalación, en un momento en el que en Italia ya hay más de 20.000 positivos y 1.809 fallecidos, 368 solo en un día, el peor aumento desde que se empezaron a registrar casos.
En Italia hay oficialmente 51.000 personas sin casa, según los últimos datos de 2014 del Insituto Nazionale di Statistica, aunque organizaciones como Binario 95 sitúan la cifra en números mucho más altos, con 20.000 solo en Roma. EFE