El miedo al coronavirus y su mantra “quédate en casa” están vaciando las calles cubanas, con una excepción: los comercios. Allí las colas y aglomeraciones para conseguir productos básicos como el pollo o el detergente crecen a pesar de las medidas de distanciamiento social.
“No he tenido suerte hasta ahora, voy a ver si lo consigo esta vez”, declara a Efe María Caridad, un ama de casa de 56 años que guarda fila frente a la puerta de un supermercado del barrio de Miramar, al noroeste de La Habana.
Su objetivo es comprar pollo. Ya lo intentó dos veces antes esta semana, pero “las colas eran inmensas” y tuvo que regresar con las manos vacías porque necesitaba “atender la casa”. Hoy espera mejor suerte porque solo hay 25 personas en la fila, un sacrificio menor para el premio de conseguir la carne blanca, más codiciada incluso que la de cerdo por su precio relativamente económico y su escasez intermitente en el mercado.
El pollo también forma parte de la libreta de racionamiento por la que el Estado entrega alimentos subvencionados a la población, aunque la ración no alcanza los 500 gramos al mes.
ESCASEZ Y LARGAS COLAS
El desabastecimiento de productos básicos -desde el pollo hasta el aceite vegetal, la leche, el detergente o el lavavajillas- no es algo nuevo en Cuba, donde los estantes de los comercios están a menudo semivacíos por las endémicas apreturas económicas que atraviesa el país desde los años 90.
La intensificación del embargo de EE.UU. en los pasados meses, la crisis de su aliada Venezuela y ahora la del coronavirus han agravado la escasez y provocado que los habituales tumultos a las puertas de los establecimientos crezcan, en lugar de reducirse, en un momento en el que se exige limitar al máximo las interacciones sociales.
Pero nadie quiere confinarse en casa sin antes asegurar las provisiones ante un futuro incierto.
“No ando muy en falta, pero no quiero que me falte después. Ahora me dijeron que no había detergente pero voy a comprar otras cosas como yogur”, declara, por su parte, Bertila, que invierte en largas filas bajo el sol parte del tiempo libre que le deja su trabajo de contable para una empresa estatal.
En esta pandemia las colas son el mayor quebradero de cabeza para las autoridades cubanas que, por lo demás, han logrado concienciar a una población en general obediente que ya no sale a la calle sin mascarilla, suele guardar las distancias e incluso renuncia -salvo excepciones- a los otrora imperativos saludos con besos y abrazos.
Así, la cola frente al supermercado donde llegó el codiciado pollo está supervisada por hasta cinco agentes de policía para asegurar que todos lleven puesto su “nasobuco”, que guarden las distancias en la medida de lo posible y, sobre todo, que la frustración por la larga espera no desemboque en conflictos físicos.
COLADERAS, COLEROS Y CONFLICTOS
“Aquí el otro día no se jalaron los moños de milagro, porque estaba la policía”, comenta a Efe María, una empleada doméstica del barrio habanero de San Agustín, donde, asegura, los roces son permanentes debido a lo que ella define como “la coladera”, en alusión a la inventiva de los cubanos para obtener los artículos deseados sin aguardar horas en fila.
Los protagonistas de la “coladera” no son otros que los “coleros”. El modus operandi de estos cuestionables emprendedores es el siguiente: identificar un comercio que va a recibir un producto escaso; acudir a la puerta la noche anterior, solo o acompañado de familiares o asociados; guardar el turno a una o varias personas que no desean pasar la madrugada a la intemperie; y, cuando llega la oportunidad de compra por la mañana tras la estoica espera, colar o ceder su turno a los anteriores, que le gratificarán con entre uno y dos pesos convertibles (dólares) por persona.
Otra variante del oficio, ahora desincentivada por la presencia policial en las filas, es la de los coleros revendedores, que acaparan los artículos más demandados y después los comercializan “por la izquierda” a precios mayores.
En ocasiones esto genera disputas, en especial cuando se acaban las existencias y quienes han dedicado media mañana a hacer la cola del pollo para llegar al mostrador ya vacío culpan de su infortunio a los “coleros” por haber calzado impunemente a otros clientes en la fila.
MEDIDAS DRÁSTICAS Y SOLUCIONES ONLINE
Con 27 fallecidos, menos de un millar de positivos y sin mostrar crecimiento exponencial de los contagios, de momento Cuba mantiene a raya al coronavirus, al menos en comparación con otros países.
El Gobierno ha impuesto las medidas más estrictas -a excepción del confinamiento obligatorio- suspendiendo incluso los servicios de transporte público o privado, lo que ha convertido a La Habana en una de las pocas ciudades del mundo en las que ya no circulan autobuses ni taxis. Esto, sumado al cierre de los centros comerciales de mayor capacidad, contribuye a evitar la excesiva concentración de compradores en una serie de enclaves específicos.
Con todo bajo control excepto las colas, y conscientes de que estas podrían ser el único foco importante de transmisión, las autoridades también instaron a solicitar los productos básicos en tuenvio.cu, una nueva plataforma de comercio electrónico creada en enero y que ofrece entregas a domicilio.
Lejos de aliviar el problema la iniciativa generó nuevas aglomeraciones, en este caso en los bancos para abrirse cuentas y tarjetas necesarias para el pago. A esto se suma que la página web quedó fuera de servicio al saturarse los servidores.
De este modo, los cubanos con acceso a internet se han unido masivamente a grupos en las plataformas Whatsapp y Telegram donde comparten información sobre la disponibilidad de productos en las tiendas, e incluso sobre el tiempo de espera estimado, categorizado como #colita, #cola o #colota.
En estas y otras redes ha quedado patente también que nada escapa al “choteo” cubano, pues uno de los “memes” más compartidos estos días asegura: “Si agarro coronavirus diré que me contagié en Europa. ¡Ni muerta digo que fue en la cola del pollo!”.
EFE