Yank recuerda que en la crisis de los 90 en Cuba, su padrastro recorría grandes distancias en bicicleta para “resolver” comida. Tres décadas después, cuando la pospandemia amenaza la economía, él aplica su fórmula: siembra los vegetales en su azotea.
“La idea de la siembra urbana viene por los problemas que tiene el país y el mundo, con la economía y con todo el tema este del coronavirus”, explica Yank Benavente, un artista de 38 años, en receso laboral tras suspenderse la actividad turística por la emergencia.
Para el minihuerto usa material reciclado: tejas francesas ‘Guichard Frères’ que rescató de una demolición, y que le sirven para delimitar cultivos, en un techo rodeado de edificios de los años 50, en el barrio del Vedado.
Mientras la agricultura urbana es una moda en Europa o en países desarrollados, en Cuba es una necesidad.
Casi toda la producción agrícola se contrajo en Cuba en 2019. Problemas climáticos y atrasos en las reformas de su sistema socialista dificultan el avance.
“Los factores causales de la crisis ya existían antes de la pandemia”, explica en Twitter el economista cubano Pedro Monreal.
La isla importa casi la totalidad de los alimentos que consume. Gastó 2.000 millones de dólares el año pasado.
Su economía es impulsada por el turismo y, aunque tiene al coronavirus bajo control, lleva más de tres meses sin generar recursos ante la interrupción de los viajes.
Un reporte diplomático asegura que Cuba está entre los países latinoamericanos “con los rendimientos más bajos en términos de producción agrícola”, con pérdidas de casi el 57% de los alimentos producidos.
El gobierno llamó a que los ciudadanos impulsen la agricultura urbana y se preparen para tiempos más difíciles.
“Nuestra reserva, nuestra potencialidad, están en lo que podamos producir nosotros”, dijo el ministro de Economía, Alejandro Gil.
-Una solución-
Yank tiene lechugas, acelgas, pepinos y tomates y está tratando de convencer a sus amigos de que también cultiven, para intercambiar.
Recuerda que en 1994, durante el llamado período especial, tras la caída de la Unión Soviética, la escasez de los alimentos obligó a su padrastro a ir hasta el campo a buscar legumbres para alimentar a la familia.
“El problema actual es a nivel mundial. Si no se le da una solución pronto, supongo que va a ser más fuerte que en el 94”, agrega.
“La agricultura urbana nació (en Cuba) en el período especial, cuando el pueblo necesitaba alternativas de acceso al abastecimiento. Y en este contexto de dificultad de producción de alimentos, el país prioriza la agricultura urbana para dar respuesta”, dice a la AFP el representante de la FAO en la isla, Marcelo Resende.
Si bien buena parte de las tierras son de propiedad estatal, el gobierno las entrega en usufructo a cooperativas y particulares, que cosechan más del 80% del total del alimento producido en el país, pero que satisface solo el 20% de la demanda.
-Los precursores-
Yoandra Álvarez se inició en la agricultura urbana en los 90 en la periferia de La Habana. Comenzó con un terreno con desperdicios, pero lo recuperó.
Actualmente posee más de un centenar de árboles frutales y trabaja en una minindustria para procesar las frutas, hacer helados y mermeladas. Es considerada líder en el rubro.
“Es muy interesante. Las personas empiezan a verle la belleza a una planta de lechuga, tal vez antes sembraban rosas, que son muy lindas, pero ahora unimos la siembra hortícola con la ornamental”, explica Yoandra, de 49 años.
Debido a la ausencia de abonos y fertilizantes químicos, cuya importación se dificulta por falta de financiamiento y por el bloqueo de Estados Unidos, los cubanos han diseñado técnicas naturales, que mantienen limpios sus suelos. Aunque sí requieren de tecnología.
“Es verdad que la agricultura urbana, como todo proceso, hay que perfeccionarla, hay que mejorar el acceso a las semillas, el tema del agua, en eso estamos”, considera Resende de la FAO.
Otro que empezó en la década del 2000 fue Jesús Sánchez, permacultor, un oficio que combina la agricultura con el equilibro ambiental. En su jardín, usa como cercos neumáticos viejos y botellas. Cría también conejos y gallinas.
“Nosotros no tenemos que salir a la calle a buscar los condimentos. Tenemos aquí calabaza, yuca, boniato. Nos sirven para consumo”, explica.
Y la clave está en compartir: “Cuando recogemos mangos, le damos a todo el mundo. Cuando sale calabaza, picamos calabaza y le damos su pedazo de calabaza. Y los condimentos vienen a buscarlos aquí”.
AFP