En este doloroso lapso de crisis económica, social, política y de mentalidades, que ha destruido prematuramente a tantos, truncado su vida y sus sueños, impedido soluciones para superar el desastre, hay un número significativo de ciudadanos decentes y valiosos que, con conocimientos sólidos y experiencia, dignidad desafiante y alto sentido del logro, ha seguido hilando futuro, mediante un trabajo incesante y diverso para articular el proyecto del país que merecemos y queremos construir entre todos. El propósito, revertir las calamidades en todos los ámbitos de la vida nacional provocadas por una banda de mafiosos, que usurpó el Estado venezolano, al penetrar con sus estructuras criminales todas las instituciones políticas. Ese es el legado de Chávez.
Sin ley ni mando, que no sean los del propio usurpador Maduro y sus cómplices, la barbarie ha sido convertida en norma por un grupo de facinerosos, colectivos autoproclamados defensores de la “revolución”, que son brazo armado del régimen para control social por medio del terror. En el barrio 23 de Enero de Caracas, el resultado ha sido el asesinato vil de 3 personas de la comunidad, que jugaban dominó a la puerta de su casa a las 6 de la tarde del sábado 21 de marzo, e hirieron a otras 5, sin respeto a los más elementales derechos humanos. En lugar de pedirles que se resguardaran por la cuarentena, dispararon a mansalva al rostro y cabeza de los fallecidos.
El 22 de marzo pasado, funcionarios con armas largas, cubiertos con pasamontañas, después de tratar de tumbar la puerta de su casa a golpes, detuvieron al periodista Darvinson Rojas y a sus padres, al parecer por haber revelado en twitter las cifras reales del Coronavirus en Venezuela. Así han detenido también a médicos que alertaron sobre el virus y reclamaron las peligrosas condiciones de desprotección en las que trabajan. Cada vez más el régimen que preside Maduro recurre a las fuerzas de exterminio, se sostiene en los militares y pierde gobernabilidad porque nada funciona.
La pandemia ha mostrado una vez más el rostro feroz de la represión sistemática, el uso abusivo y desproporcionado de las fuerzas militares y policíacas, la discrecionalidad y corrupción de estos, también frente al agotamiento de la gasolina, el terrorismo de Estado, la intimidación a la gente y la violencia contra personas indefensas. Como no han bastado las persecuciones para “normalizar el horror”, resurge con peor virulencia la táctica del secuestro, además de la ya usual detención arbitraria e ilegal por parte del régimen. Han detenido a periodistas y médicos por no callar el alcance de la crisis sanitaria y ahora, para acorralar e intentar quebrar la moral del presidente interino Juan Guaidó, en menos de un mes, han sido apresadas 10 personas de su equipo o de su entorno cercano.
Las presiones internacionales y las internas no han bastado para derrotar la tiranía, que se apoya también en negocios ilícitos y en los peores regímenes del planeta: Cuba, Rusia, Irán, Turquía, Siria, China, Corea del Norte, Nicaragua. Por eso son claves las alianzas sociales y políticas que ha recogido el “Pliego Nacional de Conflictos”, al cual es preciso sumar empresarios y FF.AA., junto con el apoyo de los gobiernos demócratas del mundo. Frente a fusiles y ametralladoras, la ruta es política y la estrategia hacia la democracia y la libertad, un gobierno de emergencia nacional donde confluyan todos los sectores políticos, con cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones presidenciales libres y transparentes supervisadas por organismos internacionales, sin Maduro ni su camarilla en el poder.
Cuando en marzo pasado resurgía el impulso de más presión interna y de retomar las calles, un nuevo enemigo microscópico irrumpe, convertido en pandemia de alcance planetario. Juan Guaidó nombró una comisión de alto nivel científico con reconocidos especialistas médicos, asociaciones, sociedades, cátedras, academia, agrupaciones diversas y el gremio de enfermería, para enfrentar y superar la emergencia de la pandemia de covid-19, consciente de la vulnerabilidad que enfrenta Venezuela por el colapso del sistema de salud.
Todo el aparataje y estructuras de salud pública construidos desde la década de 1940 en adelante, ha sido destruido y saqueado en los 21 años de chavismo. El 80% de la población no recibe agua por tuberías. Las redes de distribución en muchas regiones del país, sin mantenimiento ni supervisión ni reposición de los tramos rotos, se deshacen de la herrumbre. Y dejan sin servicio a poblaciones enteras. En las zonas de Caracas a las que llega agua corriente, el suministro es de 1 o 2 días a la semana por Hidrocapital. La involución ha llegado a tal punto, que hoy proliferan los pozos subterráneos financiados por los copropietarios en residencias y complejos familiares. Ni hablar del colapso del sistema eléctrico y su inestabilidad en todas las regiones del país.
El régimen bloquea las páginas de información puestas al servicio de todos los venezolanos para prevenir el COVID-19. Maduro sostiene falsedades al decir que las sanciones impiden la llegada de medicinas e insumos médicos. El área de salud nunca ha sido bloqueada por sanciones (que no tienen más de un año), ni tampoco la de los alimentos, como aclaró el presidente Guaidó. Hoy, frente a una pandemia planetaria tan agresiva y contagiosa, Venezuela está al borde de una catástrofe. Todos somos corresponsables. Pero no podemos solos, como dijo el presidente Guaidó. La lucha de los demócratas en el país ha sido permanente, heroica y trágica. Pese a los pronósticos pesimistas, la Venezuela valiosa y decente, en el país y en el exterior, surgirá victoriosa cuando la justicia que no prescribe, por encima de los intereses particulares, se imponga contra los criminales de lesa humanidad y se reconstruyan todas las instituciones y el tejido social venezolano.