Emeterio Gómez fue un marxista convencido en las décadas remotas, conocedor de esas fuentes y, como pocos, había estudiado pormenorizadamente El capital y escrito a favor del propio Marx. Pero poco a poco, fue descubriendo que las fórmulas comunistas estaban equivocadas y nos llevarían al más completo desastre, como en efecto ha ocurrido en el presente siglo. Incursionó en la literatura liberal con audacia, sin complejos. Por supuesto que, al romper con ellos, sus viejos camaradas también de prosapia izquierdosa, lo atacaron, trataron infructuosamente de descalificarlo, aunque no pudieron con la inteligencia y la valentía de Emeterio, quien – además – pregonó abiertamente el libre mercado en Venezuela. Llegó el momento en que sus críticos no se arriesgaban a la más sencilla polémica con él, porque – sencillamente – no le llegaban a los tobillos, no sólo en el conocimiento económico sino en el ámbito de la filosofía. Y, aún ante de que Chávez llegase al poder, sobraron las advertencias de Emeterio al igual que fueron abundantes sus estudios y sus propuestas. Incluso, defensor del sector privado a carta cabal, era atacado por sectores de empresarios que siempre esperaban una dádiva, un crédito, un bono del Estado.
Aquejado por una larga enfermedad, fallece fuera del país al que tanto quiso, su familia logró sacarlo y costear en todo lo posible el tratamiento médico para el cual ya no tenía recursos ni posibilidades en su país. Fue ejemplar su ruptura histórica, y sus libros como su enseñanza, constituyen una invalorable herencia para quienes nos tocará reconstruir a Venezuela al desaparecer la peste roja.