El principado de Andorra, situado en los Pirineos, entre Francia y España, sufre una dura crisis por su dependencia del comercio transfronterizo y el turismo, dos sectores paralizados desde el cierre de las fronteras en marzo a causa de la pandemia de COVID-19.
Este pequeño estado de apenas 78.000 habitantes atrae 8 millones de turistas cada año, principalmente franceses y españoles, pero no se beneficiará del plan de recuperación europeo, porque no es parte de la Unión Europea.
El gobierno andorrano ha pedido ayuda económica a sus dos vecinos, sin éxito. El presidente francés y el obispo de la ciudad española de La Seu d’Urgell son de hecho los jefes de estado de Andorra, que también tiene un gobierno.
“Las tiendas no pueden vivir solo de la población local”, se queja Jean-Jacques Carrié, líder de los comerciantes de Pas de la Casa, primer destino andorrano para los franceses, que provienen principalmente de la región de Occitania.
-Economía ya frágil –
Carrié espera una relajación gradual de las medidas de confinamiento en Francia para que los habitantes de los Pirineos Orientales, Ariège o Aude que residen a menos de 100 km del Principado puedan volver a hacer funcionar la economía andorrana.
La crisis sanitaria mundial y sus consecuencias solo han agravado la situación. La economía ya se había debilitado por la abolición del secreto bancario (en 2005) en este antiguo paraíso fiscal, un aumento de los impuestos y, últimamente, una caída del 30% en tiendas y hoteles.
La hotelería y la restauración, 1.200 empresas que emplean a 12.475 trabajadores (de un total de 43.196 en Andorra), presentaron medidas destinadas a suspender temporalmente los contratos y reducir las horas de trabajo.
La agencia Standard & Poor’s pronostica un fuerte impacto de la crisis en Andorra y ha reducido la perspectiva financiera de positiva a estable.
El Producto Interno Bruto (PIB) en 2019 fue de alrededor de 2.800 millones de euros y el ministro de Economía de Andorra, Jordi Gallardo, ya anunció que la recesión podría alcanzar el 11%.
Para estabilizar la economía, el gobierno lanzó títulos de deuda pública por 125 millones de euros y está negociando con Francia y España para que Andorra sea acoplada a una destinación turística de cada país.
– Desempleo en alza –
Mientras tanto, la mayoría de los hoteles ya han anunciado que no abrirán las puertas hasta la próxima temporada de esquí, que se extiende de noviembre a abril.
En invierno las estaciones de esquí de Andorra -en particular Grandvalira, la mayor de los Pirineos-, se llenan, con mejores nevadas que en el resto de los Pirineos y una clientela mucho más internacional que en el lado francés.
Pero más allá de una truncada temporada de esquí, el sector turístico está paralizado. Carlos Ramos, presidente de Unión Hotelera de Andorra, cree que será “el último sector en volver a trabajar”.
A su vez, la Unión Sindical de Andorra advierte que muchos empleados no han recibido salarios desde el 13 de marzo, fecha del inicio del confinamiento.
Carme, una oficinista de 58 años, fue despedida y su jefe le propone un nuevo contrato en octubre. “Estoy al final de mi carrera profesional”, dijo, “y estoy preocupada por el futuro que nuestros hijos tendrán en este país”.
En Andorra, ningún sistema protege a los desempleados.
Sin embargo, el confinamiento está en la etapa final y esta reabrieron los comercios, pero no hay clientes a la vista.
En Andorra, la epidemia de COVID-19 mató a 51 personas. El anticuado sistema de salud ha sido respaldado por médicos cubanos.
En el otro extremo del principado, en Sant Julia de Loria, la dueña de un bar-restaurante parece resignada: “Vamos a morir de una cosa u otra. Del virus o del hambre”, dice. AFP