Guillermo Ramos Flamerich: El Covid-19 en América Latina, esbozo de análisis en medio de la crisis

Guillermo Ramos Flamerich: El Covid-19 en América Latina, esbozo de análisis en medio de la crisis

La pandemia global del coronavirus es un evento conocido e inédito al mismo tiempo. Conocido, porque a lo largo de la historia la humanidad ha padecido de pestes y epidemias que han alterado el rumbo de lo que hasta entonces se tenía como la normalidad. Inédito, ya que es la primera en tiempo real, en un mundo altamente interconectado, e interdependiente, y en el que, a pesar de algunas advertencias aisladas, en buena parte de la opinión pública la memoria de situaciones similares precedentes, quedaba entre lo anecdótico y lo superado. 

En América Latina se confirmó el primer caso de COVID-19 el 26 de febrero de 2020. Un hombre de negocios de 61 años, el cual regresaba a Brasil desde Italia, se había contagiado. A partir de esa fecha, y hasta la actualidad, el virus se ha propagado por todos los países de la región. El propósito general de este trabajo es intentar entender, en grandes líneas, como la aparición de esta pandemia moldea y modifica la geopolítica de la América Latina. A pesar de ser un evento excepcional y todavía en curso, esperamos trabajarlo bajo tres premisas fundamentales. La primera de ella, el manejo de la epidemia, tanto como problema de salud pública, como problema comunicacional. Lo segundo, el impacto político que esto trae consigo en una región marcada por un 2019 convulso y la larga pugna entre democracia, demagogia y autoritarismo. La tercera, unas breves líneas sobre el panorama económico a corto y mediano plazo. 

El impacto sanitario y su manejo comunicacional:





La Organización Mundial de la Salud (OMS) estructura mediante seis componentes esenciales el marco en que deben desarrollarse los sistemas sanitarios a nivel global. El “six building blocks” está compuesto por: la prestación del servicio; la fuerza laboral sanitaria; los sistemas de información de salud; el acceso a las medicinas e insumos médicos; el financiamiento; y la gobernanza. El análisis en América Latina no se puede hacer como bloque, ya que los contextos y la institucionalidad que los arropa, crean diferentes realidades. Pero si podemos notar la capacidad de “resiliencia sanitaria”, es decir, de la manera que tienen estos sistemas de salud de adaptarse durante coyunturas inesperadas. El caso más emblemático ha sido el de Ecuador, con las imágenes de muertos en las calles de la ciudad de Guayaquil, un país que en la última década se veía desde la óptica del desarrollo económico y social, ha demostrado sus deficiencias de base. Caso similar, en una proporción menor, es el de Perú. El número de contagios ha llevado al gobierno a tomar medidas severas para tratar de frenar el avance del virus. 

En el otro lado de la balanza se tiene a Chile. Su gobierno atraviesa, desde el último año, una crisis que le ha dejado una imagen del nada favorable. A pesar de ello, esto no redunda en que no exista confianza, o al menos acatamiento, de lo emitido por las autoridades. Más allá de algunas polémicas por la mala comunicación hecha desde el gobierno, Chile ha destacado por una buena capacidad de detección; la implantación de una cuarentena focalizada a los lugares más afectados; y de poseer una fuerza laboral médica para prestar servicios. Algo parecido ha sido la estrategia del gobierno colombiano con la “cuarentena inteligente”, propuesta por el presidente de ese país.  

A simple vista pareciera no ser tan complicado emitir opinión sobre los gobiernos latinoamericanos que han tomado las decisiones correctas, y los que no. Pero al ser un evento excepcional, todavía es muy precoz emitir juicios. Lo que sí se puede ir evaluando es la capacidad del manejo comunicacional, lo cual redunda en la credibilidad de los líderes políticos y en la gobernabilidad de cada país. Un caso emblemático es Brasil, no solo por ser el país más grande de la región y el que presenta más casos. Sino por el negacionismo de su presidente Jair Bolsonaro, quien desestimó la importancia del virus y entró en conflicto con su ministro de salud, al cual destituyó, y con los gobernadores que apoyan la medida de “aislamiento social”. Bolsonaro, si bien ha sido criticado tanto en la prensa local como extranjera, su estrategia pareciera definirse en seguir polarizando la ya enfrentada arena política brasileña. El de erigirse como defensor de los trabajadores, y que la economía no le pase factura en su búsqueda por la reelección en 2022. 

Colocándose en el mismo lado, junto con su homólogo brasileño, se encuentra el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Su mensaje acerca de una “crisis pasajera” ha sido errático y de momento, se pudiera tomar hasta como en tono de burla. A pesar de las ideologías contrapuestas, es parte del club en el que no solo está Bolsonaro, sino su vecino del norte, Donald Trump, y en un primer momento el primer ministro Boris Johnson, en el Reino Unido. 

Otro ejemplo que destaca es el del presidente Nayib Bukele, de El Salvador. El 21 de marzo de 2020 compartió un video que fue aplaudido en las redes sociales y la prensa. Aparecía enérgico, tomando medidas poderosas y hablando fuerte a los empresarios del país. A pesar del efecto comunicacional, posteriormente ha sido criticado por la prisa de las medidas, la improvisación y, sobre todo, el carácter autoritario en que ha devenido su gestión.  

A su vez, gobiernos como el de Argentina o el de Uruguay, se han presentado más cautos, evaluando la pandemia a diario, y tratando de mostrar cohesión y coherencia en cuanto a sus medidas sociales y económicas. Un caso para ser tratado aparte es el de Venezuela, país que vive una crisis humanitaria sin equivalente actual en la región. Si bien se pudiera decir que el mensaje que han transmitido las autoridades, más allá de la pugna política existente, se ha mostrado moderado y se han tomado fuertes medidas de confinamiento apenas se conocieron los primeros casos, la gran duda recae sobre la veracidad de los partes médicos, del número de fallecidos y de mostrar capacidades de detección y atención que no se compadecen con la realidad.

El impacto político:

Así como hemos abordamos el término “resiliencia” para hablar del impacto sanitario, pudiéramos igualmente tomar este concepto desde lo político. Es decir, la capacidad que tiene un sistema político determinado, unas instituciones y un gobierno, de no perecer e intentar salir fortalecido ante una crisis. Es un tema de debate mundial si la pandemia traerá consigo un mayor auge de los nacionalismos y el reforzamiento de sistemas autoritarios. Por los momentos, lo que sí conocemos es que lo que se pudiera percibir como un mal manejo de la situación, va a ser utilizado por las oposiciones de los diferentes países democráticos, para ganar el favor de sus electores. 

En América Latina se pueden hacer varias lecturas y diferentes interrogantes. ¿Cómo la crisis del coronavirus afecta la consolidación del sistema democrático en la región? Si en los años noventa del siglo XX la mayoría de países vivían en sistemas democráticos, pero inestables y poca maniobra de acción, la década siguiente, el nuevo siglo, trajo un viraje en el que los asuntos sociales, el gasto público y la retórica populista, ponían en duda la fortaleza de las instituciones, en comparación con los carismas personales. A pesar de que en algunos países la democracia se ve más consolidada, en otros se nota su fragilidad y está rodeada de peligros. En Cuba, Nicaragua y Venezuela, esta no existe. 

Se presentan grandes dudas sobre la estela que va a dejar el coronavirus en las políticas locales. En los próximos tres años habrán elecciones presidenciales en: Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y República Dominicana. A su vez, en Chile este año se presentaba el debate sobre una nueva constitución que dejara de un lado la legalidad surgida en la dictadura de Augusto Pinochet. 

¿Habrá un giro de ciento ochenta grados en la política de estos países? De nuevo, un caso emblemático es el Ecuador del presidente Lenin Moreno. Elegido como continuador del legado de Rafael Correa, su viraje y enfrentamiento total con su antiguo mentor, y las noticias que llegan del coronavirus en ese país, además de un año 2019 cargado de protestas, ponen a prueba no a un gobierno, sino a la estabilidad de la democracia y el Estado ecuatoriano, el cual después de décadas de vaivenes, entre 2007 y 2017 consiguió estabilidad, pero con un alto grado de concentración de poder por parte del presidente. Lo mismo con Bolivia, la crisis sanitaria ha frenado la convocatoria de los comicios presidenciales, a meses de la salida abrupta del poder de Evo Morales. Es poco lo que se puede conocer realmente acerca del funcionamiento de las instituciones bolivianas más allá de la impronta personal que dejó atrás el líder depuesto. 

Caso aparte es el de Venezuela. Las acciones tomadas desde los Estados Unidos por la administración Trump, en plena pandemia global, ofrece algunos indicios del camino que puede tomar la ya prolongada crisis en este país. Lo que se sabe al momento es que ante la aparición del coronavirus, en Venezuela las manifestaciones políticas en la calle están suspendidas; la cuarentena ayuda a Nicolás Maduro a continuar su control por medio de la fuerza; y si desde mediados del año 2019, parecía que existía una liberalización de la economía, la amenaza norteamericana ha ayudado a una nueva hostilidad hacia los empresarios que continúan en el país. A su vez, a diario están ocurriendo protestas de carácter social y la escasez de gasolina y alimentos, puede llevar a un clima de confrontación, mayor o parecido al de los últimos seis años. ¿Funcionarán las presiones de la administración Trump a una salida negociada? ¿Cuál será el rol de China y Rusia en Venezuela durante y después de la pandemia?

Un debate que no ha ocurrido en América Latina y que afecta la relación de los ciudadanos con sus gobiernos, es en cuanto a la utilización de los datos individuales para enfrentar crisis como la presente. El tema del Big Data, su uso, ha generado todo tipo de reacciones alrededor del mundo. Desde denuncias, como la del historiador Yuval Noah Harari sobre los “experimentos sociales” y del efecto nocivo contra la democracia liberal. Hasta la libre entrega de datos privados por parte de cada individuo, en favor del bienestar y salud general. En la región latinoamericana esto ha quedado rezagado por los momentos. 

El impacto económico: 

Las cifras macroeconómicas en América Latina, como en el mundo, no son nada alentadoras. Si en 2019 el crecimiento del PIB en la región fue de 0,1% y se proyectaba en el 2020 una recuperación de 1,4%, ante la pandemia del Covid-19 se espera que la economía se contraiga al menos un 6%. En México esta cifra se pronostica será mayor, quizás allí la preocupación de su gobierno por intentar no frenar la economía. Allí entra otra pregunta acerca de las medidas de aislamiento social y paralización de la vida productiva, ¿Qué es más mortal el virus o una economía en picada?

La desaceleración económica en latinoamericana tiene diversas aristas. La primera que siempre es tomada en cuenta, es la dependencia a la exportación de materias primas. El petróleo: Colombia, Ecuador y Venezuela; el cobre en Chile; y el gas boliviano. Pero también los países que están conectados con las cadenas de suministros, los más afectados son Brasil y México. Allí entra otra interrogante, el rol que tendrá China en América Latina los próximos años, país que se había convertido en gran comprador, en exportador de componentes para la manufactura y el gran promotor del endeudamiento. La recesión china,  la cual se vaticinaba desde la guerra comercial y las tensiones con Estados Unidos, dejan a la Latinoamérica en una suerte de desamparo y en medio de una pugna en la que tiene poca decisión. Otro de los sectores afectados es el del turismo. Esto puede crear una inmensa depresión en la zona Caribe, la cual depende en gran medida de esta actividad. Mientras tanto, el Estado argentino está al borde de una quiebra que depende del fino hilo de la renegociación de su deuda.

 

Lo que hemos comentado hasta ahora ha sido la parte macroeconómica. Pero otro asunto que deja de relieve la pandemia es la inequidad en la América Latina, así como la pregunta: ¿Quiénes son realmente los más vulnerables? En las noticias se ha respondido que son las personas de la tercera edad, pero dónde quedan los problemas de salud relacionados con la pobreza. Enfermedades que tienen como base la desnutrición, parásitos, deficiencia de hierro, entre otras afecciones. Para 2018 la Organización Internacional del Trabajo (OIT), informaba que el 53% de trabajadores en la región, tenían empleos informales. Si a esta precariedad le sumamos la afección de un virus y las cuarentenas totales y prolongadas, la brecha social seguirá en aumento, dejando en desamparo a gran parte de la población. 

Conclusión

En América Latina se espera que en los meses de mayo y junio se den los picos de casos detectados y muertes por el Covid-19.  A diferencia de otras partes del mundo, la región ha tenido algunas semanas más para planear mejor sus decisiones. Así como ocurre en lo político y económico, no se puede hablar de un bloque latinoamericano que tenga una respuesta conjunta. En una carta fechada el 15 de abril de 2020, y firmada por expresidentes que en lo económico y político representaron casos de éxito en sus países (Fernando Henrique Cardoso por Brasil; Ricardo Lagos por Chile; Juan Manuel Santos por Colombia, entre otros), piden la gestión y apoyo de los entes financieros internacionales ante un desafío que “no tiene paralelo en la historia reciente” y que consideran que tanto a nivel global, pero pensando específicamente en América Latina y el Caribe: “no pueden permitirse respuestas tardías o inadecuadas. La confianza mutua, la transparencia y la razón, no el populismo o la demagogia, siguen siendo las mejores guías en estos tiempos inciertos”. 

Son muchas las opiniones y los debates que el Covid-19 ha traído consigo. Emitir un análisis preciso es una tarea muy complicada en los actuales momentos. Lo que sí podemos observar es que muchos de los problemas que América Latina arrastra consigo, tanto en su política, su economía y su sociedad, se ven magnificados ante el desafío planteado. La vulnerabilidad y dependencia de la región siguen presentes. De momento, cualquier estimación podría ser modificada dependiendo de cuánto se prolongue la pandemia en el tiempo. Esperemos que la nueva normalidad no signifique para los latinoamericanos una atadura con lo peor de su pasado. Mientras tanto, la América Latina parece haber entrado desunida al siglo XXI, y sin el rol preponderante que han soñado sus pensadores y han alardeado sus dirigentes.