Un consorcio internacional de científicos está investigando si las células inmunes hiperactivas son las causantes de los casos más graves de COVID-19, los que desarrollan el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) que en la mayoría de los pacientes requiere ventilación mecánica y que, en los peores casos, provoca la muerte.
Determinar si estas células son o no la causa podría abrir una nueva vía de tratamientos contra el COVID-19.
Y es que una respuesta inmunitaria eficiente protege contra muchas enfermedades pero a veces esa respuesta puede ser ineficiente -permite que las enfermedades se desarrollen- o hiperactiva, que causa enfermedades autoinmunes y ataca al propio cuerpo.
El consorcio, denominado NETwork y formado por once organizaciones internacionales, entre ellas el Laboratorio Cold Spring Harbor, los Institutos Feinstein de Investigación Médica y el Instituto de Investigación del Centro de Salud de la Universidad McGill (RI-MUHC), investiga si las células inmunes hiperactivas están detrás de los casos más graves de este coronavirus.
Un artículo publicado hoy en el Journal of Experimental Medicine recuerda que los pacientes con infección grave por COVID-19 desarrollan el Síndrome de Dificultad Respiratoria Aguda (SDRA), con inflamación pulmonar, secreciones en las vías respiratorias, daño pulmonar extenso y coágulos de sangre, unos daños difíciles de manejar y que suelen requerir ventilación mecánica, y aún así, gran número de pacientes mueren.
Los investigadores sugieren que la gravedad de COVID-19 puede ser el resultado de la hiperactividad de los glóbulos blancos conocidos como neutrófilos, presentes en el torrente sanguíneo y capaces de detectar y eliminar a las bacterias.
Para ello, los neutrófilos usan trampas extracelulares (NET’s), redes de ADN que liberan sustancias que inmovilizan, atrapan y destruyen a los microbios pero que en el caso de SDRA, sin embargo, atacan también al tejido pulmonar y a otros órganos.
“Dadas las claras similitudes entre la presentación clínica de COVID-19 grave y otras enfermedades conocidas impulsadas por redes, como el SDRA, proponemos que el exceso de redes puede desempeñar un papel importante en la enfermedad”, avanza Betsy Barnes, autora principal y profesora de los Institutos Feinstein.
“A medida que las muestras de los pacientes vayan estando disponibles, será importante determinar si la presencia de los NETs se asocia con la gravedad de la enfermedad y las características clínicas particulares de COVID-19”, advierte.
“Las redes fueron identificadas en 2004, pero muchos científicos nunca han oído hablar de ellas. La mayoría de los investigadores del consorcio han trabajado en redes de otras enfermedades, y cuando empezamos a oír hablar de los síntomas de los pacientes de COVID-19, nos sonó familiar”, explica el biólogo oncológico del Laboratorio Cold Spring Harbor, Mikala Egeblad, autor principal del trabajo.
Jonathan Spicer, científico clínico del RI-MUHC y profesor adjunto de cirugía de la Universidad McGill, es un cirujano torácico que ha sido testigo de los efectos devastadores de la infección por COVID-19 : “Vemos en estos pacientes un grave daño pulmonar conocido como SDRA, otro grave problema causado por el exceso de redes y que se observa en los casos de gripe grave”.
“Además, sus vías respiratorias suelen estar obstruidas con moco espeso y, a diferencia de la mayoría de las infecciones pulmonares graves, estos pacientes tienden a formar pequeños coágulos en todo el cuerpo a un ritmo mucho mayor de lo normal. También se han encontrado NETs en la sangre de pacientes con sepsis o cáncer”, recuerda Spicer.
Los investigadores estudian si los NETs son una característica común en los casos de COVID-19, ya que, de ser así, sería posible utilizar una nueva vía de tratamientos contra este coronavirus, los que ya se usa en otras enfermedades provocadas por los NETs y los neutrófilos, como la fibrosis quística, la gota y la artritis reumatoide, y que podrían amortiguar la actividad de los NETs en los pacientes con COVID-19 y reducir la necesidad de ventilación mecánica invasiva. EFE