Indiscutiblemente, vivimos en la era de la incertidumbre, cuando pensábamos que era el momento protagónico para las ciencias y las tecnologías o de la revolución científico – tecnológica. El coronavirus amplifico una vulnerabilidad mundial que conecta con el análisis hermenéutico como algo que se debe deslizar en nuestras formas de observar con agudeza el mundo: “Mirar el bosque y no un árbol”, y no solo en la vida cotidiana en la que pasamos de un momento a otro a un inducido arresto domiciliario familiar, sino en las prácticas de nuestro modo de vida, algo muy significativo como reconfigurar la organización compleja de la sociedad, la política, trabajo, economía, la cultura como un todo. Post coronavirus, jamás podemos ser los de siempre, es un axioma el mundo no será el mismo, de lo contrario la lección o la prueba natural no alecciono. Lo que nos está ocurriendo va derivar en una nueva conducta, cosmovisión – acción del ser humano. Es imperioso enfocarnos en la comprensión que la arrogancia y la soberbia no pueden estar nunca sobre la lógica.
Robert Merton quien en su obra Social Theory and Social Structure publicada en 1957 sostiene que la anomia es producto de la fragmentación de la estructura cultural de la sociedad. Debido a la transformación de la sociedad y al paso de una tradicional a otra moderna, se ha producido la desorganización de las normas culturales, con un desfase entre los objetivos establecidos como legítimos y los medios considerados como tales para alcanzarlos jugando, en dicho proceso, un papel trascendente las variables socioeconómicas. A lo largo de su vida y a partir de la socialización, los individuos van aprendiendo qué fines son los que como miembro de su sociedad debe alcanzar y qué medios son legítimos para hacerlo. Por diversas situaciones, sin embargo, se puede generar una desorganización cultural donde los individuos se encuentren atrapados en la imposibilidad de alcanzar los fines ideales ante la verificación de la falta de herramientas necesarias para hacerlo. Como consecuencia de ello, y ante el sentimiento de frustración que ello les genera, se fomenta en los individuos la búsqueda de alternativas para tratar de reducir dicho sentimiento, ya sea a través del establecimiento de nuevos fines o de nuevas formas para alcanzar los definidos por la sociedad. Esta situación es consecuencia de cambios sociales y se presenta a nivel individual y no grupal, social.
En nuestro contexto, la anomia social es un fenómeno que se manifiesta a diario en el estado anímico y en el comportamiento social del grupo afectado, los venezolanos. Es la respuesta a la desesperanza, ausencia de fe y a las desigualdades políticas, sociales y económicas; conectadas de manera directa a la corrupción, al nepotismo, a la injusticia. En otras palabras, la anomia social ha transfigurado el carácter social de los venezolanos y le ha origina modelos de conducta con ciertas complejidades que se producen en la ideología dominante y se imponen desde el gobierno central y sus instituciones.
Mientras la oposición aún continúa trazando algunos de sus diversos objetivos, el gobierno de Maduro estratégicamente potencia el fenómeno de la anomia y apunta hacia lo mediático para continuar su plan de la psicología inversa, además, contando aún con algunas fortalezas relativas (TSJ), su desafío permanente es y será reflotar su agotada revolución. Para nadie es un secreto que la mayoría de los venezolanos viven un eterno estrés, desanimados, agobiados por la crisis económica, social, valores, obstinados de los discursos oficialistas apuntalados donde lo malo es bueno y lo bueno es lo malo.
En síntesis, la pandemia del coronavirus en su complejidad es entrelazada con la anomia social, articulándose una visión sesgada del gobierno Maduro cuyo desarrollo depende de aprovechar en su favor la cuarentena colectiva y lo “legal”, controlar a su antojo lo social y económico, ayudas humanitarias, los proyectos de salud, los proyectos de educación… del todo sobre sus partes. El gobierno mantiene sus movientes bien orientados hacia una estabilización que le permitiera mantenerse en el poder nacional por un poco más de tiempo. No obstante, es revelador vincular las estrategias y tácticas de Maduro en tiempos del coronavirus con la potenciación del fenómeno de la anomia socia como una de sus últimas esperanzas para no perder el legado de Chávez.
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