“But it’s my destiny
to be the King of pain.”
Sting
Tristeza
He escrito en estas condiciones otras veces. Lo hago porque estoy convencido de que la historia y las nuevas generaciones deben saber que los tiempos de reflexión durante la tragedia chavista no fueron posibles, nadie reflexionó, sólo sufrimos. No hubo un venezolano que no padeciera hasta la asfixia este tiempo, sólo los apestados y sus nuevos ricos sonrieron durante esta perdición.
No sé si seré coherente mientras escribo, tampoco es importante si no lo soy. Esto es sentimiento, pesadumbre, pena. Esto es lo que somos los venezolanos: tristeza.
Siéntela.
Lamento
Fíjate que, en este punto, a pesar de que apenas puedo escribir, he logrado conservar las formas gramaticales y el estilo, un estilo que lo define el lamento, sí, ese penetrante lamento de reconocer en cada respiro que nuestra patria se ha hundido en la más vergonzosa de las ruinas. No sé si escribir que la ruina es moral porque escribir en esta condición no es lo más ejemplar que digamos.
Igual no importa, escribo con el mismo pulso de tu indignación y mostrando el latido de nuestra rabia. Eso es lo único honesto frente a la peste chavista: la indignación y la rabia.
¿Sigo? Sí, lo haré, que el tiempo se intoxique con nuestro lamento.
Amargura
¿Cuántos venezolanos no se han embriagado –como yo hoy– durante el holocausto suramericano llamado chavismo? ¿Cuántos no han sentido una desgarradora nostalgia por el horror que padecemos? Quién no se cuestiona: ¿cómo fue posible esta debacle? ¿cómo lo permitimos? Nadie está exento de la amargura. Nadie.
Venezuela, el país más rico de América Latina, destruido porque los mismos venezolanos permitimos que un criminal y sus delincuentes llegasen al poder.
Y ahí están.
Desaliento
No imaginamos jamás que habríamos de vivir en el destierro (sin pisar nuestra tierra, sin respirar nuestro aire), tampoco que nos quedaríamos sin gasolina, agua, luz, comida, medicinas, sin esperanza ni futuro. Ni en el más amargo escepticismo sospechamos esta debacle, peor aún, en el momento de escrito este testimonio el horror aún persiste, sabemos que incluso empeorará: más dolor y muerte asechan.
Y no exhibo mi desaliento porque he bebido de más, no, lo hago porque es el tenebroso sentimiento del venezolano que ha padecido la peste, ebrio o no.
Estamos malheridos, muy malheridos.
Estremecimiento
No he escrito nada importante aquí ni lo haré, no hace falta, ¿cuáles pueden ser consideradas “importancias” en una nación arruinada? En esta entrega, como en el país, sólo se exponen estremecimientos. Quiero que sientas mi frustración, que es la misma que la tuya, que es la misma de cada venezolano.
Quiero que quede memoria de lo que sentimos no de lo que pensamos. ¿Pensar? Para qué carajos en un país destrozado. ¿Pensar qué? ¿Esperanza?
No jodamos.
Desahuciada
Estamos hartos de la falsificada esperanza, sabemos que tenemos que luchar contra la tiranía, pero hacerlo no por esperanza sino por honor. Sí, hay que pisotear al chavismo por honor. ¿Queremos ser la nación honorable que una vez fuimos? Hay que extirparlos, no hacerlo sería una deshonra histórica, tan grave o peor que haber permitido que el asesino Chávez llegará al poder.
Escribir en estas condiciones (ebrio) y exponer nuestro estrago moral quizá resulte política y culturalmente impropio, pero qué más da, ya mi Venezuela está desahuciada.
¿Salud?