Vladimir Putin prometió a los rusos que la prolongación de su era dejará una mejor Rusia para sus hijos. Pero para los analistas, el presidente amenaza al país con un “estancamiento” a raíz de su rechazo a abordar la cuestión de su sucesión.
Para muchos rusos, esta palabra recuerda el “periodo de estancamiento” soviético entre 1964 y 1985 -principalmente bajo Léonid Brézhnev-, que fue seguido por el fina de la Unión Soviética y una década de caos.
Como en aquel entonces, la ausencia de esperanza de cambio tiene sus riesgos.
“La debilidad del régimen (de Putin) es que no tiene mecanismo de pasación del poder”, afirma a la AFP Maxime Trudoliubov, redactor emérito del diario económico Vedomosti.
Para Trudoliubov, el presidente ruso, de 67 años, y su entorno “desconfían profundamente” de elecciones libres para decidir la identidad del próximo jefe de Estado. Y ante la ausencia de un sucesor designado, “actúan simplemente como si no fuesen a morir nunca”.
Anunciada en enero para sorpresa general, llevada adelante con pulso firme y rápidamente adoptada por el parlamento, la reforma constitucional querida por Putin, en el poder desde hace 20 años, fue convalidada con cerca del 78% de los sufragios en una consulta organizada del 25 de junio al 1 de julio. La oposición denuncia una “enorme mentira”.
Tras el recuento del 100% de los sufragios, los votos contrarios a la reforma sumaron 21,27%, de acuerdo con las cifras oficiales de la Comisión Electoral, La participación fue de alrededor del 65%.
La enmienda más polémica es la que abre a Putin, que tiene mandato actualmente hasta 2024, la vía para permanecer en el poder hasta 2036, cuando tendrá 84 años. En principio, al dejar en cero el contador de mandatos, Putin podrá aspirar a dos presidencias más de seis años cada una.
Aparte de esta polémica cuestión, las enmiendas refuerzan algunas prerrogativas presidenciales, como los nombramientos y el despido de jueces.
Y se incluyen otras medidas, como la inclusión en la Constitución de la “fe en Dios” y el matrimonio como institución heterosexual. También se añaden principios sociales como la garantía del salario mínimo y la revisión de las pensiones según la inflación.
Para muchos observadores, estas temáticas buscaban únicamente incitar a los rusos a participar en la votación, pero Tatiana Stanovaya, fundadora del centro de análisis R.Politik, señala que no hay que “subestimar” ese conjunto de propuestas.
“Es una forma de consolidar a Rusia tal como es ahora (…), institucionalizar la herencia de Putin”, precisa.
– “Declive progresivo” –
Si el resultado de la votación no dejaba margen para dudas, llega sin embargo en un momento delicado para Vladimir Putin.
De mayo de 2018 a junio de 2020, su tasa de aprobación medida por el instituto independiente Levada bajó de 79% a 60%, con un trasfondo de una economía frenada y caída del poder adquisitivo de los rusos desde 2014.
Este otoño hay previstas elecciones regionales y en 2021 será el turno de las legislativas. El partido en el gobierno, Rusia Unida, es muy impopular.
Algunos analistas estiman que Putin apuró la votación de esta reforma antes de que Rusia empiece a sufrir todos los devastadores efectos de la crisis económica a raíz de la covid-19.
Más aún ya que a largo plazo el régimen corre el riesgo de tener problemas para levantar la economía y, con ello, la popularidad del presidente, agregan.
Putin “no es capaz de introducir reformas económicas de fondo”, afirma Alexander Titov, profesor de la Universidad Queen’s en Belfast.
“Y si no lo hace, verá un declive progresivo y un estancamiento a lo Brézhnev, con una caída de popularidad y legitimidad entre la población”, advierte.
AFP