Tareas tan elementales como cocinar, lavar los platos, e incluso ir al baño comienzan a ser una tortura para quienes padecen alguna discapacidad y que debido al aislamiento obligatorio por el coronavirus no reciben visitas de familiares que les prestaban ayuda, lo que los obliga a valerse por sí mismos hasta donde su enfermedad se los permita.
Kender Rodríguez, un hombre de 37 años, y residente de La Carucieña, que perdió parte de la visión y agilidad para caminar tras un ataque delictivo, cuenta que le ha tocado aprender a valerse por sí mismo, cocinar su comida, aunque no pueda pararse mucho tiempo frente a la cocina por su discapacidad motora, lavar los platos y asear la casa, aunque sea por donde pasa la reina.
“Vivo solo y hago lo que puedo. El confinamiento me alejó de mis familiares que venían a diario antes de la pandemia. Me toca desde cocinar hasta administrar bien los alimentos porque no sé cuándo podré reponer algún producto que se me acabe, y salir al supermercado está fuera de mis posibilidades”, dijo
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