Japón, con la población más anciana del mundo y unas de las megaciudades más concurridas del planeta, Tokio, debería haber sido un caldo de cultivo para el nuevo coronavirus. Pero por el momento el país parece haber quedado a salvo de un contagio masivo.
Las imágenes de empleados en trenes de cercanías de Tokio abarrotados hicieron temer que la capital japonesa se convirtiera en la “próxima Nueva York” si el virus se arraigaba.
Sin embargo, Japón, de 126 millones de habitantes, ha registrado 16.024 casos y 668 muertes según el ministerio de Salud, unas cifras muy inferiores a países comparables, lo que hace que muchos se pregunten por qué y otros sospechen que las autoridades no lo cuentan todo.
Usar mascarilla, quitarse los zapatos, inclinarse sin estrechar las manos, los bajos niveles de obesidad e incluso el consumo de algunos alimentos son posibles condiciones culturales que hacen que la propagación sea lenta.
Como el número de nuevos casos registrados ha caído bruscamente en las últimas semanas, el gobierno del primer ministro Shinzo Abe confirmó el jueves que tiene previsto levantar el estado de emergencia en la mayor parte del país, pero no en Tokio.
Pese al aparente éxito, las voces más críticas insisten en que se desconoce el alcance de la crisis debido al número relativamente bajo de tests realizados.
Hasta el 11 de mayo, el ministerio de Salud afirmaba haber efectuado 218.204 tests, la tasa per cápita más baja del G7, según Worldometers.
El propio experto en coronavirus del gobierno, Shigeru Omi, ha reconocido que “nadie sabe” si el verdadero número de casos de coronavirus “es 10, 12 o 20 veces mayor de lo registrado”.
Ryuji Koike, subdirector del Hospital Universitario Médico y Dental de Tokio, declaró a la AFP que aunque Japón tenga índices de muertes e infecciones más bajos que muchos otros países, “esto no significa que nos vaya bien”.
Y añadió: “No creo que (la caída del número de infecciones) se deba a las políticas del gobierno. Creo que parece que a Japón le va bien gracias a cosas que no se pueden medir, como los hábitos diarios y el comportamiento japonés”, como por ejemplo una buena higiene y no estrechar la mano.
Kazuto Suzuki, profesor de política pública de la universidad de Hokkaido, estima que la estrategia de Japón de rastrear grupos y sólo someter a los tests a personas con síntomas agudos fue suficiente para el número relativamente bajo de casos.
“Test, test, test no es la estrategia japonesa”, dijo a los periodistas. Pero, matizó, “si hay un brote exponencial de nuevo, necesitamos más pruebas”.
Suzuki atribuye el éxito de Japón a un uso casi universal de mascarillas y a una cultura de la higiene y del lavado de manos.
– ‘El rompecabezas japonés’ –
Japón estuvo expuesto muy pronto a la pandemia de coronavirus, con un primer caso en enero y la llegada un mes después del crucero “Diamond Princess” cerca de Tokio, que se convirtió entonces en el mayor foco fuera del epicentro en China.
Tras las críticas por la respuesta a los casos de coronavirus en el barco, Abe recomendó el cierre de los colegios a finales de febrero, incluso con menos de 200 casos diarios en todo el país.
A medida que el número de infectados aumentaba, alcanzando un récord diario de 700 el 11 de abril, se temió que el coronavirus se estuviera propagando, con el riesgo de saturar el sistema sanitario.
Así que Abe declaró el estado de emergencia el 7 de abril, dando a los dirigentes regionales el poder de recomendar a la población que se quedara en casa, una forma mucho más ligera de confinamiento que en otros lugares, sin sanción para los transgresores.
Para aliviar la situación de la tercera economía mundial, Abe también prometió 100.000 yenes (930 dólares) para cada ciudadano como parte de un paquete de estímulo de emergencia valorado en alrededor de 1 billón de dólares.
Estos anuncios fueron el resultado de un giro de 180 grados con relación a la respuesta inicial y la decisión de distribuir dos mascarillas de tela por hogar fue criticada.
Una encuesta reciente de Kyodo News mostró que el 57,5% no está satisfecho con la respuesta del gobierno a la pandemia, y sólo el 34,1% la aprueba.
La reacción de Abe ha sido “desigual”, estima Tobias Harris, un experto en política japonesa de la consultora Teneo.
Decisiones como el cierre de los colegios probablemente ayudaron a contener la enfermedad, pero Harris destaca los altos estándares de higiene, una población generalmente saludable y las mascarillas como las razones más probables de la baja tasa de mortalidad de Japón.
Para saberlo a ciencia cierta y “dar una respuesta al rompecabezas de Japón” habría que tener más conocimiento acerca de la enfermedad, estima el analista. AFP