Por las redes y por los platós se pasea el filósofo y escritor Antonio Escohotado con un mantra doloroso pero lúcido: el marxismo le ha defraudado. Con libro reciente (el tercer tomo de Los enemigos del comercio) producto de su estudio de la teoría maxista bajo la luz de una nueva idea que ha entrado para arrasar en el ideario de este intelectual insobornable, ahora y en sus remotos años de escribir para Ajoblanco o de publicar libros sobre las bondades y peligros de las drogas. Se ha dado cuenta de que esta utopía camuflada de ‘humanista’ de un mundo mejor para todos nunca podría haber derivado como fase transitoria en los veinte millones de muertos de Stalin o los millones de cadáveres de Mao, de Pol Pot y demás sátrapas que hacen sombra casi al mismísimo Vlad Dracul ‘El Empalador’ o al mismísimo Hitler, otro socialista exterminador, según el propio autor.
A Escohotado se le nota como alegre y hasta liberado. Aporta datos sin parar sobre la vida del ‘sablista’ diletate que fue Marx, yerno del dueño de la Philips y ‘amorrao’ a la sopa boba del suegro; disecciona la raíz de esta ideología aclarándonos que de utopía de riqueza general devino en pesadilla con la que hicieron caja las sagas de los Castro o los Kim Jong.
Debe haber un sinsabor en el corazón de este escritor. Me refiero al desengaño de lo que has creído toda la vida y que, de repente, encuentras que tiene una fisura en su raíz que invalida todo el desarrollo posterior. Tiene que doler, como duele toda verdad sanadora. Vivir en el sueño de una ideología (capitalista, comunista) permite sobrellevar un tiempo los rigores de la vida. Todos necesitamos creer que el mundo puede ser mejor, pero hay que tener cuidado en qué teorías pones tu fe, porque aquellas que toman al hombre por la parte del bolsillo, del dinero, son limitadas y limitantes. Somos más que nuestro bolsillo, aunque muchos no hayan despertado aún de ese estadio de dormición.
Hay que seguir en esta fase nueva a Escohotado. Porque son muchos los que como él han despertado entre la izquierda añeja pero la mayoría lo dicen con la boca chica y a regañadientes, haciendo distingos entre dictaduras, como si todos los liberticidas y déspotas no fueran ese club de execrables que un día creyó que el mundo era un gulaj para su exclusivo disfrute y servicio.
César Requesens es escritor y periodista. Columnista en Granada Hoy. Colaborador en Es Radio. Profesor de escritura en CCUCP-UGR.
Este artículo fue publicado originalmente en Granada Hoy (España) el 28 de julio de 2020