En casi todas las ciudades más sacudidas por la violencia en los últimos días -Nueva York, Philadelphia, Mineápolis- los alcaldes demócratas y algunos gobernadores de su mismo partido han dejado a las turbas arrasar con todo. Aplican el principio de «dejad que los alborotadores quemen suficientes coches y rompan y saqueen escaparates para saciar su justa indignación». Hay muchos ejemplos, el más relevante puede ser el de esta semana en Nueva York, donde se permitió el asalto de casi todos los comercios de la parte baja de la Quinta Avenida, Times Square y Soho. El gobernador Cuomo decretó toque de queda a las 23,00 y después no lo aplicó. La Policía de Nueva York tiene 36.000 agentes. No se desplegó más que un pequeño número. Con una fuerza mayor, se podría haber sufrido muchos menos daños. Pero Cuomo y el alcalde Blasio no tenían la voluntad política de hacer frente a la anarquía que ha supuesto la ruina para muchos pequeños comerciantes. Como tampoco la tenía Jacob Frey, el alcalde demócrata de Mineápolis. El «Minneapolis Star Tribune» contaba el pasado martes la historia de Luis Tamay, emigrante ecuatoriano que abrió en la ciudad un restaurante ecuatoriano, «El Sabor Chuchi» en el que invirtió los ahorros de 17 años de trabajo. Cuando empezaron los disturbios Tamay hacía guardia por la noche en su local. Pero el 29 de mayo obedeció el toque de queda asumiendo que la Guardia Nacional mantendría el orden. Tamay vio en Facebook como ardía su restaurante. No tenía un seguro porque no se lo podía permitir. Estas víctimas son las que no salen en la televisión. Seguro que ciertos «intelectuales» no piensan en ellas cuando hablan de que los disturbios son el lenguaje persuasivo de aquellos a los que nadie escucha.
Y buena parte de esa violencia se ha montado sobre la mentira del supuesto racismo de la policía norteamericana denunciado por el gobernador de Minnesota, Tim Walzl, (¿Lo adivinan? ¡Demócrata!) que habló del «racismo institucional» de la policía. Veamos los datos.
Como explica Heather Mac Donald, profesora del Manhattan Institute («The Myth of Systemic Police Racism» WSJ. 03-06-2020) en 2019 agentes de policía mataron en todo el país a 1.004 personas de las que 235 eran negros. Menos de la cuarta parte. Esa proporción se mantiene desde 2015. Pero el 53 por ciento de los autores de homicidios identificados en el país eran negros, como lo eran el 60 por ciento de los autores de robos, pese a que sólo representan el 13 por ciento de la población, luego la proporción de los que murieron en enfrentamientos con la Policía es muy inferior a la de blancos, hispanos o asiáticos. Las estadísticas prueban que un agente de policía tiene dieciocho veces más posibilidades de morir asesinado por un ciudadano negro de las que tiene un negro desarmado de morir a manos de la Policía.
La realidad es bastante simple y por eso no se quiere reconocer: la Policía norteamericana, que suele ser durísima en su actuación con sospechosos de cualquier raza, no es responsable de que los negros mueran por homicidio ocho veces más que la suma de blancos e hispanos. La única razón es la violencia criminal que la Policía combate.
Publicado originalmente en ABC (España) el 7 de junio de 2020