Comienzo estas líneas pidiendo disculpas a toda mi audiencia por haber estado más de un año sin escribir artículos; me tomé todo este tiempo para reflexionar y comunicar desde un punto de vista más humano. Este último año ha sido de aprendizaje, profundo y extenso, en un país que me acogió de la mejor manera y en donde día a día me levanto agradeciendo a Dios por las oportunidades brindadas.
Actualmente vivo en Colombia, más específicamente en la frontera con Venezuela. Acá, a diario me conecto con cientos de miles de compatriotas que cruzan a buscar lo más necesario para vivir. También conozco personas que viven en la calle y sobreviven de los ingresos que a diario generan. Unos, trabajan reciclando plástico, otros, se ganan la vida en las trochas de este lado fronterizo. Palabras más, palabras menos, nos cambiaron la vida.
Antes de que la pandemia del coronavirus Covid-19 nos tomara por sorpresa, Colombia estrenó un Permiso Especial de Permanencia, mejor conocido como PEP, el cual beneficia a venezolanos que ingresaron al país con sello de pasaporte con una estabilidad para tener un estatus migratorio legal.
Hasta el corte del 31 de diciembre de 2019, la cifra de venezolanos en Colombia (sólo ciudadanos con sello de ingreso en el pasaporte), era de 1.771.237, de los cuales, 1.017.152 no tenían un estatus migratorio legal. Una cifra realmente impactante, debido a que la migración ha sido de una manera acelerada.
Es verdad que Venezuela le abrió la puerta a más de 5 millones de colombianos, pero hoy no estamos para repetir una y otra vez esa cifra, eso es pasado y está en los corazones y en la conciencia de Colombia, ayudar a nuestro pueblo que llega a este país peregrinando.
Nuestra realidad en tierras neogranadinas es muy compleja. Estoy convencido que la cifra de venezolanos es mayor, sin ánimos de ofender a las entidades encargadas. La mayoría de migrantes venezolanos que atraviesan el paramo de Berlín lo hacen sólo con cédula, incluso, hay personas que ni eso tienen, ya que en nuestro país también nos arrebataron nuestro derecho a identificarnos. La frontera con Venezuela es extensa y muy fácil de ingresar por caminos no oficiales.
Es aquí donde reside el mayor problema que hoy enfrentan las principales ciudades de este país. La tasa de informalidad en Colombia era alta, antes de la llegada de cientos de venezolanos, imagínate el número exponencial de crecimiento ante la acelerada migración de nuestros connacionales.
La informalidad lleva a que nuestros hermanos venezolanos vivan exclusivamente de lo que hacen en el día a día. He tenido la oportunidad de conocer varias ciudades de Colombia y es común ver en todos los semáforos a nuestra gente buscando generar su ingreso diario para subsistir. Desde vendedores de café, agua, limpiadores de parabrisas hasta músicos y malabaristas. Todo lo que anteriormente se veía en las calles de Venezuela, en la actualidad se encuentran acá.
Es cierto que el Presidente Iván Duque desde el día uno de su administración dijo que lucharía para que regresara la democracia a Venezuela. Hoy por hoy, esas palabras siguen vigentes y lo demuestra una y otra vez. Los venezolanos estamos, sin duda alguna, agradecidos por cada acción que hace en pro de nuestro pueblo.
Las medidas tomadas por el mandatario en medio de esta pandemia han sido acertadas, quizás un poco tardías, debo suponer que fueron estudiadas con total determinación, pero al final de cuentas, acertadas.
Hoy, las autoridades colombianas enfrentan un nuevo reto: atender a nuestro pueblo en esta circunstancia histórica frente a un enemigo común, el coronavirus Covid-19. Es de suma preocupación lo que está pasando en el mundo. Las grandes potencias invirtieron en armas para una posible guerra, pero la verdad es que actualmente nos está matando un enemigo silencioso. Y ante este nuevo reto, nuestra raza debe aprender algo: unión y solidaridad.
Esta lucha que hoy estamos dando contra el Covid-19 la hacemos como la raza humana. Al final del día, este coronavirus no distingue entre religión, color, nacionalidad y clase social. Ha quedado demostrado que mientras más acatemos las medidas y más solidarios seamos, con mayor facilidad venceremos a esta pandemia mortal. He aquí nuevamente mi llamado a las autoridades de este noble y trabajador país: hay que ser solidarios sin ver la nacionalidad, hay que ser solidarios por el bien común.
De nada sirve que a pesar de que haya medidas que impidan el desalojo de hogares y ayudas económicas a los estratos de clase baja, nuestro pueblo sea excluido, ya que en su mayoría vive de lo que genera diariamente.
Por eso, este mensaje va dirigido especialmente a la respetable Alcaldesa de Bogotá, Honorable Claudia López; sé que para su administración son días difíciles. Dios pone retos para asumirlos con total serenidad y sabiduría. En sus manos está ayudar a nuestra gente, aquella que salió de mi país por culpa de unos criminales que destruyeron una nación rica y productiva.
Quienes hoy piden un poco de su solidaridad como alcaldesa, lo hacen porque en nuestro país están condenados a vivir en la miseria. A pesar de que las condiciones de vida acá son de extrema pobreza para la mayoría de nuestra gente, prefieren quedarse porque hay lo mínimo, un plato de comida. Usted es hija de una mujer humilde, de una profesora que con su trabajo pudo sacarlos adelante y hacerlos personas de bien. En las calles de Bogotá hay cientos de miles de profesoras que viven del día a día y no pueden convalidar sus títulos por diversas razones. Ellas también tienen hijos que esperan verla llegar en las noches con el pan de cada día.
A quienes causan problemas, que les caiga todo el peso de la ley. A quienes vienen en busca de una nueva vida: solidaridad. Juntos lograremos cosas increíbles.
Ingeniero Freider Gandica.
@FreiderGandica.