El artero ataque contra los partidos, primero dirigido a Voluntad Popular intentando acusar a esta organización política de terrorista, y ahora contra Acción Democrática y Primero Justicia, es tremendamente revelador, no solamente de la estrategia del régimen, sino de sus debilidades. En cuanto a la estrategia, está ahora claro que la decisión del TSJ ilegítimo de nombrar a un CNE en violación de las normas constitucionales, es parte de una operación para construir una ficción de apoyo popular que legitime la convocatoria a las elecciones a la AN, previstas para el mes de diciembre. Para ello, las nuevas marionetas que el TSJ ha puesto al frente de los partidos AD y PJ ya han revelado sus intenciones de convocar consultas para presumiblemente auscultar el apoyo de su militancia a las elecciones. En el mejor estilo de manipulación a la Goebbels, el ministro nazi de Iluminación Pública y Propaganda, a los militantes de esos partidos seguramente se les hará una pregunta embaucadora sobre la participación electoral con la esperanza de nuevamente engañar a parte del pueblo.
Pero a la par que la maniobra de intervención del régimen contra los partidos ilustra el espíritu fascista que inspira sus acciones, no es menos cierto que lo expone frente al país y la comunidad internacional. Si la operación de nombrar al CNE alegando omisión legislativa, revelaba un manejo astuto de la oportunidad política que podía poner en situación comprometida a la resistencia democrática, la decisión del asalto sobre las organizaciones políticas evidencia la desesperación de la oligarquía chavista por obtener una cierta legitimidad en elecciones a cualquier costo que les pueda levantar el yugo de las sanciones económicas. No es solamente la calaña de los individuos a quienes se nombra a cargo de AD y PJ, sino que la negociación con dirigentes de segunda línea deja desnuda la estrategia del régimen y traiciona incluso a quienes de buena fe estaban apoyando el acuerdo para una convocatoria a elecciones en diciembre a través del nombramiento del CNE.
Este es, sin duda, el momento en que los venezolanos debemos expresar nuestro apoyo a los partidos políticos sometidos al asalto del régimen. Los partidos son organizaciones fundamentales para la democracia y no es casual que ocurra lo que está ocurriendo. Pero más allá de eso, es el momento para que Guaidó asuma su verdadera condición de presidente (e) legítimo y convoque a la unidad de toda la resistencia democrática, de todo el país que sufre, y no solamente de los factores representados en el G4. Pero el lenguaje del llamado de Guaidó a la unidad superior de la nación, debe admitir sin ambages que la estrategia que se expresaba en el mantra: fin de la usurpación + gobierno de transición + elecciones libres ha sido superada por la dura realidad del enfrentamiento político contra un régimen dictatorial y traidor de su propio pueblo. Debe advertirse a nuestro pueblo que se está dispuesto a corregir y a diseñar otra estrategia y que ese cambio exige una nueva narrativa que contemple, inequívocamente, apegarse a la ley y la Constitución como medios insuperables y legítimos para debilitar al régimen y participar en elecciones justas.
Imaginemos por un momento que la dirigencia de la resistencia unida, encabezada por Guaidó llama a deslegitimar el acto electoral fraudulento y al mismo tiempo expresa su vocación incuestionable de luchar por unas elecciones justas, con supervisión internacional, y sin partidos bajo persecución. En uno y el mismo acto se denunciaría la trampa abyecta del régimen y se utilizaría el llamado a elecciones constitucionales como una convocatoria a la desobediencia civil. La tentación fascista del régimen ha abierto una oportunidad inmensa para la causa de la resistencia.
Para que esta política pueda despegar, es indispensable contar con la compresión y el apoyo de la comunidad internacional, que ya comenzó a reaccionar en contra del régimen, a la que se debe incorporar a la movilización para deslegitimar las elecciones fraudulentas y promover las elecciones constitucionales. Inesperadamente, si contamos con la habilidad política del liderazgo, y el desprendimiento de todos los factores de la resistencia para avanzar en una estrategia unitaria, puede nacer una nueva esperanza para Venezuela y los venezolanos. No se trata solamente de una elección, sino de una clara estrategia para debilitar al régimen y propiciar su caída.