La figura de Alex Saab es un ejemplo fidedigno de hasta dónde llega la revolución bolivariana. No es este sujeto aquel empresario que comenzó desde abajo a labrar su negocio con esfuerzo, como aquel prototipo reseñado por el gran escritor Joseph Schumpeter. Su salto fue monumental. Hay quienes dicen que en Venezuela no hay fortuna que no se haya hecho al cobijo del fisco. Ello no es cierto. Es como decir que Rockefeller, Carnegie, Vanderbilt, Mellon, entre otros, se hicieron ricos en Estados Unidos con prebendas del Gobierno Federal. Aprovecharon un sistema que les dio oportunidades y no los obstaculizó que es diferente. En Venezuela eso sucedió con muchas fortunas.
El primer contrato conocido de Alex Saab le fue otorgado por Chávez por un monto de US$ 600 millones para la elaboración de casas prefabricadas, cuyos materiales fueron adquiridos en Ecuador cuando Correa era presidente. Saltó al estrellato Saab con la construcción de gimnasios verticales ordenados por la Fundación Propatria 2000. Allí hizo su agosto. La suerte lo siguió acompañando al convertirse en el principal proveedor de las bolsas Clap y de CORPOVEX y se estima haber recibido contratos entre 2013 y 2018 por US$ 1.500 millones y las correspondientes divisas preferenciales por parte de la Cadivi del hoy General Barroso. Su importancia era tal que un empleado suyo fue designado presidente por Nicolas Maduro para dirigir la empresa Minerven y así facilitar la exportación de oro.
Pero como al apostador, le toco a Sabb perder una mano impórtate, tal vez decisiva. Ahora está detenido en Cabo Verde, enfrentando una probable extradición a Estados Unidos o Colombia donde le van a exprimir la información a cambio de una pena menor. Tiemblan muchos. Tiembla la revolución traicionada. Herida de muerte por la corrupción.