Cuándo se irá el chavismo con sus mentiras a otra parte es cosa que, no siendo tarotista ni profeta, no puedo predecir, pero sí ratifico lo del vacío de las neveras y la inconsistencia del suministro eléctrico, las fallas de Internet y el nuevo descontrol castromadurista, el coronavirus, una plaga maldita fácil de prever pero imposible de controlar entre desconfianzas, incredulidad, un sistema público de salud desmantelado por incompetencia similar a la petrolera y distorsiones diarias a cargo de un psiquiatra que hace tiempo es el encargado de anunciar las verdades gubernamentales que nadie cree. Y las que difunde su hermana tampoco.
Chavismo hay, y está en la calle igual que el coronavirus, con el detalle de que a más coronavirus menos chavismo, ¿cómo puede crecer en la calle lo que no es confiable en la fe, en las emociones ni en el estómago? Porque el hambre, la frustración y los ceños fruncidos no llegaron con la epidemia, ya venían creciendo desde tiempos de Chávez, la plaga sólo las ha empeorado porque ni siquiera matar y maltratar en Venezuela es cosa nueva.
El régimen culpa a los Estados Unidos de todas las desgracias, Estados Unidos culpa al chavismo y las masas populares los culpan a los dos. Los políticos opositores, que nada saben hacer aparte de luchar por aparecer en los medios de comunicación, distribuyen sus afanes entre denunciarlos a ambos y a ellos mismos, Juan Guaidó incluido como si tuviera una varita mágica de uso equivocado, sin olvidar a quienes se presentan como opositores pero viven del Gobierno. Y al imperturbable y descarado Rodríguez Zapatero, correveidile de la falsedad a cambio de dólares y euros.
Cuando finalmente el chavismo termine de derrumbarse no por armas de los militares que son cómplices de la tragedia, sino porque el hambre y la pobreza no dan fuerzas para sostener en régimen que se ha quedado incluso con muy pocas opciones de financiamiento, empezará lo más difícil. Construir un país en lo posible a tono con el siglo XXI. No se reconstruyen las ruinas, se construye sobre ellas.
Pero construir, al menos, alienta perspectivas de llegar a algo.