Dalí estuvo obsesionado desde muy joven con la ciencia, además de sus actividades artísticas toda su vida se dedicó estudiar la ciencia y eventualmente logro combinar sus dos grandes pasiones.
Por: Cultura Colectiva
Cuando contemplamos una obra de arte, por ejemplo una pintura o una escultura, tendemos a buscar el goce estético, a contextualizar la obra o indagar en el propósito del autor; pero pocas veces vamos más allá de lo estético y lo abordamos cuantitativamente. Es curioso que en el movimiento surrealista haya existido una tendencia prácticamente anti-onírica que incluso buscaba justificar las obras con ciencia.
Desde su juventud, Dalí tuvo una obsesión con las matemáticas, la física, la mecánica cuántica y toda una serie de descubrimientos científicos, se dedicó a estudiarlos y comprenderlos. El pintor demostró que su pintura es ciencia matemática ilustrada y se ejemplifica a través del recurso que utilizó en muchas de sus obras; una medición que le sirvió para explorar la geometría hasta identificarla con la naturaleza. Hablamos de la proporción áurea.
La proporción áurea, divina proporción o número divino
Visualmente la podemos identificar como la división en dos de una línea; de forma que si dividimos el segmento más grande entre el más pequeño obtendremos el mismo número que si dividimos la línea completa entre el segmento más largo.
Una vez que hemos dividido el rectángulo a partir de esta sucesión numérica, unimos algunos de sus vértices con una línea espiral hasta obtener la imagen de la proporción áurea.
Con esto, queda demostrado que arte y ciencia se identifican por ser ambas formas de conocimiento, siendo así que en los cuadros de Dalí no podemos separar un concepto de otro, he aquí dos claros ejemplos:
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