Argentino naufragó en Colombia y su barco fue quemado por “piratas”

Argentino naufragó en Colombia y su barco fue quemado por “piratas”

El velero Aquarella, del capitán argentino Ramiro Gayoso, encalló en Bocas de Ceniza, cerca de Barranquilla. Foto: Cortesía Ramiro Gayoso

 

El oleaje violento de las aguas del Caribe colombiano ocasionaba que el velero Aquarelle, con bandera de los Países Bajos, se moviera como una hoja de papel. Uno de los motores de la embarcación se rompió.

Por eltiempo.com

Era inminente que el capitán argentino Ramiro Gayoso y su compañero de travesía, Martín, empezaran la etapa de temer lo peor.

El Aquarelle había llegado a la Alta Guajira el 14 de marzo del 2020, solicitando permiso para fondear, y luego continuar su recorrido, el cual se inició en Granada, pasando por Aruba y terminaría en San Blas, en Panamá.

La Armada Nacional direccionó a la embarcación hasta la bahía de Santa Marta, a unas 28 horas de navegación. Sin embargo, allí no les dieron el aval para realizar la parada, teniendo en cuenta que, por orden del Gobierno Nacional, ante la pandemia del coronavirus, todas las fronteras quedarían cerradas.

Gayoso recuerda que ante la negativa en Santa Marta, la única opción era continuar su rumbo, pero temía que en su camino algo les pasara. De hecho, avisaron que tenían algunas averían en la nave.

A las 3 de la tarde, el paso del Aquarella enfilaba su proa para pasar cerca de Barranquilla. El mar estaba picado, con olas que los golpeaban y un viento que ya hacía tambalear al barco.

El mal augurio que presumía Gayoso no tardó mucho en ocurrir. Solo una hora después de empezar de nuevo a navegar, el motor se rompió y empezaron a naufragar.

El Aquarella, cuenta Gayoso, se quedó sin propulsión mecánica y el viento los arrastraba -poco a poco- hacia la tierra. A la base de guardacostas de la Armada Nacional en Barranquilla llegó el mensaje de auxilio ante la emergencia manifiesta por la que pasaba la embarcación.

Las autoridades pidieron que se hiciera todo lo posible para regresar a Santa Marta, pero eran prácticamente nulas las posibilidades de retornar con un motor casi inservible para ese momento. La Armada Nacional les comunicó que enviarían una embarcación para salvar a los tripulantes, pero no al Aquarella.

“Les dije, como capitán y dueño, que no era la mejor solución”, dice Gayoso.

Entrada la noche, la situación era extrema. El agua pasa por arriba de la borda del barco, la fuerza del mar golpea con furia al casco. Ramiro y Martín sienten el caos, con todos los elementos del velero moviéndose de un lado al otro.

“Se tiene temor de morir, el naufragio duró bastante, el mar golpea fuerte. A lo largo de las horas, la agonía se vuelve difícil y se piensa lo peor. A la final, uno contempla que llegó la hora”, dice Gayoso.

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