Científicos del noreste de China llevan semanas estudiando cómo afecta el coronavirus a los animales y recientemente llegaron a dos conclusiones contrastantes respecto de gatos y perros: advirtieron que los primeros pueden ser infectados con el COVID-19 y pueden transmitirlo a otros gatos. Los perros, en cambio, parecen menos susceptibles al contagio.
Por: Infobae
Miembros del Instituto de Investigación Veterinaria de Harbin confirmaron que, como parte de un estudio aprobado por el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de China, pudieron infectar con el virus a un gato de 8 meses de edad después de ubicarlo junto a tres jaulas con gatos a los que les habían inyectado grandes dosis de COVID-19.
El experimento señaló que aunque ningún gato infectado mostró ninguno de los síntomas que padecen los humanos, todos tenían anticuerpos en la sangre que mostraban que habían combatido el virus.
El mismo equipo en Harbin realizó un experimento similar en cinco perros de raza Beagle de 3 meses de edad. Detectaron el virus en hisopos rectales de tres, ysólo dos tuvieron una respuesta inmune. Dos otros perros no expuestos que se mantuvieron en la habitación con ellos durante dos semanas dieron negativo.
Todos los animales fueron sacrificados después de las pruebas.
Estos hallazgos fueron reportados luego de que Hong Kong informara el martes de su primer caso de un gato infectado y después de que dos perros también dieran positivo en las últimas semanas. Todos eran mascotas de personas con COVID-19. A fines del mes pasado un gato en Bélgica también dio positivo.
De todas maneras, los expertos aún sostienen que no hay evidencia de que las mascotas sean capaces de infectar a los humanos. La viróloga Linda Saif de la Universidad de Ohio explicó a la prestigiosa revista Nature que los científicos de Harbin dieron a los animales dosis muy altas del virus, que no reflejan las dosis reales que podrían recibir en la vida cotidiana.
Cambios en el consumo de animales
Shenzhen, una de las mayores ciudades de China, anunció esta semana que incorporará en mayo la prohibición de comer perros y gatos a la de comerciar y consumir animales salvajes, impuesta en el marco de la crisis del coronavirus.
En su página web, el Gobierno municipal asegura que se trata de la “regulación más estricta” que se ha impuesto en China desde que las autoridades nacionales iniciaron una campaña contra el consumo de animales salvajes tras las sospechas de que el brote de COVID-19 pudo estar relacionado con un mercado de Wuhan donde se vendían.
La lista de animales terrestres permitidos se limita a cerdos, vacas, ovejas, burros, conejos, pollos, patos, ocas, palomas y codornices, así como a “otros incluidos en el Directorio Nacional de Recursos Genéticos de Ganado y Aves Domésticas”, donde también figuran otras especies como búfalos, camellos o caballos.
Queda así prohibido también comer animales como serpientes o lagartos; sin embargo, la megalópolis suroriental también permitirá seguir consumiendo productos acuáticos que no estén específicamente prohibidos, como tortugas o sapos.
Quienes sigan consumiendo animales salvajes tendrán que enfrentarse a multas de, como mínimo, 150.000 yuanes (21.130 dólares, 19.320 euros), mientras que quienes los vendan harán frente a sanciones que comienzan por 100.000 yuanes (14.090 dólares, 12.880 euros).
Las asociaciones animalistas celebraron la decisión: “Es la primera ciudad en China que prohíbe la producción y el consumo de carne de perro y gato”, indicó en un comunicado Humane Society International. “Shenzhen es la quinta ciudad más grande de China y, aunque el comercio de carne de perro es relativamente pequeño allí en comparación con el resto de la provincia, el verdadero significado (de la ley) es poder generar un efecto dominó para que otras ciudades sigan sus pasos”, apunta el documento.
Según las estimaciones de esa organización, cada año se matan 10 millones de perros y 4 millones de gatos para su consumo en China. No obstante, pese a los estereotipos, la ingesta de estos animales no es habitual en China y cada vez, especialmente entre los más jóvenes, hay más oposición social a que se permita hacerlo.